Reflexión:
"¿Sabes Cuál Será Tu Destino Eterno?"
¿Sabes Cuál Será Tu Destino Eterno?
Introducción
Hermano y Hermana, vivimos en un mundo donde lo temporero y efímero parece ocupar toda nuestra atención. Nos preocupamos por nuestras carreras, nuestras familias, nuestras posesiones y nuestras metas a corto plazo. Sin embargo, hay una realidad que trasciende este mundo pasajero: la Eternidad. ¿Te has detenido alguna vez a considerar lo que te espera más allá de esta vida? ¿Has pensado en tu Destino Eterno?
Esta pregunta no es una simple cuestión filosófica o teológica; es una cuestión de vida o muerte, de salvación o perdición. La Escritura nos enseña que cada uno de nosotros enfrentará un destino eterno, ya sea de Vida junto a Dios o de separación Eterna de Él. La decisión que tomemos en esta vida, en cuanto a nuestra fe y obediencia a Cristo, determinará nuestro lugar en la Eternidad.
En este episodio, nos sumergiremos en la profundidad de esta pregunta crucial: “¿Sabes cuál será tu destino eterno?” Exploraremos lo que la Biblia dice al respecto, y te invitamos a reflexionar seriamente sobre tu relación con Dios y la seguridad de tu Salvación en Cristo. Es un llamado a mirar más allá de lo temporal y a asegurarnos de que nuestras vidas están alineadas con el Propósito Eterno de Dios.
San Juan 3:14-21:
14Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado;
15Para que todo aquel que en él creyere, no se pierda, sino que tenga vida eterna.
16Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
17Porque no envió Dios a su Hijo al mundo, para que condene al mundo, mas para que el mundo sea salvo por él.
18El que en él cree, no es condenado; mas el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
19Y esta es la condenación: porque la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz; porque sus obras eran malas.
20Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene á la luz, porque sus obras no sean redargüidas.
21Mas el que obra verdad, viene á la luz, para que sus obras sean manifestadas que son hechas en Dios.
LA REALIDAD DE LA ETERNIDAD
La Eternidad es un concepto realista que desafía la comprensión de nuestro flaco y finito entendimiento. En un mundo donde todo parece tener un principio y un final, la idea de algo que trasciende el tiempo es, en muchos aspectos, incomprensible. Sin embargo, la Biblia es clara al respecto: todos los seres humanos están destinados a vivir para siempre, ya sea en la Presencia de Dios o separados de Él para siempre.
La Naturaleza Infinita del Alma Humana
Desde el principio, la Biblia nos enseña que el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26-27), lo que incluye la posesión de un alma inmortal. Mientras nuestros cuerpos son temporales y están sujetos a la muerte, nuestra alma perdura más allá de la tumba. Este sentido de eternidad a menudo se manifiesta en el anhelo humano por propósito, significado y conexión con algo más grande que nosotros mismos. Incluso aquellos que niegan la existencia de Dios suelen experimentar un vacío, un deseo insaciable por algo que el mundo material no puede ofrecer. Este vacío es el eco de nuestra verdadera naturaleza eterna, diseñada para vivir en comunión con Dios.
Dos Destinos Eternos
La Escritura nos presenta dos posibles destinos eternos: la Vida Eterna y el castigo eterno. Jesús habló de estos destinos en múltiples ocasiones, subrayando que cada persona terminará en uno de estos dos lugares.
Vida Eterna: Aquellos que han puesto su fe en Cristo, siguiendo sus mandamientos, obedeciéndole, haciendo aquello que Él nos pide hacer y permaneciendo en su amor, son los que heredarán la Vida Eterna. En Juan 5:24, Jesús declara:
24De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendrá á condenación, mas pasó de muerte á vida.
Esta Vida Eterna no es simplemente una continuación de la existencia, sino una Vida en Plenitud, en la Presencia de Dios, libre de todo dolor, tristeza, y muerte (Apocalipsis 21:4). Es una vida de gozo interminable, en perfecta conexión con nuestro Creador.
Castigo Eterno: En contraste, aquellos que rechazan a Cristo, que viven apartados de Dios y siguen sus propios caminos, enfrentarán un destino mucho más oscuro. Jesús fue muy claro acerca del juicio que aguarda a los impenitentes. En Mateo 25:41, dice:
41Entonces dirá también á los que estarán á la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y para sus ángeles:…
Este castigo no es temporal ni correctivo; es eterno. Es la separación completa de Dios, la fuente de toda luz, amor y vida, lo que lleva al sufrimiento y la oscuridad absoluta.
La Irreversibilidad de la Eternidad
Una de las características más aterradoras y asombrosas de la eternidad es su irreversibilidad. A diferencia de las decisiones que tomamos en esta vida, que pueden ser corregidas o ajustadas mientras allá vida, nuestra elección respecto a Dios tiene consecuencias Eternas que no pueden ser cambiadas una vez que cruzamos el umbral de la muerte. La parábola de Lázaro y el hombre rico (Lucas 16:19-31) ilustra esta realidad. El hombre rico, en tormento después de la muerte, clama por alivio, pero se le dice que entre él y Lázaro, que está en el seno de Abraham, hay “un gran abismo” (una sima) que nadie puede cruzar. Esto subraya la finalización de nuestra oportunidad de elegir nuestro destino una vez que hemos dejado esta vida.
La Urgencia del Presente
Dado que la Eternidad es una realidad inevitable para todos, la urgencia de prepararnos para ella no puede ser exagerada. Jesús nos advierte repetidamente que estemos listos, que no dejemos para mañana lo que debe hacerse hoy. Mateo 25:13:
13Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del hombre ha de venir.
Cada día que vivimos es una oportunidad otorgada por la Gracia de Dios para asegurarnos de que estamos en el camino correcto hacia la Vida Eterna.
LA CERTEZA DE LA SALVACIÓN EN CRISTO
Uno de los dones más preciosos que ofrece el Evangelio es la certeza de la salvación en Cristo. No estamos destinados a vivir en incertidumbre o en temor constante acerca de nuestro Destino Eterno. A través de la Obra Redentora de Jesucristo, podemos tener plena seguridad de que nuestra alma está segura en Él, y que la Vida Eterna es nuestra Herencia garantizada. Este punto es esencial para la fe cristiana y es una fuente de paz y esperanza inquebrantable.
La Seguridad de la Promesa Divina
La certeza de nuestra salvación no se basa en nuestras obras, emociones o circunstancias, sino en la promesa inmutable de Dios. El apóstol Pablo afirma en Efesios 2:8-9:
8Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es Don de Dios:
9No por obras, para que nadie se gloríe.
Aquí, la Escritura nos asegura que nuestra Salvación es un Regalo Divino, dado por Gracia y recibido a través de la fe. Esta Gracia no depende de nuestra habilidad para mantenerla o merecerla, sino de la fidelidad de Dios a Su Promesa.
Dios ha prometido que aquellos que creen en su Hijo no perecerán, sino que tendrán Vida Eterna (Juan 3:16). Esta promesa es un ancla para el alma, que nos permite descansar en la seguridad de que, independientemente de nuestras fallas o debilidades, nuestra Salvación está asegurada por la Obra Perfecta de Cristo en la cruz. En Hebreos 6:17-20, se nos dice:
17Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente á los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento;
18Para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo, los que nos acogemos á trabarnos de la esperanza propuesta:
19La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que entra hasta dentro del velo;
20Donde entró por nosotros como precursor Jesús, hecho Pontífice eternalmente según el orden de Melchîsedec.
Esta metáfora del “ancla del alma” ilustra la firmeza y estabilidad de la Salvación que tenemos en Cristo.
La Obra Terminada de Cristo
La base de nuestra certeza está en la Obra Consumada de Jesucristo. En la cruz, Jesús declaró: “Consumado es” (Juan 19:30). Estas palabras no fueron solo una declaración de su sufrimiento físico, sino un pronunciamiento de que la Obra de Redención del espíritu y del alma estaba completa. Cristo pagó la deuda del pecado en su totalidad, satisfaciendo completamente la justicia divina y reconciliándonos con Dios.
El sacrificio de Cristo es perfecto y suficiente, y no necesita ser complementado por nuestras obras o esfuerzos. Hebreos 10:14 dice:
14Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre á los santificados.
Esta perfección no es una cuestión de nuestro desempeño moral, sino de la eficacia del Sacrificio de Cristo. Si hemos puesto nuestra fe en Él, somos contados entre aquellos a quienes Él ha hecho perfectos para siempre.
Además, la resurrección de Jesús es la prueba definitiva de que su sacrificio fue aceptado por Dios, como dice Romanos 4:25:
25El cual fué entregado por nuestros delitos, y resucitado para nuestra justificación.
La resurrección es la prueba viviente de que el poder del pecado y de la muerte ha sido derrotado, y es también la garantía de nuestra justificación ante Dios.
La Obra del Espíritu Santo
Otra dimensión clave de la certeza de la Salvación es la Obra del Espíritu Santo en la vida del creyente. En Efesios 1:13-14, Pablo escribe:
13En el cual esperasteis también vosotros en oyendo la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salud: en el cual también desde que creísteis, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
14Que es las arras de nuestra herencia, para la redención de la posesión adquirida para alabanza de su gloria.
Aquí, el Espíritu Santo es descrito como un Sello y una Garantía de nuestra Salvación. El Sello del Espíritu es una Marca de pertenencia, indicando que somos Propiedad de Dios y que nuestra Salvación está asegurada por Su Poder. Además, el Espíritu Santo es dado como “arras” o depósito, un adelanto de nuestra Herencia Eterna. Esto significa que la Presencia del Espíritu en nuestras vidas es una muestra de la Plena Redención que experimentaremos en la Eternidad.
El Espíritu Santo también Obra en nosotros para producir frutos que son evidencias de nuestra salvación (Gálatas 5:22-23). Estos frutos no son la causa de nuestra salvación, sino el resultado de la Obra del Espíritu en aquellos que han sido regenerados. La transformación de nuestras vidas, el crecimiento en santidad, y el amor creciente por Dios y por los demás son señales visibles de la Vida Eterna que ya ha comenzado en nosotros.
La Perseverancia de los Santos
La doctrina de la perseverancia de los santos es otro fundamento de nuestra certeza en Cristo. Aquellos que han sido verdaderamente salvados por Dios serán preservados hasta el final. Jesús dijo en San Juan 10:27-28:
27Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen;
28Y yo les doy vida eterna y no perecerán para siempre, ni nadie las arrebatará de mi mano.
Esta promesa es una Garantía de que, una vez que pertenecemos a Cristo, nada ni nadie puede separarnos de Su Amor. El apóstol Pablo también reafirma esta seguridad en Romanos 8:38-39:
38Por lo cual estoy cierto que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
39Ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna criatura nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Esta convicción se basa en la Omnipotencia de Dios, quien no solo nos salva, sino que también nos guarda hasta el Día de la Redención Final.
La Respuesta de Fe
Aunque la certeza de la salvación es un Don de Dios, también requiere una respuesta continua de fe de nuestra parte. La fe no es un acto único, sino una postura constante de confianza y obediencia a Cristo, como dice Hebreos 10:39:
39Pero nosotros no somos tales que nos retiremos para perdición, sino fieles para ganancia del alma.
Es vital que continuemos nutriendo nuestra fe a través de la Palabra de Dios, la oración, y la comunión con otros creyentes. La seguridad de nuestra Salvación no nos lleva a la complacencia, sino a un mayor deseo de vivir para Cristo, sabiendo que Él es fiel para completar la Obra que ha comenzado en nosotros (Filipenses 1:6).
REFLEXIONANDO EN LA CONDICIÓN DEL CORAZÓN
La pregunta “¿Sabes cuál será tu destino eterno?” no es simplemente una cuestión teológica, sino una invitación a un examen profundo y honesto de la condición de nuestro corazón. La Biblia nos enseña que el estado de nuestro corazón es crucial para nuestra relación con Dios y, en última instancia, para nuestro Destino Eterno. Reflexionar en la condición de nuestro corazón implica un autoexamen sincero, a la luz de la Palabra de Dios, para determinar si estamos verdaderamente alineados con Su Voluntad y si nuestra fe es genuina.
El Corazón en la Escritura
En la Biblia, el corazón no se refiere únicamente al órgano físico, sino que representa el centro de nuestro ser, la sede de nuestras emociones, pensamientos, voluntad y carácter. En Proverbios 4:23 nos advierte:
23Sobre toda cosa guardada guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.
Este versículo subraya la importancia vital de cuidar y examinar el corazón, ya que de él brotan todas nuestras acciones y decisiones. Jesús también enfatiza la centralidad del corazón cuando dice en Marcos 7:21-23, lo siguiente:
21Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios,
22Los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, las desvergüenzas, el ojo maligno, las injurias, la soberbia, la insensatez.
23Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.
Estas palabras revelan que el pecado no es simplemente un problema externo, sino que surge del interior de una persona, del estado de su corazón.
La Naturaleza Pecaminosa del Corazón Humano
El profeta Jeremías declara en el capítulo 17, verso 9:
9Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?
Esta afirmación nos enfrenta con la realidad de nuestra naturaleza caída. El corazón humano, sin la intervención regeneradora de Dios, está inclinado al mal, engañándose a sí mismo y resistiendo la Verdad Divina. Este reconocimiento es esencial para cualquier reflexión seria sobre nuestra condición espiritual. Si no entendemos la gravedad de nuestra situación, no veremos la necesidad urgente de la Gracia transformadora de Dios.
La Escritura es clara en que todos hemos pecado y estamos destituidos de la Gloria de Dios (Romanos 3:23). El pecado ha corrompido nuestros corazones, llevándonos a alejarnos de Dios y a buscar nuestros propios deseos egoístas. Esta corrupción interna no puede ser rectificada por esfuerzos humanos o buenas intenciones; solo puede ser sanada por la intervención divina.
La Necesidad de un Nuevo Corazón
El diagnóstico de nuestra condición espiritual es grave, pero Dios, en su Misericordia, ofrece un remedio. A través del profeta Ezequiel, Dios prometió dar a su pueblo un nuevo corazón, Ezequiel 36:26 dice:
26Y os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré corazón de carne.
Este es un poderoso retrato de la Obra de Regeneración que Dios realiza en aquellos que vienen a Él en arrepentimiento y fe. El “corazón de piedra” simboliza la dureza, insensibilidad y rebeldía hacia Dios, mientras que el “corazón de carne” representa un corazón sensible, receptivo y obediente a la Voz del Espíritu Santo. Este cambio de corazón es esencial para entrar en una relación correcta con Dios. Jesús enseñó que “si no nacéis de nuevo, no podéis ver el reino de Dios” (Juan 3:3), subrayando que una transformación interna es absolutamente necesaria para la Salvación.
Examinando Nuestro Corazón a la Luz de la Palabra
Para reflexionar en la condición de nuestro corazón, debemos permitir que la Palabra de Dios lo examine y lo ilumine. En Hebreos 4:12 describe a la Palabra de Dios de la siguiente manera: viva, eficaz, cortante, penetrante y discernidora.
12Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos: y que alcanza hasta partir el alma, y aun el espíritu, y las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
La Escritura no solo nos enseña la verdad, sino que también revela las intenciones ocultas de nuestro corazón, exponiendo tanto el pecado como las áreas de necesidad espiritual. Este proceso de autoexamen es fundamental para nuestro crecimiento espiritual. En el Salmo 139:23-24, David ora:
23Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón: Pruébame y reconoce mis pensamientos:
24Y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.
Esta oración refleja una actitud de humildad y apertura ante Dios, reconociendo que necesitamos Su Guía para caminar en rectitud.
Frutos Dignos de Arrepentimiento
Jesús dijo que “por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:20), refiriéndose a que la verdadera condición del corazón se manifiesta en los frutos de nuestras vidas. Un corazón transformado por la Gracia de Dios producirá frutos dignos de arrepentimiento, tales como amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22-23). Estos frutos son evidencias de que el Espíritu Santo está obrando en nosotros, conformándonos a la Imagen de Cristo.
Por otro lado, la ausencia de tales frutos, o la presencia de frutos malos, puede ser una señal de que nuestro corazón no está alineado con Dios. Jesús advirtió que no todos los que le llaman “Señor” entrarán en el reino de los cielos, sino solo aquellos que hacen la Voluntad de Su Padre (Mateo 7:21). Esto nos lleva a la necesidad de un examen constante y honesto de nuestras vidas para asegurarnos de que estamos viviendo en obediencia y fe genuina.
El Llamado al Arrepentimiento y Fe
Finalmente, reflexionar en la condición de nuestro corazón nos lleva al llamado urgente, al arrepentimiento y la fe. Si, al examinarnos, descubrimos áreas de pecado, dureza, o apatía espiritual, la respuesta adecuada es arrepentirse y volvernos a Dios. En 1 Juan 1:9, se nos asegura:
9Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad.
Dios, en Su Misericordia, nos ofrece el perdón y la purificación, restaurando nuestra comunión con Él. El arrepentimiento no es un acto de una sola vez, sino un estilo de vida continuo de humildad y dependencia de la Gracia de Dios. Es la respuesta diaria de un corazón que reconoce su necesidad constante de la Salvación que solo Cristo puede proveer.
EL CAMINO A LA VIDA ETERNA
La pregunta clave del tema nos lleva implícita la cuestión de cómo llegar a la Vida Eterna. La Vida Eterna, según la Biblia, es un Regalo maravilloso que Dios ofrece a todos los que creen en Su Hijo Jesucristo. Sin embargo, este camino no es uno que el ser humano pueda encontrar o recorrer por sus propios medios. El Camino a la Vida Eterna es un Sendero de fe y obediencia, marcado por la Gracia de Dios y la Obra Redentora de Cristo. Es un Camino que exige una respuesta decisiva y un compromiso continuo de nuestra parte.
Jesucristo: El Único Camino
En un mundo lleno de religiones, filosofías y sistemas de creencias (denominaciones), Jesús hizo una afirmación exclusiva y radical en San Juan 14:6:
6Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí.
Con estas palabras, Jesús dejó claro que la Vida Eterna no se encuentra a través de ningún otro medio, sino únicamente por medio de Él. No es suficiente ser moralmente bueno, ni seguir una serie de rituales religiosos, o adherirse a una filosofía espiritual; la Vida Eterna solo se puede obtener a través de una relación personal con Jesucristo.
La exclusividad de Jesucristo como el único Camino a Dios es fundamental para el mensaje cristiano. Esta afirmación descansa en la realidad de que solo Cristo, siendo el Hijo de Dios, pudo cumplir la Justicia Divina a través de Su Sacrificio en la cruz. En Hechos 4:12, Pedro declara con firmeza lo siguiente:
12Y en ningún otro hay salud (salvación); porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado á los hombres, en que podamos ser salvos.
Esta declaración enfatiza que la Salvación y la Vida Eterna no son accesibles a través de ningún otro medio o nombre.
La Fe como Entrada al Camino
El acceso al Camino de la Vida Eterna comienza con la fe. Esta fe no es simplemente un asentimiento intelectual a ciertas doctrinas, sino una confianza total y personal en Jesucristo como Señor y Salvador. La Escritura es clara en que “el justo por la fe vivirá” (Habacuc 2:4; Romanos 1:17). La fe genuina implica un cambio radical de vida, donde uno se aparta del pecado y se vuelve a Dios, confiando plenamente en la Obra Redentora de Cristo.
El apóstol Pablo explica en Efesios 2:8-9 que la Salvación es por Gracia a través de la fe, y que es un Don de Dios, no el resultado de nuestras obras. Este énfasis en la fe recalca que no podemos ganarnos la Vida Eterna por nuestras propias fuerzas o méritos; es un Regalo inmerecido que recibimos al poner nuestra confianza en Cristo.
Sin embargo, la fe verdadera es activa y produce frutos. En Santiago 2:17 nos recuerda que “la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.” Esto significa que, aunque somos salvos por la fe, esa fe se manifiesta en una vida transformada, en la que obedecemos a Dios y buscamos Su Voluntad en todas las cosas.
El Arrepentimiento: El Primer Paso en el Camino
Antes de comenzar a caminar en el Camino de la Vida Eterna, es necesario el arrepentimiento. Jesús comenzó su ministerio, de la siguiente manera como se menciona en Marcos 1:14-15:
14Mas después que Juan fué encarcelado, Jesús vino á Galilea predicando el evangelio del reino de Dios,
15Y diciendo: El tiempo es cumplido, y el reino de Dios está cerca: arrepentíos, y creed al evangelio.
El arrepentimiento implica un cambio de mente y de dirección; es reconocer nuestra pecaminosidad, lamentar nuestros pecados, y decidir apartarnos de ellos para seguir a Cristo.
El arrepentimiento no es simplemente un sentimiento de culpa, sino una acción decisiva que implica volverse de nuestros pecados y alinearse con la Voluntad de Dios. Hechos 3:19 nos exhorta:
19Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; pues que vendrán los tiempos del refrigerio de la presencia del Señor,…
Este versículo no solo habla del perdón de pecados, sino también de la renovación y restauración que sigue al arrepentimiento genuino.
La Obediencia: El Camino en Acción
Una vez que hemos entrado en el Camino de la Vida Eterna por la fe y el arrepentimiento, estamos llamados a caminar en obediencia. Jesús dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). La obediencia no es un requisito para ganarse la Salvación, pero es la evidencia de una fe viva y genuina. Es la manera en que mostramos nuestro amor por Dios y nuestro compromiso con Su Reino. En Mateo 7:21, Jesús advierte:
21No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: mas el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Este versículo subraya que la obediencia a la Voluntad de Dios es un Sello distintivo de aquellos que verdaderamente han entrado en el Camino de la Vida Eterna. La obediencia no es una opción, sino una expectativa para todos los que desean seguir a Cristo.
Además, la obediencia es una respuesta de gratitud por la Salvación que hemos recibido. No obedecemos para ganar el Favor de Dios, sino porque ya lo hemos recibido por medio de Cristo. En 1 Juan 5:3, se nos dice:
3Porque este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son penosos.
La obediencia, lejos de ser una carga, es un deleite para aquellos que hemos sido transformados por la Gracia de Dios.
La Perseverancia en el Camino
El Camino a la Vida Eterna es un Camino de perseverancia. Jesús mismo dijo: “El que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:13). Esta afirmación indica que la vida cristiana es una larga carrera de resistencia, no un sprint corto. La perseverancia en la fe, en el arrepentimiento y en la obediencia es crucial para permanecer en el camino que conduce a la Vida Eterna.
La perseverancia no depende de nuestra fuerza, sino de la Gracia de Dios que nos sostiene. En Filipenses 1:6 nos asegura que “el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” Esta promesa nos da la confianza de que Dios, quien nos llamó, también nos capacitará para llegar al final del camino.
Sin embargo, la perseverancia también requiere que estemos alertas y vigilantes, manteniéndonos firmes en la fe y resistiendo las tentaciones y los engaños que podrían apartarnos del camino. En Hebreos 12:1-2:
1POR tanto nosotros también, teniendo en derredor nuestro una tan grande nube de testigos, dejando todo el peso del pecado que nos rodea, corramos con paciencia la carrera que nos es propuesta,
2Puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, en Jesús; el cual, habiéndole sido propuesto gozo, sufrió la cruz, menospreciando la vergüenza, y sentóse á la diestra del trono de Dios.
Mantener nuestros ojos en Jesucristo es esencial para perseverar, pues Él es nuestro ejemplo y nuestra fuerza en la carrera de la fe.
La Comunidad de Fe: Apoyo en el Camino
Dios no nos llama a caminar solos en el camino a la Vida Eterna. Nos ha dado una comunidad de fe, la Iglesia, para apoyarnos, alentarnos y corregirnos cuando sea necesario. En Hebreos 10:24-25 nos insta de la siguiente manera:
24Y considerémonos los unos á los otros para provocarnos al amor y á las buenas obras;
25No dejando nuestra congregación, como algunos tienen por costumbre, mas exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.
La vida cristiana es una vida en comunidad, donde nos ayudamos mutuamente a permanecer firmes en el camino. La comunión con otros creyentes es vital para nuestra perseverancia y crecimiento espiritual. A través del discipulado, la oración, el estudio de la Biblia y la adoración conjunta, somos fortalecidos para seguir adelante en el camino que conduce a la Vida Eterna.
LA URGENCIA DE LA DECISIÓN
El tema de la Eternidad y el Destino Eterno no es algo que pueda posponerse o tomarse a la ligera. La pregunta formulada para el tema de esta ocasión lleva consigo una urgencia ineludible. La decisión de dónde pasaremos la Eternidad no es una cuestión que deba relegarse a un segundo plano o dejarse para más adelante. La Biblia nos llama a tomar esta decisión de manera inmediata y consciente, reconociendo que nuestras vidas son breves y que la oportunidad de aceptar la Salvación que Dios ofrece en Cristo es limitada.
La Brevedad de la Vida
Una de las razones principales por las que esta decisión es urgente es la brevedad de la vida humana. Santiago 4:14 nos recuerda lo siguiente:
14Y no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es un vapor que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.
Este versículo nos confronta con la realidad de que nuestra existencia terrenal es fugaz, y ninguno de nosotros sabe cuánto tiempo nos queda. La vida es un don precioso, pero también frágil, y no debemos suponer que tendremos más tiempo para tomar la decisión más importante de nuestras vidas. El Salmo 90:12 nos exhorta:
12Enséñanos de tal modo á contar nuestros días, Que traigamos al corazón sabiduría.
Este llamado a la Sabiduría nos invita a vivir con una conciencia constante de la brevedad de la vida, tomando decisiones que tengan valor eterno. La urgencia radica en que cada día que pasa es un día menos para tomar la decisión de seguir a Cristo, y no sabemos cuándo llegará el momento en que nuestra oportunidad se cierre para siempre.
La Incertidumbre del Mañana
No solo es breve la vida, sino que también es incierta. Proverbios 27:1 advierte:
1NO te jactes del día de mañana; Porque no sabes qué dará de sí el día.
Vivimos en un mundo lleno de incertidumbre, donde los planes, las seguridades y las expectativas pueden cambiar en un instante. La vida puede alterarse dramáticamente por una enfermedad, un accidente o una circunstancia inesperada. Esta incertidumbre subraya la urgencia de tomar decisiones espirituales ahora, sin retrasarlas.
Jesús contó una parábola que ilustra esta realidad en Lucas 12:16-21. En esta historia, un hombre rico planea para su futuro terrenal, acumulando bienes y preparándose para disfrutar de una vida cómoda. Sin embargo, Dios le dice:
20Y díjole Dios: Necio, esta noche vuelven á pedir tu alma; y lo que has prevenido, ¿de quién será?
[Lucas 12:20]
Este hombre, que había puesto toda su confianza en sus bienes materiales, fue confrontado con la realidad de su propia mortalidad, y perdió la oportunidad de preparar su alma para la Eternidad.
La Realidad del Juicio
La urgencia de la decisión también se basa en la certeza del juicio venidero. En Hebreos 9:27 nos dice:
27Y de la manera que está establecido á los hombres que mueran una vez, y después el juicio;…
Este versículo nos enseña que después de la muerte, enfrentaremos el juicio de Dios, donde cada persona dará cuenta de su vida. Aquellos que han rechazado la Salvación en Cristo se enfrentarán a la condenación eterna, mientras que los que han aceptado a Cristo como su Salvador recibirán la Vida Eterna.
Este juicio es inevitable y final. En Apocalipsis 20:12-15, la visión del gran Trono Blanco nos muestra cómo los muertos, grandes y pequeños, serán juzgados según sus obras. Aquellos cuyos nombres no estén escritos en el Libro de la Vida serán lanzados al lago de fuego, lo que representa la separación eterna de Dios. La gravedad de esta realidad demanda una decisión inmediata, porque después de la muerte, no habrá segunda oportunidad para arrepentirse y aceptar la Salvación.
El Día de Salvación es Hoy
El apóstol Pablo declara en 2 Corintios 6:2:
2(Porque dice: En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salud te he socorrido: he aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salud:)
Este llamado enfatiza que el momento de tomar una decisión para Cristo es ahora. No hay un mejor momento para responder al evangelio que el presente. La oferta de Salvación está abierta hoy, pero no podemos asumir que lo estará mañana. Cada día que pasa sin tomar una decisión por Cristo es un día más cerca del juicio, y la Biblia nos insta a no endurecer nuestros corazones cuando oímos Su Voz (Hebreos 3:15).
La oferta de Salvación es un Regalo gratuito, pero también es una oferta limitada en tiempo. Jesús mismo dijo: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mateo 12:30). Este versículo subraya que no existe una neutralidad espiritual. No decidirse por Cristo es, en realidad, una decisión en contra de Él.
El Testimonio del Espíritu Santo
Además, la urgencia de la decisión está respaldada por el testimonio continuo del Espíritu Santo en nuestros corazones. Jesús prometió enviar al Espíritu Santo para convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio (Juan 16:8). El Espíritu Santo trabaja en nuestros corazones, llamándonos al arrepentimiento y a la fe en Cristo. Ignorar o resistir la Voz del Espíritu es arriesgar endurecer nuestro corazón hasta el punto en que ya no somos capaces de responder a la Gracia de Dios. En Hebreos 3:7-8:
7Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz,
8No endurezcáis vuestros corazones…
Cada vez que resistimos el Llamado del Espíritu Santo, corremos el riesgo de endurecer nuestro corazón más y más, haciéndonos cada vez más insensibles a Su Llamado. Es un recordatorio solemne de que la oportunidad para arrepentirse y creer no está garantizada indefinidamente.
La Invitación Abierta de Dios
Dios, en Su Amor y Misericordia, extiende su invitación a todos: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Esta invitación está abierta para todos, pero requiere una respuesta inmediata. En la parábola de las bodas (Mateo 22:1-14), Jesús describe cómo muchos fueron invitados al banquete, pero muchos de ellos no quisieron venir. Aquellos que rechazaron la invitación perdieron su lugar en la fiesta, mientras que otros, los que aceptaron, disfrutaron de la comunión con el rey. Esta parábola ilustra que la invitación de Dios a la Salvación es seria y requiere una respuesta decisiva.
El apóstol Pedro exhorta en 2 Pedro 3:9 lo siguiente:
9El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.
Dios es paciente y desea que todos se salven, pero esta paciencia no debe ser malinterpretada como una licencia para postergar nuestra respuesta. Su invitación es ahora, y su deseo es que nadie perezca, pero cada persona debe decidir si aceptará o rechazará esta oferta de salvación.
Conclusión
Mientras reflexionamos sobre la pregunta inicial, se hace evidente que esta es la cuestión más trascendental que jamás enfrentaremos. No es simplemente una pregunta teórica o abstracta; es una pregunta que tiene implicaciones directas y eternas para cada uno de nosotros. La vida es breve, y la Eternidad es segura, pero el destino de esa Eternidad depende de la decisión que tomemos respecto a Cristo aquí y ahora.
Dios, en Su Infinito Amor y Misericordia, nos ha ofrecido la Salvación a través de Jesucristo. Él no nos obliga a aceptarla, pero nos invita a hacerlo con urgencia, sabiendo que cada día es una oportunidad que no se repetirá. El mañana no nos está garantizado, y el juicio está a las puertas. La Vida Eterna es un Don precioso que no se puede comprar ni ganar; solo se puede recibir mediante la fe en el Sacrificio redentor de Jesús.
Es fácil enredarse en las preocupaciones de esta vida, en los planes para el futuro, o en los placeres temporales que nos distraen de lo Eterno. Sin embargo, la Biblia nos advierte repetidamente sobre la brevedad de la vida y la incertidumbre del mañana. La Escritura nos llama a vivir con la Eternidad en mente, sabiendo que nuestras decisiones en esta vida tienen un peso eterno.
Al considerar el estado de nuestro corazón, debemos ser honestos con nosotros mismos y con Dios. ¿Hemos aceptado verdaderamente a Cristo como nuestro Señor y Salvador? ¿Estamos caminando en fe, arrepentimiento y obediencia? ¿O hemos postergado esta decisión, creyendo que aún tenemos tiempo? La verdad es que cada día sin Cristo es un día perdido, y cada momento que posponemos la decisión es un riesgo enorme que estamos tomando con nuestra alma.
El camino a la Vida Eterna es claro, pero requiere una respuesta decidida y urgente. Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida, y nadie viene al Padre sino por Él. Esta es una afirmación ineludible y crucial. La invitación de Dios está abierta hoy, pero la respuesta debe ser inmediata. No hay mayor tragedia que perder la Vida Eterna por indecisión o demora.
Así que, en este momento, mientras sientes el Llamado de Dios, te insto a no endurecer tu corazón. No dejes que el orgullo, la duda o el dejarlo para luego te priven del Regalo más grande que jamás se haya ofrecido. Recuerda que la Eternidad está a un paso, y que tu destino eterno está en juego. Hoy es el día de Salvación; hoy es el momento de asegurarte de que tu nombre está escrito en el Libro de la Vida.
Que el Señor te conceda la Gracia de responder a Su Llamado con fe, arrepentimiento y obediencia, asegurando así un destino eterno en Su Gloriosa Presencia. No hay decisión más urgente ni más importante que esta. ¡Que el Espíritu Santo te guíe en el Camino de la Vida Eterna, y que encuentres en Cristo la seguridad, la paz y la salvación que solo Él puede dar!
Oración
Padre Celestial, en este momento nos acercamos a Ti, reconociendo que solo Tú eres el dador de la Vida Eterna y la fuente de toda esperanza. Venimos ante Tu Trono de Gracia intercediendo por aquellos que aún no han decidido entregarte su corazón. Señor, despierta sus almas, abre sus ojos y sus oídos para que vean la urgencia y la realidad de su necesidad de Ti. No permitas que los engaños de este mundo, el temor al mañana o las cadenas del pecado los aparten más de Tu Amor.
Grande y Todopoderoso Espíritu Santo, toca sus corazones en este instante, derriba toda barrera que los aleja de la verdad, y llena sus vidas de convicción, para que no endurezcan más sus corazones, sino que respondan a Tu Llamado con humildad y arrepentimiento. Que esta sea la hora en que las cadenas se rompan, los corazones se rindan, y las almas encuentren su refugio en Cristo.
Señor, Te pedimos que les concedas la valentía para tomar una decisión radical y eterna. Que no se postergue más el momento de acercarse a Ti, sino que hoy sea el día en que esté seguro de que su nombre está escrito en el Libro de la Vida. Llénalos de Tu Paz, de Tu Amor y de Tu Salvación. Que reconozcan que fuera de Ti no hay esperanza, y que solo en Tu Presencia hay plenitud de gozo y Vida Eterna.
Padre, Tú has dicho que no deseas que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Hoy clamamos por esas almas preciosas, para que respondan a Tu Invitación, que no se desvíen ni a derecha ni a izquierda, sino que encuentren en Ti la certeza de la Vida Eterna. ¡Que nadie más se pierda, Señor, sino que todos vengan a Ti! En el Nombre que es sobre todo nombre, en el Nombre del Señor Jesucristo te lo pido. ¡Amén!
Do You Know What Your Eternal Destiny Will Be?
Introduction
Brother and Sister, we live in a world where the temporary and ephemeral seems to occupy all our attention. We care about our careers, our families, our possessions, and our short-term goals. However, there is a reality that transcends this passing world: Eternity. Have you ever stopped to consider what awaits you beyond this life? Have you thought about your Eternal Destiny?
This question is not a simple philosophical or theological question; it is a matter of life and death, of salvation or perdition. Scripture teaches us that each of us will face an eternal destiny, whether it is Life with God or eternal separation from Him. The decision we make in this life, regarding our faith and obedience to Christ, will determine our place in Eternity.
In this episode, we'll dive into the depth of this crucial question: "Do you know what your eternal destiny will be?" We will explore what the Bible says about it, and invite you to seriously reflect on your relationship with God and the assurance of your Salvation in Christ. It is a call to look beyond the temporal and to ensure that our lives are aligned with God's Eternal Purpose.
John 3:14-21:
14 And as Moses lifted up the serpent in the wilderness, so must the Son of man be lifted up;
15 So that whoever believes in him should not perish, but have eternal life.
16 For God so loved the world that he gave his only begotten Son, that whoever believes in him should not perish, but have eternal life.
17 For God did not send his Son into the world to condemn the world, but that the world might be saved through him.
18He who believes in him is not condemned; but he who does not believe is condemned already, because he did not believe in the name of the only begotten Son of God.
19 And this is the condemnation: for light has come into the world, and men loved darkness more than light; because his deeds were bad.
20For everyone who does evil hates the light and does not come to the light, lest his deeds be reproved.
21 But he who works truthfully comes to the light, that his works may be made manifest that they are done in God.
THE REALITY OF ETERNITY
Eternity is a realistic concept that defies the comprehension of our thin and finite understanding. In a world where everything seems to have a beginning and an end, the idea of something that transcends time is, in many ways, incomprehensible. However, the Bible is clear on this: all human beings are meant to live forever, either in God's Presence or separated from Him forever.
The Infinite Nature of the Human Soul
From the beginning, the Bible teaches us that man was created in the image and likeness of God (Genesis 1:26-27), which includes the possession of an immortal soul. While our bodies are temporary and subject to death, our soul endures beyond the grave. This sense of eternity often manifests itself in the human longing for purpose, meaning, and connection to something greater than ourselves. Even those who deny the existence of God often experience an emptiness, an insatiable desire for something that the material world cannot offer. This emptiness is the echo of our true eternal nature, designed to live in communion with God.
Two Eternal Destinies
Scripture presents us with two possible eternal destinies: Eternal Life and eternal punishment. Jesus spoke of these destinies on multiple occasions, emphasizing that each person will end up in one of these two places.
Eternal Life: Those who have put their faith in Christ, following His commandments, obeying Him, doing what He asks us to do, and abiding in His love, are the ones who will inherit Eternal Life. In John 5:24, Jesus states:
24 Truly, truly, I say to you, whoever hears my word and believes him who sent me has eternal life; and he will not come to condemnation, but passed from death to life.
This Eternal Life is not simply a continuation of existence, but a Life in Fullness, in the Presence of God, free from all pain, sorrow, and death (Revelation 21:4). It is a life of endless joy, in perfect connection with our Creator.
Eternal Punishment: In contrast, those who reject Christ, who live apart from God and follow their own ways, will face a much darker fate. Jesus was very clear about the judgment that awaits the unrepentant. In Matthew 25:41, it says:
41 Then he will say also to those who will be on the left, "Depart from me, you cursed, into the eternal fire prepared for the devil and for his angels:...
This punishment is neither temporary nor corrective; it is eternal. It is complete separation from God, the source of all light, love, and life, that leads to suffering and utter darkness.
The Irreversibility of Eternity
One of the most terrifying and amazing characteristics of eternity is its irreversibility. Unlike the choices we make in this life, which can be corrected or adjusted while there, our choice regarding God has Eternal consequences that cannot be changed once we cross the threshold of death. The parable of Lazarus and the rich man (Luke 16:19-31) illustrates this reality. The rich man, in torment after death, cries out for relief, but is told that between him and Lazarus, who is in Abraham's bosom, there is "a great chasm" (a chasm) that no one can cross. This underscores the completion of our opportunity to choose our destiny once we have left this life.
The Urgency of the Present
Since Eternity is an inevitable reality for everyone, the urgency to prepare for it cannot be overstated. Jesus repeatedly warns us to be ready, not to put off until tomorrow what needs to be done today. Matthew 25:13:
13 Watch therefore, for you do not know the day or the hour when the Son of Man will come.
Every day we live is an opportunity granted by God's Grace to ensure that we are on the right path to Eternal Life.
THE CERTAINTY OF SALVATION IN CHRIST
One of the most precious gifts the gospel offers is the assurance of salvation in Christ. We are not meant to live in uncertainty or constant fear about our Eternal Destiny. Through the Redemptive Work of Jesus Christ, we can have full assurance that our soul is secure in Him, and that Eternal Life is our guaranteed Inheritance. This point is essential to the Christian faith and is a source of unshakable peace and hope.
The Assurance of the Divine Promise
The certainty of our salvation is not based on our works, emotions, or circumstances, but on God's unchanging promise. The apostle Paul states in Ephesians 2:8-9:
8For by grace you are saved by faith; and this not of yourselves, for it is the gift of God:
9 Not by works, lest anyone should boast.
Here, Scripture assures us that our Salvation is a Divine Gift, given by Grace and received through faith. This Grace does not depend on our ability to keep it or deserve it, but on God's faithfulness to His Promise.
God has promised that those who believe in His Son will not perish, but will have Eternal Life (John 3:16). This promise is an anchor for the soul, allowing us to rest in the assurance that, regardless of our faults or weaknesses, our Salvation is secured by the Perfect Work of Christ on the cross. In Hebrews 6:17-20, we are told:
17 Wherefore, God wished to show more abundantly to the heirs of the promise the immutability of his counsel, and swore an oath;
18 That by two immutable things, in which it is impossible for God to lie, we may have the strongest consolation, who take refuge in the hope proposed:
19 Which we have as a sure and firm anchor of the soul, and which enters even within the veil;
20 Where Jesus entered for us as a forerunner, made Pontiff eternally after the order of Melchizedek.
This metaphor of the "anchor of the soul" illustrates the firmness and stability of the Salvation we have in Christ.
The Finished Work of Christ
The basis of our assurance is in the Finished Work of Jesus Christ. On the cross, Jesus declared, "It is finished" (John 19:30). These words were not only a declaration of his physical suffering, but a pronouncement that the Work of Redemption of the spirit and soul was complete. Christ paid the debt of sin in full, fully satisfying divine justice and reconciling us to God.
Christ's sacrifice is perfect and sufficient, and it does not need to be supplemented by our works or efforts. Hebrews 10:14 says:
14 For by one offering he made those who are sanctified perfect forever.
This perfection is not a question of our moral performance, but of the efficacy of Christ's sacrifice. If we have put our faith in Him, we are counted among those whom He has made perfect forever.
Furthermore, Jesus' resurrection is the ultimate proof that His sacrifice was accepted by God, as Romans 4:25 says:
25 Who was delivered up for our trespasses, and raised up for our justification.
The resurrection is the living proof that the power of sin and death has been defeated, and it is also the guarantee of our justification before God.
The Work of the Holy Spirit
Another key dimension of the certainty of Salvation is the Work of the Holy Spirit in the life of the believer. In Ephesians 1:13-14, Paul writes:
13 In whom you also waited when you heard the word of truth, the gospel of your salvation: in which also from the beginning of your belief you were sealed with the Holy Spirit of promise,
14 Which is the earnest of our inheritance, for the redemption of the possession acquired to the praise of his glory.
Here, the Holy Spirit is described as a Seal and a Guarantee of our Salvation. The Seal of the Spirit is a Mark of belonging, indicating that we are God's Property and that our Salvation is secured by His Power. In addition, the Holy Spirit is given as a "deposit" or deposit, a foretaste of our Eternal Inheritance. This means that the Presence of Spirit in our lives is a sign of the Full Redemption that we will experience in Eternity.
The Holy Spirit also Works in us to produce fruit that is evidence of our salvation (Galatians 5:22-23). These fruits are not the cause of our salvation, but the result of the Spirit's Work in those who have been regenerated. The transformation of our lives, the growth in holiness, and the growing love for God and for others are visible signs of the Eternal Life that has already begun in us.
The Perseverance of the Saints
The doctrine of the perseverance of the saints is another foundation of our certainty in Christ. Those who have been truly saved by God will be preserved to the end. Jesus said in John 10:27-28:
27My sheep hear my voice, and I know them, and they follow me;
28 And I give them eternal life, and they will not perish forever, nor will anyone snatch them out of my hand.
This promise is a Guarantee that, once we belong to Christ, nothing and no one can separate us from His Love. The apostle Paul also reaffirms this assurance in Romans 8:38-39:
38 Therefore I am certain that neither death nor life, nor angels, nor principalities, nor powers, nor things present nor things to come,
39 Neither high nor low, nor any creature will be able to separate us from the love of God, which is in Christ Jesus our Lord.
This conviction is based on the Omnipotence of God, who not only saves us, but also keeps us until the Day of Final Redemption.
The Response of Faith
Although the assurance of salvation is a gift from God, it also requires a continual response of faith on our part. Faith is not a single act, but a constant posture of trust and obedience to Christ, as Hebrews 10:39 says:
39 But we are not such as to withdraw to destruction, but faithful for the gain of the soul.
It is vital that we continue to nurture our faith through God's Word, prayer, and fellowship with other believers. The assurance of our salvation does not lead us to complacency, but to a greater desire to live for Christ, knowing that He is faithful to complete the Work He has begun in us (Philippians 1:6).
REFLECTING ON THE CONDITION OF THE HEART
The question "Do you know what your eternal destiny will be?" is not simply a theological question, but an invitation to a deep and honest examination of the condition of our heart. The Bible teaches us that the state of our heart is crucial to our relationship with God and, ultimately, to our Eternal Destiny. Reflecting on the condition of our heart involves sincere self-examination, in light of God's Word, to determine if we are truly aligned with His Will and if our faith is genuine.
The Heart in Scripture
In the Bible, the heart does not refer only to the physical organ, but represents the center of our being, the seat of our emotions, thoughts, will, and character. In Proverbs 4:23 he warns us:
23 Guard your heart above every thing that is kept; Because life flows from him.
This verse underscores the vital importance of caring for and examining the heart, as all our actions and decisions flow from it. Jesus also emphasizes the centrality of the heart when he says in Mark 7:21-23, the following:
21 For from within, out of the hearts of men, come evil thoughts, adulteries, fornications, murders,
22 Theft, covetousness, wickedness, deceit, shamelessness, an evil eye, reviling, pride, foolishness.
23 All these wickedness come out from within, and defile a man.
These words reveal that sin is not simply an external problem, but arises from within a person, from the state of his heart.
The Sinful Nature of the Human Heart
The prophet Jeremiah states in chapter 17, verse 9:
9 The heart is deceitful above all things, and desperately wicked; Who will know it?
This statement confronts us with the reality of our fallen nature. The human heart, without God's regenerating intervention, is inclined to evil, deceiving itself and resisting Divine Truth. This recognition is essential for any serious reflection on our spiritual condition. If we do not understand the gravity of our situation, we will not see the urgent need for God's transforming Grace.
Scripture is clear that we have all sinned and fall short of the glory of God (Romans 3:23). Sin has corrupted our hearts, leading us to turn away from God and pursue our own selfish desires. This internal corruption cannot be rectified by human efforts or good intentions; it can only be healed by divine intervention.
The Need for a New Heart
The diagnosis of our spiritual condition is serious, but God, in His Mercy, offers a remedy. Through the prophet Ezekiel, God promised to give His people a new heart, Ezekiel 36:26 says:
26 And I will give you a new heart, and I will put a new spirit within you; and I will remove the heart of stone from your flesh, and give you a heart of flesh.
This is a powerful picture of the Work of Regeneration that God performs in those who come to Him in repentance and faith. The "heart of stone" symbolizes hardness, callousness, and rebellion toward God, while the "heart of flesh" represents a heart that is sensitive, receptive, and obedient to the Voice of the Holy Spirit. This change of heart is essential to entering into a right relationship with God. Jesus taught that "unless you are born again, you cannot see the kingdom of God" (John 3:3), stressing that an inner transformation is absolutely necessary for Salvation.
Examining Our Heart in the Light of the Word
To reflect on the condition of our hearts, we must allow God's Word to examine and enlighten it. In Hebrews 4:12 he describes God's Word as alive, effective, sharp, penetrating, and discerning.
12 For the word of God is living and active, and more penetrating than any two-edged sword, reaching even to divide the soul, and even the spirit, and the joints and marrow, and discerns the thoughts and intents of the heart.
Scripture not only teaches us the truth, but it also reveals the hidden intentions of our hearts, exposing both sin and areas of spiritual need. This process of self-examination is critical to our spiritual growth. In Psalm 139:23-24, David prays:
23 Search me, O God, and know my heart: test me and acknowledge my thoughts:
24 And see if there is a way of wickedness in me, and lead me in the way of everlasting.
This prayer reflects an attitude of humility and openness before God, recognizing that we need His guidance to walk in righteousness.
Fruits Worthy of Repentance
Jesus said that "by their fruits you will know them" (Matthew 7:20), referring to the true condition of the heart being manifested in the fruits of our lives. A heart transformed by God's Grace will produce fruits worthy of repentance, such as love, joy, peace, patience, kindness, goodness, faith, gentleness, and self-control (Galatians 5:22-23). These fruits are evidences that the Holy Spirit is at work in us, conforming us to the Image of Christ.
On the other hand, the absence of such fruits, or the presence of bad fruits, can be a sign that our heart is not aligned with God. Jesus warned that not all who call Him "Lord" will enter the kingdom of heaven, but only those who do His Father's Will (Matthew 7:21). This leads us to the need for a constant and honest examination of our lives to ensure that we are living in obedience and genuine faith.
The Call to Repentance and Faith
Finally, reflecting on the condition of our heart leads us to urgent calling, repentance, and faith. If, upon examination, we discover areas of sin, hardness, or spiritual apathy, the proper response is to repent and turn to God. In 1 John 1:9, we are assured:
9If we confess our sins, he is faithful and just to forgive us our sins and to cleanse us from all unrighteousness.
God, in His Mercy, offers us forgiveness and purification, restoring our communion with Him. Repentance is not a one-time act, but an ongoing lifestyle of humility and dependence on God's Grace. It is the daily response of a heart that recognizes its constant need for the Salvation that only Christ can provide.
THE WAY TO ETERNAL LIFE
The key question of the subject implies the question of how to reach Eternal Life. Eternal Life, according to the Bible, is a wonderful Gift that God offers to all who believe in His Son Jesus Christ. However, this path is not one that human beings can find or travel by their own means. The Way to Eternal Life is a Path of faith and obedience, marked by the Grace of God and the Redemptive Work of Christ. It is a Path that demands a decisive response and a continuous commitment on our part.
Jesus Christ: The Only Way
In a world filled with religions, philosophies, and belief systems (denominations), Jesus made an exclusive and radical statement in John 14:6:
6 Jesus says to him, "I am the way, and the truth, and the life: no one comes to the Father except through me."
With these words, Jesus made it clear that Eternal Life is not found through any other means, but only through Him. It is not enough to be morally good, or to follow a series of religious rituals, or to adhere to a spiritual philosophy; Eternal Life can only be obtained through a personal relationship with Jesus Christ.
The exclusivity of Jesus Christ as the only Way to God is central to the Christian message. This affirmation rests on the reality that only Christ, being the Son of God, could fulfill Divine Justice through His Sacrifice on the cross. In Acts 4:12, Peter firmly states the following:
12 And there is salvation in no one else, for there is no other name under heaven given among men by which we must be saved.
This statement emphasizes that Salvation and Eternal Life are not accessible through any other means or name.
Faith as an Entrance to the Path
Access to the Way of Eternal Life begins with faith. This faith is not simply an intellectual assent to certain doctrines, but a total and personal trust in Jesus Christ as Lord and Savior. Scripture is clear that "the righteous shall live by faith" (Habakkuk 2:4; Romans 1:17). Genuine faith involves a radical change of life, where one turns away from sin and turns to God, trusting fully in the Redemptive Work of Christ.
The apostle Paul explains in Ephesians 2:8-9 that Salvation is by grace through faith, and that it is a Gift from God, not the result of our works. This emphasis on faith emphasizes that we cannot earn Eternal Life by our own strength or merits. it is an undeserved Gift we receive by putting our trust in Christ.
However, true faith is active and produces fruit. In James 2:17 he reminds us that "faith, if it does not have works, is dead in itself." This means that even though we are saved by faith, that faith is manifested in a transformed life, in which we obey God and seek His Will in all things.
Repentance: The First Step on the Path
Before we begin to walk on the Path of Eternal Life, repentance is necessary. Jesus began His ministry as follows as mentioned in Mark 1:14-15:
14 But after John was imprisoned, Jesus came to Galilee preaching the gospel of the kingdom of God.
15 And saying, The time is fulfilled, and the kingdom of God is at hand: repent, and believe the gospel.
Repentance involves a change of mind and direction. it is acknowledging our sinfulness, regretting our sins, and deciding to turn away from them to follow Christ.
Repentance is not simply a sense of guilt, but a decisive action that involves turning from our sins and aligning ourselves with God's Will. Acts 3:19 exhorts us:
19 Repent therefore and be converted, that your sins may be blotted out; for the times of refreshing of the presence of the Lord will come,...
This verse speaks not only of forgiveness of sins, but also of the renewal and restoration that follows genuine repentance.
Obedience: The Way in Action
Once we have entered the Way of Eternal Life by faith and repentance, we are called to walk in obedience. Jesus said, "If you love me, keep my commandments" (John 14:15). Obedience is not a requirement for earning salvation, but it is the evidence of a living and genuine faith. It is our way of showing our love for God and our commitment to His Kingdom. In Matthew 7:21, Jesus warns:
21 Not everyone who says to me, 'Lord, Lord,' will enter the kingdom of heaven, but whoever does the will of my Father who is in heaven.
This verse underscores that obedience to God's Will is a hallmark of those who have truly entered the Way of Eternal Life. Obedience is not an option, but an expectation for all who desire to follow Christ.
Furthermore, obedience is a response of gratitude for the Salvation we have received. We do not obey to gain God's favor, but because we have already received it through Christ. In 1 John 5:3, we are told:
3For this is the love of God, that we keep his commandments; and his commandments are not grievous.
Obedience, far from being a burden, is a delight to those of us who have been transformed by God's Grace.
Perseverance on the Path
The Way to Eternal Life is a Path of perseverance. Jesus Himself said, "He that endureth to the end shall be saved" (Matthew 24:13). This statement indicates that the Christian life is a long endurance race, not a short sprint. Perseverance in faith, repentance, and obedience is crucial to staying on the path that leads to Eternal Life.
Perseverance does not depend on our strength, but on the Grace of God that sustains us. In Philippians 1:6 he assures us that "he who began a good work in you will complete it until the day of Jesus Christ." This promise gives us confidence that God, who called us, will also enable us to reach the end of the road.
However, perseverance also requires us to be alert and vigilant, standing firm in the faith and resisting temptations and deceptions that might lead us astray. In Hebrews 12:1-2:
1 Therefore we also, having around us so great a cloud of witnesses, leaving all the weight of sin that surrounds us, let us run with patience the race that is set before us,
2 Looking to the author and finisher of our faith to Jesus; who, having been offered joy, endured the cross, despising shame, and sat down at the right hand of the throne of God.
Keeping our eyes on Jesus Christ is essential to persevering, for He is our example and our strength in the race of faith.
The Community of Faith: Support on the Journey
God does not call us to walk alone on the path to Eternal Life. He has given us a community of faith, the Church, to support, encourage, and correct us when needed. In Hebrews 10:24-25 he urges us as follows:
24And let us consider one another to provoke one another to love and good works;
25 Not forsaking our congregation, as some are in the habit of, but exhorting us; and all the more so, as you see that day approaching.
The Christian life is a life in community, where we help each other to remain firm on the path. Fellowship with other believers is vital to our perseverance and spiritual growth. Through discipleship, prayer, Bible study, and joint worship, we are strengthened to move forward on the path that leads to Eternal Life.
THE URGENCY OF THE DECISION
The subject of Eternity and Eternal Destiny is not something that can be postponed or taken lightly. The question asked for this occasion's theme carries with it an inescapable urgency. The decision of where we will spend Eternity is not a matter to be relegated to the background or left for later. The Bible calls us to make this decision immediately and consciously, recognizing that our lives are short and that the opportunity to accept the Salvation God offers in Christ is limited.
The Brevity of Life
One of the main reasons why this decision is urgent is the brevity of human life. James 4:14 reminds us of the following:
14 And you do not know what tomorrow will be. For what is your life? It's certainly a vapor that appears for a little while, and then fades away.
This verse confronts us with the reality that our earthly existence is fleeting, and none of us knows how much time we have left. Life is a precious gift, but it is also fragile, and we should not assume that we will have more time to make the most important decision of our lives. Psalm 90:12 exhorts us:
12 Teach us so to number our days, that we may bring wisdom to our hearts.
This call to Wisdom invites us to live with a constant awareness of the brevity of life, making decisions that have eternal value. The urgency is that every day that passes is one less day to make the decision to follow Christ, and we don't know when the time will come when our opportunity is closed forever.
The Uncertainty of Tomorrow
Not only is life short, but it is also uncertain. Proverbs 27:1 warns:
1DO NOT boast about tomorrow; Because you don't know what the day will bring.
We live in a world full of uncertainty, where plans, securities, and expectations can change in an instant. Life can be dramatically altered by an illness, an accident, or an unexpected circumstance. This uncertainty underscores the urgency of making spiritual decisions now, without delaying them.
Jesus told a parable that illustrates this reality in Luke 12:16-21. In this story, a rich man plans for his earthly future, accumulating goods and preparing to enjoy a comfortable life. However, God says to him:
20 And God said to him, "You fool, tonight they ask for your soul again; and what you have warned, whose will it be?
[Luke 12:20]
This man, who had placed all his trust in his material possessions, was confronted with the reality of his own mortality, and lost the opportunity to prepare his soul for Eternity.
The Reality of Judgment
The urgency of the decision is also based on the certainty of the coming judgment. In Hebrews 9:27 he tells us:
27 And just as it is appointed unto men to die once, and then the judgment;
This verse teaches us that after death, we will face God's judgment, where each person will give an account of his or her life. Those who have rejected Salvation in Christ will face eternal damnation, while those who have accepted Christ as their Savior will receive Eternal Life.
This judgment is inevitable and final. In Revelation 20:12-15, the vision of the great White Throne shows us how the dead, great and small, will be judged according to their works. Those whose names are not written in the Book of Life will be thrown into the lake of fire, representing eternal separation from God. The gravity of this reality demands an immediate decision, because after death, there will be no second chance to repent and accept Salvation.
The Day of Salvation is Today
The apostle Paul states in 2 Corinthians 6:2:
2(For he says, I have heard you in an acceptable time, and in a day of health I have helped you: behold, now is the acceptable time; behold, now is the day of health:)
This call emphasizes that the time to make a decision for Christ is now. There is no better time to respond to the gospel than the present. The offer of salvation is open today, but we cannot assume that it will be tomorrow. Every day that passes without making a decision for Christ is one day closer to judgment, and the Bible urges us not to harden our hearts when we hear His Voice (Hebrews 3:15).
The offer of Salvation is a free Gift, but it is also a time-limited offer. Jesus himself said: "He who is not with me is against me; and he who does not gather with me scatters" (Matthew 12:30). This verse emphasizes that there is no spiritual neutrality. Not deciding for Christ is, in reality, a decision against Him.
The Testimony of the Holy Spirit
In addition, the urgency of the decision is supported by the continuing witness of the Holy Spirit in our hearts. Jesus promised to send the Holy Spirit to convict the world of sin, righteousness, and judgment (John 16:8). The Holy Spirit works in our hearts, calling us to repentance and faith in Christ. To ignore or resist the Voice of the Spirit is to risk hardening our hearts to the point where we are no longer able to respond to God's Grace. In Hebrews 3:7-8:
7 Therefore, as the Holy Spirit says, "If you will hear his voice today,
8Do not harden your hearts...
Every time we resist the Call of the Holy Spirit, we run the risk of hardening our hearts more and more, making us more and more insensitive to His Call. It is a solemn reminder that the opportunity to repent and believe is not guaranteed indefinitely.
God's Open Invitation
God, in His Love and Mercy, extends His invitation to all: "Come unto me, all ye that labor and are heavy laden, and I will give you rest" (Matthew 11:28). This invitation is open to all, but requires an immediate response. In the parable of the wedding feast (Matthew 22:1-14), Jesus describes how many were invited to the banquet, but many of them would not come. Those who declined the invitation lost their place at the feast, while others, those who accepted, enjoyed communion with the king. This parable illustrates that God's invitation to salvation is serious and requires a decisive response.
The apostle Peter exhorts in 2 Peter 3:9 the following:
9 The Lord is not slow about his promise, as some consider it to be slackness. but he is patient toward us, not willing that any should perish, but that all should come to repentance.
God is patient and desires for all to be saved, but this patience should not be misinterpreted as a license to delay our response. His invitation is now, and his desire is that no one perishes, but each person must decide whether he will accept or reject this offer of salvation.
Conclusion
As we reflect on the initial question, it becomes clear that this is the most momentous question we will ever face. It is not simply a theoretical or abstract question; It's a question that has direct and eternal implications for each of us. Life is short, and eternity is secure, but the fate of that eternity depends on the decision we make about Christ here and now.
God, in His Infinite Love and Mercy, has offered us Salvation through Jesus Christ. He does not force us to accept it, but he invites us to do so urgently, knowing that every day is an opportunity that will not be repeated. Tomorrow is not guaranteed to us, and judgment is at the door. Eternal Life is a precious Gift that cannot be bought or earned. it can only be received through faith in the redemptive Sacrifice of Jesus.
It is easy to get entangled in the worries of this life, in plans for the future, or in temporary pleasures that distract us from the Eternal. Yet the Bible repeatedly warns us about the brevity of life and the uncertainty of tomorrow. Scripture calls us to live with Eternity in mind, knowing that our decisions in this life carry eternal weight.
As we consider the state of our hearts, we must be honest with ourselves and with God. Have we truly accepted Christ as our Lord and Savior? Are we walking in faith, repentance, and obedience? Or have we postponed this decision, believing that we still have time? The truth is that every day without Christ is a lost day, and every moment we postpone the decision is a huge risk that we are taking with our soul.
The path to Eternal Life is clear, but it requires a decisive and urgent response. Jesus is the Way, the Truth, and the Life, and no one comes to the Father except through Him. This is an inescapable and crucial statement. God's invitation is open today, but the response must be immediate. There is no greater tragedy than losing Eternal Life through indecision or delay.
So, right now, as you feel God's Call, I urge you not to harden your heart. Don't let pride, doubt, or leaving it for later deprive you of the greatest Gift ever offered. Remember that Eternity is just a step away, and that your eternal destiny is at stake. Today is the day of Salvation; today is the time to make sure your name is written in the Book of Life.
May the Lord grant you the Grace to respond to His Call with faith, repentance, and obedience, thus securing an eternal destiny in His Glorious Presence. There is no more urgent or more important decision than this. May the Holy Spirit guide you on the Path of Eternal Life, and may you find in Christ the security, peace, and salvation that only He can give!
Prayer
Heavenly Father, at this moment we draw near to You, recognizing that You alone are the giver of Eternal Life and the source of all hope. We come before Your Throne of Grace interceding for those who have not yet decided to give their hearts to You. Lord, awaken their souls, open their eyes and ears to see the urgency and reality of their need for You. Do not allow the deceptions of this world, the fear of tomorrow or the chains of sin to further separate them from Your Love.
Great and Almighty Holy Spirit, touch their hearts at this instant, break down every barrier that leads them away from the truth, and fill their lives with conviction, so that they may no longer harden their hearts, but respond to Thy Call with humility and repentance. May this be the hour when chains are broken, hearts are surrendered, and souls find their refuge in Christ.
Lord, we ask You to grant them the courage to make a radical and eternal decision. May the time to draw near to You be postponed no longer, but may today be the day when I am sure that His name is written in the Book of Life. Fill them with Your Peace, Your Love and Your Salvation. May they recognize that outside of You there is no hope, and that only in Your Presence is there fullness of joy and Eternal Life.
Father, You have said that You do not desire that any should perish, but that all should come to repentance. Today we cry out for those precious souls, that they may respond to Your Invitation, that they may not stray to the right or to the left, but may find in You the certainty of Eternal Life. Let no one else be lost, Lord, but let all come to You! In the Name that is above every name, in the Name of the Lord Jesus Christ I ask of you. Amen!
Savez-vous Quelle Sera Votre Destinée Éternelle?
Introduction
Frère et sœur, nous vivons dans un monde où le temporaire et l'éphémère semblent occuper toute notre attention. Nous nous soucions de nos carrières, de nos familles, de nos biens et de nos objectifs à court terme. Cependant, il y a une réalité qui transcende ce monde qui passe : l'éternité. Vous êtes-vous déjà arrêté pour réfléchir à ce qui vous attend au-delà de cette vie ? Avez-vous pensé à votre Destinée Éternelle ?
Il ne s'agit pas d'une simple question philosophique ou théologique ; C'est une question de vie ou de mort, de salut ou de perdition. Les Écritures nous enseignent que chacun de nous fera face à une destinée éternelle, qu'il s'agisse de la vie avec Dieu ou de la séparation éternelle d'avec Lui. La décision que nous prenons dans cette vie, concernant notre foi et notre obéissance au Christ, déterminera notre place dans l'éternité.
Dans cet épisode, nous allons plonger dans les profondeurs de cette question cruciale : « Savez-vous quelle sera votre destinée éternelle ? » Nous explorerons ce que la Bible en dit et vous inviterons à réfléchir sérieusement sur votre relation avec Dieu et sur l'assurance de votre salut en Christ. C'est un appel à regarder au-delà du temporel et à s'assurer que nos vies sont alignées avec le dessein éternel de Dieu.
Jean 3:14-21 :
14 Et comme Moïse a élevé le serpent dans le désert, il faut que le Fils de l'homme soit élevé ;
15 Afin que quiconque croit en lui ne périsse point, mais qu'il ait la vie éternelle.
16 Car Dieu a tant aimé le monde qu'il a donné son Fils unique, afin que quiconque croit en lui ne périsse point, mais qu'il ait la vie éternelle.
17 Car Dieu n'a pas envoyé son Fils dans le monde pour condamner le monde, mais pour que le monde soit sauvé par lui.
18Celui qui croit en lui n'est pas condamné ; mais celui qui ne croit pas est déjà condamné, parce qu'il n'a pas cru au nom du Fils unique de Dieu.
19 Et voici la condamnation : car la lumière est venue dans le monde, et les hommes ont aimé les ténèbres plus que la lumière ; parce que ses actions étaient mauvaises.
20Car quiconque fait le mal hait la lumière et ne vient pas à la lumière, de peur que ses actions ne soient reprochées.
21 Mais celui qui agit en vérité vient à la lumière, afin que ses œuvres soient manifestes, qu'elles sont faites en Dieu.
LA RÉALITÉ DE L'ÉTERNITÉ
L'éternité est un concept réaliste qui défie la compréhension de notre compréhension mince et finie. Dans un monde où tout semble avoir un début et une fin, l'idée de quelque chose qui transcende le temps est, à bien des égards, incompréhensible. Cependant, la Bible est claire à ce sujet : tous les êtres humains sont destinés à vivre éternellement, soit dans la Présence de Dieu, soit séparés de Lui pour toujours.
La nature infinie de l'âme humaine
Dès le début, la Bible nous enseigne que l'homme a été créé à l'image et à la ressemblance de Dieu (Genèse 1:26-27), ce qui inclut la possession d'une âme immortelle. Alors que nos corps sont temporaires et sujets à la mort, notre âme perdure au-delà de la tombe. Ce sens de l'éternité se manifeste souvent dans le désir humain d'un but, d'un sens et d'une connexion à quelque chose de plus grand que nous-mêmes. Même ceux qui nient l'existence de Dieu font souvent l'expérience d'un vide, d'un désir insatiable de quelque chose que le monde matériel ne peut pas offrir. Ce vide est l'écho de notre véritable nature éternelle, conçue pour vivre en communion avec Dieu.
Deux destins éternels
L'Écriture nous présente deux destins éternels possibles : la vie éternelle et le châtiment éternel. Jésus a parlé de ces destins à plusieurs reprises, soulignant que chaque personne se retrouvera dans l'un de ces deux endroits.
La vie éternelle : Ceux qui ont mis leur foi en Christ, qui suivent ses commandements, qui lui obéissent, qui font ce qu'il nous demande de faire et qui demeurent dans son amour, sont ceux qui hériteront de la vie éternelle. Dans Jean 5:24, Jésus déclare :
24 En vérité, en vérité, je vous le dis, quiconque écoute ma parole et croit celui qui m'a envoyé a la vie éternelle ; et il ne viendra pas à la condamnation, mais il est passé de la mort à la vie.
Cette vie éternelle n'est pas simplement une continuation de l'existence, mais une vie en plénitude, en présence de Dieu, libre de toute douleur, de tout chagrin et de toute mort (Apocalypse 21:4). C'est une vie de joie sans fin, en parfaite connexion avec notre Créateur.
Le châtiment éternel : En revanche, ceux qui rejettent le Christ, qui vivent en dehors de Dieu et suivent leurs propres voies, feront face à un destin beaucoup plus sombre. Jésus a été très clair sur le jugement qui attend les impénitents. Dans Matthieu 25:41, il est dit :
41 Puis il dira aussi à ceux qui seront à gauche : Retirez-vous de moi, maudits, dans le feu éternel préparé pour le diable et pour ses anges.
Cette punition n'est ni temporaire ni corrective ; elle est éternelle. C'est la séparation complète d'avec Dieu, la source de toute lumière, de tout amour et de toute vie, qui conduit à la souffrance et à l'obscurité totale.
L'irréversibilité de l'éternité
L'une des caractéristiques les plus terrifiantes et les plus étonnantes de l'éternité est son irréversibilité. Contrairement aux choix que nous faisons dans cette vie, qui peuvent être corrigés ou ajustés pendant que nous y sommes, notre choix concernant Dieu a des conséquences éternelles qui ne peuvent pas être changées une fois que nous franchissons le seuil de la mort. La parabole de Lazare et de l'homme riche (Luc 16:19-31) illustre cette réalité. L'homme riche, tourmenté après la mort, crie secours, mais on lui dit qu'entre lui et Lazare, qui est dans le sein d'Abraham, il y a « un grand abîme » (un abîme) que personne ne peut franchir. Cela souligne l'achèvement de notre opportunité de choisir notre destin une fois que nous avons quitté cette vie.
L'urgence du présent
Puisque l'éternité est une réalité inévitable pour tout le monde, l'urgence de s'y préparer ne peut être surestimée. Jésus nous avertit à plusieurs reprises d'être prêts, de ne pas remettre à demain ce qui doit être fait aujourd'hui. Matthieu 25:13 :
13 Veillez donc, car vous ne savez ni le jour ni l'heure où le Fils de l'homme viendra.
Chaque jour que nous vivons est une occasion accordée par la grâce de Dieu de nous assurer que nous sommes sur le bon chemin vers la vie éternelle.
LA CERTITUDE DU SALUT DANS LE CHRIST
L'un des dons les plus précieux qu'offre l'Évangile est l'assurance du salut en Christ. Nous ne sommes pas censés vivre dans l'incertitude ou la peur constante de notre destinée éternelle. Grâce à l'Œuvre rédemptrice de Jésus-Christ, nous pouvons avoir la pleine assurance que notre âme est en sécurité en Lui et que la Vie Éternelle est notre héritage garanti. Ce point est essentiel à la foi chrétienne et est une source de paix et d'espérance inébranlables.
L'assurance de la promesse divine
La certitude de notre salut n'est pas basée sur nos œuvres, nos émotions ou nos circonstances, mais sur la promesse immuable de Dieu. L'apôtre Paul déclare dans Éphésiens 2:8-9 :
8Car c'est par la grâce que tu es sauvé, par la foi ; et cela ne vient pas de vous-mêmes, car c'est un don de Dieu.
9 Non par les œuvres, de peur que personne ne se glorifie.
Ici, l'Écriture nous assure que notre salut est un don divin, donné par la grâce et reçu par la foi. Cette Grâce ne dépend pas de notre capacité à la garder ou à la mériter, mais de la fidélité de Dieu à Sa promesse.
Dieu a promis que ceux qui croient en son Fils ne périront pas, mais auront la vie éternelle (Jean 3:16). Cette promesse est une ancre pour l'âme, nous permettant de nous reposer dans l'assurance que, quelles que soient nos fautes ou nos faiblesses, notre salut est assuré par l'Œuvre parfaite du Christ sur la croix. Dans Hébreux 6:17-20, il nous est dit :
17 C'est pourquoi Dieu a voulu montrer plus abondamment aux héritiers de la promesse l'immutabilité de son conseil, et il a prêté serment ;
18 Afin que, par deux choses immuables, en lesquelles il est impossible à Dieu de mentir, nous ayons la plus forte consolation, nous qui nous réfugions dans l'espérance proposée.
19 que nous avons comme une ancre sûre et solide de l'âme, et qui pénètre même à l'intérieur du voile,
20 C'est là que Jésus est entré pour nous comme un précurseur, fait pontife éternellement selon l'ordre de Melchisédech.
Cette métaphore de « l 'ancre de l'âme » illustre la fermeté et la stabilité du Salut que nous avons dans le Christ.
L'œuvre achevée du Christ
La base de notre assurance se trouve dans l'Œuvre achevée de Jésus-Christ. Sur la croix, Jésus a déclaré : « Tout est accompli » (Jean 19:30). Ces paroles n'étaient pas seulement une déclaration de sa souffrance physique, mais une déclaration que l'Œuvre de Rédemption de l'esprit et de l'âme était complète. Le Christ a payé la dette du péché dans son intégralité, satisfaisant pleinement la justice divine et nous réconciliant avec Dieu.
Le sacrifice du Christ est parfait et suffisant, et il n'a pas besoin d'être complété par nos œuvres ou nos efforts. Hébreux 10:14 dit :
14 Car par une seule offrande, il a rendu parfaits pour toujours ceux qui sont sanctifiés.
Cette perfection n'est pas une question de notre performance morale, mais de l'efficacité du sacrifice du Christ. Si nous avons mis notre foi en lui, nous sommes comptés parmi ceux qu'il a rendus parfaits pour toujours.
De plus, la résurrection de Jésus est la preuve ultime que Son sacrifice a été accepté par Dieu, comme le dit Romains 4:25 :
25 Qui a été livré pour nos offenses, et qui est ressuscité pour notre justification.
La résurrection est la preuve vivante que la puissance du péché et de la mort a été vaincue, et elle est aussi la garantie de notre justification devant Dieu.
L'œuvre du Saint-Esprit
Une autre dimension clé de la certitude du salut est l'œuvre de l'Esprit Saint dans la vie du croyant. Dans Éphésiens 1:13-14, Paul écrit :
13 En qui vous avez aussi attendu quand vous avez entendu la parole de vérité, l'Évangile de votre salut, dans lequel vous avez été scellés du Saint-Esprit de promesse dès le commencement de votre foi,
14 C'est le gage de notre héritage, pour le rachat de la possession acquise à la louange de sa gloire.
Ici, l'Esprit Saint est décrit comme un Sceau et une Garantie de notre Salut. Le Sceau de l'Esprit est une marque d'appartenance, indiquant que nous sommes la propriété de Dieu et que notre salut est assuré par Sa puissance. De plus, l'Esprit Saint est donné comme un « dépôt » ou un dépôt, un avant-goût de notre héritage éternel. Cela signifie que la présence de l'Esprit dans nos vies est un signe de la pleine rédemption que nous connaîtrons dans l'éternité.
Le Saint-Esprit travaille également en nous pour produire du fruit qui est la preuve de notre salut (Galates 5:22-23). Ces fruits ne sont pas la cause de notre salut, mais le résultat de l'œuvre de l'Esprit chez ceux qui ont été régénérés. La transformation de notre vie, la croissance dans la sainteté et l'amour croissant pour Dieu et pour les autres sont des signes visibles de la Vie éternelle qui a déjà commencé en nous.
La persévérance des saints
La doctrine de la persévérance des saints est un autre fondement de notre certitude dans le Christ. Ceux qui ont été vraiment sauvés par Dieu seront préservés jusqu'à la fin. Jésus a dit dans Jean 10:27-28 :
27Mes brebis entendent ma voix, et je les connais, et elles me suivent ;
28 Et je leur donne la vie éternelle, et ils ne périront pas éternellement, et personne ne les arrachera de ma main.
Cette promesse est une garantie que, une fois que nous appartenons au Christ, rien ni personne ne peut nous séparer de son amour. L'apôtre Paul réaffirme également cette assurance dans Romains 8:38-39 :
38 C'est pourquoi je suis certain que ni la mort, ni la vie, ni les anges, ni les principautés, ni les puissances, ni les choses présentes, ni les choses à venir,
39 Ni les grands, ni les bas, ni aucune créature ne pourront nous séparer de l'amour de Dieu, qui est en Jésus-Christ notre Seigneur.
Cette conviction est basée sur la Toute-Puissance de Dieu, qui non seulement nous sauve, mais aussi nous garde jusqu'au Jour de la Rédemption Finale.
La réponse de la foi
Bien que l'assurance du salut soit un don de Dieu, elle exige aussi une réponse continuelle de foi de notre part. La foi n'est pas un acte unique, mais une posture constante de confiance et d'obéissance à Christ, comme le dit Hébreux 10:39 :
39 Mais nous ne sommes pas tels que nous nous retirions dans la destruction, mais nous sommes fidèles pour le bien de l'âme.
Il est essentiel que nous continuions à nourrir notre foi par la Parole de Dieu, la prière et la communion avec d'autres croyants. L'assurance de notre salut ne nous conduit pas à la complaisance, mais à un plus grand désir de vivre pour Christ, sachant qu'Il est fidèle pour achever l'Œuvre qu'Il a commencée en nous (Philippiens 1:6).
RÉFLEXION SUR L'ÉTAT DU CŒUR
La question « Savez-vous quel sera votre destin éternel ? » n'est pas simplement une question théologique, mais une invitation à un examen profond et honnête de la condition de notre cœur. La Bible nous enseigne que l'état de notre cœur est crucial pour notre relation avec Dieu et, en fin de compte, pour notre destinée éternelle. Réfléchir sur l'état de notre cœur implique un auto-examen sincère, à la lumière de la Parole de Dieu, pour déterminer si nous sommes vraiment alignés avec Sa Volonté et si notre foi est authentique.
Le cœur dans les Écritures
Dans la Bible, le cœur ne se réfère pas seulement à l'organe physique, mais représente le centre de notre être, le siège de nos émotions, de nos pensées, de notre volonté et de notre caractère. Dans Proverbes 4:23, il nous avertit :
23 Garde ton cœur au-dessus de tout ce qui est gardé ; Parce que la vie découle de lui.
Ce verset souligne l'importance vitale de prendre soin du cœur et de l'examiner, car toutes nos actions et décisions en découlent. Jésus met également l'accent sur la centralité du cœur lorsqu'il dit ce qui suit dans Marc 7:21-23 :
21 Car c'est de l'intérieur, du cœur des hommes que viennent les mauvaises pensées, les adultères, les fornications, les meurtres,
22 Le vol, la cupidité, la méchanceté, la tromperie, l'impudeur, le mauvais œil, l'injure, l'orgueil, la folie.
23 Toute cette méchanceté vient de l'intérieur, et souille l'homme.
Ces paroles révèlent que le péché n'est pas simplement un problème extérieur, mais qu'il surgit de l'intérieur de la personne, de l'état de son cœur.
La nature pécheresse du cœur humain
Le prophète Jérémie déclare au chapitre 17, verset 9 :
9 Le cœur est trompeur par-dessus tout, et désespérément méchant ; Qui le saura ?
Cette affirmation nous confronte à la réalité de notre nature déchue. Le cœur humain, sans l'intervention régénératrice de Dieu, est enclin au mal, se trompant lui-même et résistant à la Vérité divine. Cette reconnaissance est essentielle pour toute réflexion sérieuse sur notre condition spirituelle. Si nous ne comprenons pas la gravité de notre situation, nous ne verrons pas le besoin urgent de la grâce transformatrice de Dieu.
Les Écritures sont claires sur le fait que nous avons tous péché et que nous sommes privés de la gloire de Dieu (Romains 3:23). Le péché a corrompu nos cœurs, nous amenant à nous détourner de Dieu et à poursuivre nos propres désirs égoïstes. Cette corruption interne ne peut être corrigée par des efforts humains ou de bonnes intentions ; Il ne peut être guéri que par une intervention divine.
Le besoin d'un cœur nouveau
Le diagnostic de notre condition spirituelle est grave, mais Dieu, dans sa miséricorde, offre un remède. Par l'intermédiaire du prophète Ézéchiel, Dieu a promis de donner à son peuple un cœur nouveau, Ézéchiel 36:26 dit :
26 Et je te donnerai un cœur nouveau, et je mettrai en toi un esprit nouveau ; et j'ôterai de ta chair le cœur de pierre, et je te donnerai un cœur de chair.
C'est une image puissante de l'œuvre de régénération que Dieu accomplit chez ceux qui viennent à Lui dans la repentance et la foi. Le « cœur de pierre » symbolise la dureté, l'insensibilité et la rébellion envers Dieu, tandis que le « cœur de chair » représente un cœur sensible, réceptif et obéissant à la voix du Saint-Esprit. Ce changement de cœur est essentiel pour entrer dans une bonne relation avec Dieu. Jésus a enseigné que « si vous ne naissez de nouveau, vous ne pouvez pas voir le royaume de Dieu » (Jean 3:3), soulignant qu'une transformation intérieure est absolument nécessaire pour le salut.
Examiner notre cœur à la lumière de la Parole
Pour réfléchir sur l'état de notre cœur, nous devons permettre à la Parole de Dieu de l'examiner et de l'éclairer. Dans Hébreux 4:12, il décrit la Parole de Dieu comme vivante, efficace, tranchante, pénétrante et perspicace.
12 Car la parole de Dieu est vivante et agissante, et plus pénétrante qu'aucune épée à deux tranchants, allant jusqu'à diviser l'âme, et même l'esprit, et les articulations et la moelle, et elle discerne les pensées et les intentions du cœur.
Les Écritures nous enseignent non seulement la vérité, mais elles révèlent aussi les intentions cachées de nos cœurs, exposant à la fois le péché et les domaines de besoin spirituel. Ce processus d'examen de conscience est essentiel à notre croissance spirituelle. Dans le Psaume 139:23-24, David prie :
23 Sonde-moi, ô Dieu, et connais mon coeur, éprouve-moi et connais mes pensées.
24 Et voyez s'il y a en moi une voie de méchanceté, et conduisez-moi dans la voie de l'éternité.
Cette prière reflète une attitude d'humilité et d'ouverture devant Dieu, reconnaissant que nous avons besoin de ses conseils pour marcher dans la justice.
Des fruits dignes de repentance
Jésus a dit que « c'est à leurs fruits que vous les reconnaîtrez » (Matthieu 7:20), faisant référence à la véritable condition du cœur qui se manifeste dans les fruits de nos vies. Un cœur transformé par la grâce de Dieu produira des fruits dignes de repentance, tels que l'amour, la joie, la paix, la patience, la gentillesse, la bonté, la foi, la douceur et la maîtrise de soi (Galates 5:22-23). Ces fruits sont la preuve que l'Esprit Saint est à l'œuvre en nous, nous conformant à l'image du Christ.
D'autre part, l'absence de tels fruits, ou la présence de mauvais fruits, peut être un signe que notre cœur n'est pas aligné avec Dieu. Jésus a averti que tous ceux qui l'appellent « Seigneur » n'entreront pas dans le royaume des cieux, mais seulement ceux qui font la volonté de son Père (Matthieu 7:21). Cela nous conduit à la nécessité d'un examen constant et honnête de nos vies pour nous assurer que nous vivons dans l'obéissance et la foi authentique.
L'appel à la repentance et à la foi
Enfin, la réflexion sur l'état de notre cœur nous conduit à l'appel urgent, à la repentance et à la foi. Si, après examen, nous découvrons des domaines de péché, de dureté ou d'apathie spirituelle, la bonne réponse est de nous repentir et de nous tourner vers Dieu. Dans 1 Jean 1:9, on nous assure :
9Si nous confessons nos péchés, il est fidèle et juste pour nous les pardonner et nous purifier de toute iniquité.
Dieu, dans sa miséricorde, nous offre le pardon et la purification, en restaurant notre communion avec lui. La repentance n'est pas un acte ponctuel, mais un style de vie continu d'humilité et de dépendance à la grâce de Dieu. C'est la réponse quotidienne d'un cœur qui reconnaît son besoin constant du Salut que seul le Christ peut donner.
LE CHEMIN VERS LA VIE ÉTERNELLE
La question clé du sujet implique la question de savoir comment atteindre la Vie Eternelle. La vie éternelle, selon la Bible, est un don merveilleux que Dieu offre à tous ceux qui croient en son Fils Jésus-Christ. Cependant, ce chemin n'est pas celui que les êtres humains peuvent trouver ou parcourir par leurs propres moyens. Le chemin vers la vie éternelle est un chemin de foi et d'obéissance, marqué par la grâce de Dieu et l'œuvre rédemptrice du Christ. C'est un Chemin qui exige une réponse décisive et un engagement continu de notre part.
Jésus-Christ : le seul chemin
Dans un monde rempli de religions, de philosophies et de systèmes de croyances (dénominations), Jésus a fait une déclaration exclusive et radicale dans Jean 14:6 :
6 Jésus lui dit : « Je suis le chemin, la vérité et la vie : nul ne vient au Père que par moi. »
Par ces paroles, Jésus a clairement indiqué que la vie éternelle ne se trouve pas par d'autres moyens, mais seulement par lui. Il ne suffit pas d'être moralement bon, ou de suivre une série de rituels religieux, ou d'adhérer à une philosophie spirituelle ; La vie éternelle ne peut être obtenue que par une relation personnelle avec Jésus-Christ.
L'exclusivité de Jésus-Christ comme seul chemin vers Dieu est au cœur du message chrétien. Cette affirmation repose sur la réalité que seul le Christ, étant le Fils de Dieu, pouvait accomplir la Justice divine par Son Sacrifice sur la croix. Dans Actes 4:12, Pierre déclare fermement ce qui suit :
12 Et il n'y a de salut en personne d'autre, car il n'y a sous le ciel aucun autre nom donné parmi les hommes par lequel nous devions être sauvés.
Cette déclaration souligne que le salut et la vie éternelle ne sont accessibles par aucun autre moyen ou nom.
La foi comme entrée dans le chemin
L'accès au Chemin de la Vie Éternelle commence par la foi. Cette foi n'est pas simplement un assentiment intellectuel à certaines doctrines, mais une confiance totale et personnelle en Jésus-Christ comme Seigneur et Sauveur. Les Écritures sont claires : « Les justes vivront par la foi » (Habacuc 2:4 ; Romains 1:17). La foi authentique implique un changement radical de vie, où l'on se détourne du péché et où l'on se tourne vers Dieu, en faisant pleinement confiance à l'Œuvre rédemptrice du Christ.
L'apôtre Paul explique dans Éphésiens 2:8-9 que le salut est par la grâce par la foi, et que c'est un don de Dieu, et non le résultat de nos œuvres. Cet accent mis sur la foi met l'accent sur le fait que nous ne pouvons pas gagner la vie éternelle par nos propres forces ou mérites. c'est un don immérité que nous recevons en mettant notre confiance en Christ.
Cependant, la vraie foi est active et produit du fruit. Dans Jacques 2:17, il nous rappelle que « la foi, si elle n'a pas d'œuvres, est morte en elle-même ». Cela signifie que même si nous sommes sauvés par la foi, cette foi se manifeste dans une vie transformée, dans laquelle nous obéissons à Dieu et recherchons Sa volonté en toutes choses.
Le repentir : le premier pas sur le chemin
Avant de commencer à marcher sur le chemin de la vie éternelle, le repentir est nécessaire. Jésus a commencé son ministère comme suit, comme mentionné dans Marc 1:14-15 :
14 Mais après l'emprisonnement de Jean, Jésus vint en Galilée pour prêcher l'Évangile du royaume de Dieu.
15 Et en disant : Le temps est accompli, et le royaume de Dieu est proche, repentez-vous, et croyez à l'Évangile.
La repentance implique un changement d'esprit et de direction. c'est reconnaître notre péché, regretter nos péchés et décider de nous en détourner pour suivre Christ.
La repentance n'est pas simplement un sentiment de culpabilité, mais une action décisive qui implique de se détourner de nos péchés et de nous aligner sur la volonté de Dieu. Actes 3:19 nous exhorte :
19 Repentez-vous donc et convertissez-vous, afin que vos péchés soient effacés ; car viendront les temps de rafraîchissement de la présence du Seigneur,...
Ce verset ne parle pas seulement du pardon des péchés, mais aussi du renouveau et de la restauration qui suivent la repentance authentique.
L'obéissance : la voie de l'action
Une fois que nous sommes entrés dans le Chemin de la Vie Éternelle par la foi et le repentir, nous sommes appelés à marcher dans l'obéissance. Jésus a dit : « Si tu m'aimes, garde mes commandements » (Jean 14:15). L'obéissance n'est pas une exigence pour gagner le salut, mais c'est la preuve d'une foi vivante et authentique. C'est notre façon de montrer notre amour pour Dieu et notre engagement envers son Royaume. Dans Matthieu 7:21, Jésus met en garde :
21 Ce n'est pas quiconque qui me dit : Seigneur, Seigneur, qui entrera dans le royaume des cieux, mais celui qui fait la volonté de mon Père qui est dans les cieux.
Ce verset souligne que l'obéissance à la volonté de Dieu est une marque de ceux qui sont vraiment entrés dans le Chemin de la Vie Éternelle. L'obéissance n'est pas une option, mais une attente pour tous ceux qui désirent suivre le Christ.
De plus, l'obéissance est une réponse de gratitude pour le salut que nous avons reçu. Nous n'obéissons pas pour gagner la faveur de Dieu, mais parce que nous l'avons déjà reçue par le Christ. Dans 1 Jean 5:3, il nous est dit :
3Car c'est là l'amour de Dieu, que nous gardions ses commandements ; et ses commandements ne sont pas pénibles.
L'obéissance, loin d'être un fardeau, est un délice pour ceux d'entre nous qui ont été transformés par la grâce de Dieu.
La persévérance sur le chemin
Le chemin vers la vie éternelle est un chemin de persévérance. Jésus lui-même a dit : « Celui qui persévérera jusqu'à la fin sera sauvé » (Matthieu 24:13). Cette déclaration indique que la vie chrétienne est une longue course d'endurance, et non un court sprint. La persévérance dans la foi, le repentir et l'obéissance est cruciale pour rester sur le chemin qui mène à la vie éternelle.
La persévérance ne dépend pas de nos forces, mais de la grâce de Dieu qui nous soutient. Dans Philippiens 1:6, il nous assure que « celui qui a commencé en vous une bonne œuvre l'achèvera jusqu'au jour de Jésus-Christ ». Cette promesse nous donne confiance que Dieu, qui nous a appelés, nous permettra aussi d'atteindre la fin du chemin.
Cependant, la persévérance exige aussi que nous soyons vigilants et vigilants, que nous restions fermes dans la foi et que nous résistions aux tentations et aux tromperies qui pourraient nous égarer. Dans Hébreux 12:1-2 :
1 C'est pourquoi, nous aussi, ayant autour de nous une si grande nuée de témoins, laissant tout le poids du péché qui nous entoure, courons avec patience la course qui est devant nous,
2 En regardant à Jésus l'auteur et le consommateur de notre foi ; qui, ayant reçu la joie offerte, supporta la croix, méprisant la honte, et s'assit à la droite du trône de Dieu.
Garder les yeux sur Jésus-Christ est essentiel pour persévérer, car il est notre exemple et notre force dans la course de la foi.
La communauté de foi : soutien sur le chemin
Dieu ne nous appelle pas à marcher seuls sur le chemin de la Vie Eternelle. Il nous a donné une communauté de foi, l'Église, pour nous soutenir, nous encourager et nous corriger si nécessaire. Dans Hébreux 10:24-25, il nous exhorte comme suit :
24Et considérons-nous les uns les autres pour nous exciter les uns les autres à l'amour et aux bonnes œuvres ;
25 Non pas qu'ils abandonnent notre assemblée, comme quelques-uns en ont l'habitude, mais qu'ils nous exhortent ; Et d'autant plus que vous voyez ce jour approcher.
La vie chrétienne est une vie en communauté, où nous nous aidons les uns les autres à rester fermes sur le chemin. La communion avec d'autres croyants est essentielle à notre persévérance et à notre croissance spirituelle. Par le discipleat, la prière, l'étude de la Bible et le culte commun, nous sommes fortifiés pour avancer sur le chemin qui mène à la vie éternelle.
SUR L'URGENCE DE LA DÉCISION
Le sujet de l'éternité et de la destinée éternelle n'est pas quelque chose qui peut être reporté ou pris à la légère. La question posée pour le thème de cette occasion comporte une urgence inéluctable. La décision de l'endroit où nous passerons l'Éternité n'est pas une question à reléguer à l'arrière-plan ou à laisser pour plus tard. La Bible nous appelle à prendre cette décision immédiatement et consciemment, en reconnaissant que nos vies sont courtes et que la possibilité d'accepter le salut que Dieu offre en Christ est limitée.
La brièveté de la vie
L'une des principales raisons pour lesquelles cette décision est urgente est la brièveté de la vie humaine. Jacques 4:14 nous rappelle ce qui suit :
14 Et vous ne savez pas ce que sera demain prochain. Car quelle est votre vie ? C'est certainement une vapeur qui apparaît pendant un petit moment, puis qui s'estompe.
Ce verset nous confronte à la réalité que notre existence terrestre est éphémère et qu'aucun d'entre nous ne sait combien de temps il nous reste. La vie est un cadeau précieux, mais elle est aussi fragile, et nous ne devons pas supposer que nous aurons plus de temps pour prendre la décision la plus importante de notre vie. Le Psaume 90:12 nous exhorte :
12 Apprends-nous à compter nos jours, afin que nous apportions la sagesse dans nos cœurs.
Cet appel à la Sagesse nous invite à vivre avec une conscience constante de la brièveté de la vie, en prenant des décisions qui ont une valeur éternelle. L'urgence est que chaque jour qui passe est un jour de moins pour prendre la décision de suivre Christ, et nous ne savons pas quand viendra le temps où notre opportunité sera fermée pour toujours.
L'incertitude de demain
Non seulement la vie est courte, mais elle est aussi incertaine. Proverbes 27:1 met en garde :
1NE PAS se vanter de demain ; Parce que vous ne savez pas ce que la journée vous réserve.
Nous vivons dans un monde plein d'incertitude, où les plans, les sécurités et les attentes peuvent changer en un instant. La vie peut être radicalement modifiée par une maladie, un accident ou une circonstance inattendue. Cette incertitude souligne l'urgence de prendre des décisions spirituelles maintenant, sans les retarder.
Jésus a raconté une parabole qui illustre cette réalité dans Luc 12:16-21. Dans cette histoire, un homme riche planifie son avenir terrestre, accumulant des biens et se préparant à profiter d'une vie confortable. Cependant, Dieu lui dit :
20 Et Dieu lui dit : Insensé, cette nuit on réclame ton âme. Et ce que tu as prévenu, à qui cela arrivera-t-il ?
(Luc 12:20)
Cet homme, qui avait placé toute sa confiance dans ses possessions matérielles, a été confronté à la réalité de sa propre mortalité et a perdu l'occasion de préparer son âme pour l'éternité.
La réalité du jugement
L'urgence de la décision repose également sur la certitude de l'arrêt à venir. Dans Hébreux 9:27, il nous dit :
27 Et de même qu'il est réservé aux hommes de mourir une fois, et ensuite le jugement,
Ce verset nous enseigne qu'après la mort, nous ferons face au jugement de Dieu, où chaque personne rendra compte de sa vie. Ceux qui ont rejeté le salut en Christ feront face à la damnation éternelle, tandis que ceux qui ont accepté Christ comme leur Sauveur recevront la vie éternelle.
Ce jugement est inévitable et définitif. Dans Apocalypse 20:12-15, la vision du grand Trône Blanc nous montre comment les morts, grands et petits, seront jugés selon leurs œuvres. Ceux dont les noms ne sont pas écrits dans le Livre de Vie seront jetés dans l'étang de feu, représentant la séparation éternelle d'avec Dieu. La gravité de cette réalité exige une décision immédiate, car après la mort, il n'y aura pas de seconde chance de se repentir et d'accepter le Salut.
Le Jour du Salut, c'est aujourd'hui
L'apôtre Paul déclare dans 2 Corinthiens 6:2 :
2Car il dit : Je t'ai exaucé en un temps favorable, et je t'ai secouru en un jour de santé ; voici, c'est maintenant le temps favorable ; voici, c'est maintenant le jour de la santé.
Cet appel souligne que le moment est venu de prendre une décision pour Christ. Il n'y a pas de meilleur moment pour répondre à l'Évangile que le présent. L'offre du salut est ouverte aujourd'hui, mais nous ne pouvons pas supposer qu'elle le sera demain. Chaque jour qui passe sans prendre de décision pour Christ est un jour plus proche du jugement, et la Bible nous exhorte à ne pas endurcir nos cœurs lorsque nous entendons Sa Voix (Hébreux 3:15).
L'offre du salut est un don gratuit, mais c'est aussi une offre limitée dans le temps. Jésus lui-même a dit : « Celui qui n'est pas avec moi est contre moi ; et celui qui ne rassemble pas avec moi disperse » (Matthieu 12:30). Ce verset souligne qu'il n'y a pas de neutralité spirituelle. Ne pas se décider pour Christ est, en réalité, une décision contre Lui.
Le témoignage du Saint-Esprit
De plus, l'urgence de la décision est soutenue par le témoignage continu de l'Esprit Saint dans nos cœurs. Jésus a promis d'envoyer le Saint-Esprit pour convaincre le monde du péché, de la justice et du jugement (Jean 16:8). Le Saint-Esprit travaille dans nos cœurs, nous appelant à la repentance et à la foi en Christ. Ignorer ou résister à la Voix de l'Esprit, c'est risquer d'endurcir nos cœurs au point de ne plus être en mesure de répondre à la Grâce de Dieu. Dans Hébreux 3:7-8 :
7 C'est pourquoi, comme le dit l'Esprit Saint : « Si tu entends sa voix aujourd'hui,
8N'endurcis pas ton cœur...
Chaque fois que nous résistons à l'appel de l'Esprit Saint, nous courons le risque d'endurcir de plus en plus notre cœur, de nous rendre de plus en plus insensibles à son appel. C'est un rappel solennel que la possibilité de se repentir et de croire n'est pas garantie indéfiniment.
L'invitation ouverte de Dieu
Dieu, dans son amour et sa miséricorde, lance son invitation à tous : « Venez à moi, vous tous qui êtes fatigués et chargés, et je vous donnerai du repos » (Matthieu 11:28). Cette invitation est ouverte à tous, mais nécessite une réponse immédiate. Dans la parabole du festin de noces (Matthieu 22:1-14), Jésus décrit combien de personnes ont été invitées au banquet, mais beaucoup d'entre elles n'ont pas voulu venir. Ceux qui déclinaient l'invitation perdaient leur place à la fête, tandis que d'autres, ceux qui l'acceptaient, jouissaient de la communion avec le roi. Cette parabole illustre que l'invitation de Dieu au salut est sérieuse et exige une réponse décisive.
L'apôtre Pierre exhorte dans 2 Pierre 3:9 ce qui suit :
9 Le Seigneur n'est pas lent à tenir sa promesse, car certains considèrent qu'il s'agit d'un relâchement. Mais il est patient envers nous, ne voulant pas qu'aucun périsse, mais que tous viennent à la repentance.
Dieu est patient et désire que tous soient sauvés, mais cette patience ne doit pas être interprétée à tort comme une licence pour retarder notre réponse. Son invitation est maintenant, et son désir est que personne ne périsse, mais chaque personne doit décider d'accepter ou de refuser cette offre de salut.
Conclusion
En réfléchissant à la question initiale, il devient clair qu'il s'agit de la question la plus importante à laquelle nous serons jamais confrontés. Il ne s'agit pas simplement d'une question théorique ou abstraite ; C'est une question qui a des implications directes et éternelles pour chacun d'entre nous. La vie est courte et l'éternité est sûre, mais le destin de cette éternité dépend de la décision que nous prenons au sujet du Christ ici et maintenant.
Dieu, dans Son Amour et Sa Miséricorde Infinis, nous a offert le Salut par Jésus-Christ. Il ne nous oblige pas à l'accepter, mais il nous invite à le faire de toute urgence, sachant que chaque jour est une opportunité qui ne se répétera pas. Demain ne nous est pas garanti, et le jugement est à la porte. La vie éternelle est un don précieux qui ne peut être acheté ou gagné. elle ne peut être reçue que par la foi dans le Sacrifice rédempteur de Jésus.
Il est facile de s'empêtrer dans les soucis de cette vie, dans des projets pour l'avenir ou dans des plaisirs temporaires qui nous distraient de l'Éternel. Pourtant, la Bible nous met en garde à plusieurs reprises contre la brièveté de la vie et l'incertitude du lendemain. Les Écritures nous appellent à vivre en pensant à l'éternité, sachant que nos décisions dans cette vie ont un poids éternel.
Lorsque nous considérons l'état de notre cœur, nous devons être honnêtes avec nous-mêmes et avec Dieu. Avons-nous vraiment accepté le Christ comme notre Seigneur et Sauveur ? Marchons-nous dans la foi, le repentir et l'obéissance ? Ou avons-nous reporté cette décision, croyant que nous avons encore le temps ? La vérité est que chaque jour sans Christ est un jour perdu, et chaque instant où nous remettons la décision à plus tard est un énorme risque que nous prenons avec notre âme.
Le chemin vers la vie éternelle est clair, mais il exige une réponse décisive et urgente. Jésus est le Chemin, la Vérité et la Vie, et personne ne vient au Père que par Lui. Il s'agit d'une déclaration incontournable et cruciale. L'invitation de Dieu est ouverte aujourd'hui, mais la réponse doit être immédiate. Il n'y a pas de plus grande tragédie que de perdre la vie éternelle à cause de l'indécision ou du retard.
Alors, en ce moment, alors que vous ressentez l'Appel de Dieu, je vous exhorte à ne pas endurcir votre cœur. Ne laissez pas l'orgueil, le doute ou le fait de le laisser pour plus tard vous priver du plus grand cadeau jamais offert. N'oubliez pas que l'Éternité n'est qu'à un pas et que votre destinée éternelle est en jeu. Aujourd'hui, c'est le jour du Salut ; Aujourd'hui, c'est le moment de vous assurer que votre nom est écrit dans le Livre de Vie.
Que le Seigneur vous accorde la Grâce de répondre à Son appel par la foi, la repentance et l'obéissance, assurant ainsi une destinée éternelle dans Sa Présence Glorieuse. Il n'y a pas de décision plus urgente ou plus importante que celle-ci. Que le Saint-Esprit vous guide sur le chemin de la vie éternelle, et puissiez-vous trouver dans le Christ la sécurité, la paix et le salut que Lui seul peut donner !
Prière
Père céleste, en ce moment nous nous approchons de toi, reconnaissant que toi seul es le donneur de la vie éternelle et la source de toute espérance. Nous venons devant Ton Trône de Grâce en intercédant pour ceux qui n'ont pas encore décidé de Te donner leur cœur. Seigneur, réveille leurs âmes, ouvre leurs yeux et leurs oreilles pour voir l'urgence et la réalité de leur besoin de Toi. Ne permets pas aux tromperies de ce monde, à la peur du lendemain ou aux chaînes du péché de les séparer davantage de Ton Amour.
Grand et Tout-Puissant Saint-Esprit, touche leurs cœurs en cet instant, brise toutes les barrières qui les éloignent de la vérité et remplis leur vie de conviction, afin qu'ils n'endurcissent plus leurs cœurs, mais répondent à Ton appel avec humilité et repentance. Que ce soit l'heure où les chaînes sont brisées, où les cœurs sont abandonnés et où les âmes trouvent leur refuge dans le Christ.
Seigneur, nous Te demandons de leur donner le courage de prendre une décision radicale et éternelle. Que le temps de s'approcher de Toi ne soit plus retardé, mais qu'aujourd'hui soit le jour où je suis sûr que Son nom est inscrit dans le Livre de Vie. Remplis-les de Ta Paix, de Ton Amour et de Ton Salut. Qu'ils reconnaissent qu'en dehors de Toi il n'y a pas d'espoir, et que ce n'est qu'en Ta Présence qu'il y a la plénitude de la joie et de la Vie éternelle.
Père, tu as dit que tu ne désires pas qu'aucun périsse, mais que tous arrivent à la repentance. Aujourd'hui, nous crions pour ces âmes précieuses, afin qu'elles répondent à ton invitation, qu'elles ne s'égarent ni à droite ni à gauche, mais qu'elles trouvent en toi la certitude de la vie éternelle. Que personne d'autre ne se perde, Seigneur, mais que tous viennent à Toi ! Dans le Nom qui est au-dessus de tout nom, dans le Nom du Seigneur Jésus-Christ, je vous le demande. Amen!
Você Sabe Qual Será O Seu Destino Eterno?
Introdução
Irmão e irmã, vivemos em um mundo onde o temporário e o efêmero parecem ocupar toda a nossa atenção. Nós nos preocupamos com nossas carreiras, nossas famílias, nossas posses e nossos objetivos de curto prazo. No entanto, existe uma realidade que transcende este mundo passageiro: a Eternidade. Você já parou para considerar o que o espera além desta vida? Você já pensou em seu Destino Eterno?
Esta questão não é uma simples questão filosófica ou teológica; é uma questão de vida ou morte, de salvação ou perdição. As Escrituras nos ensinam que cada um de nós enfrentará um destino eterno, seja a Vida com Deus ou a separação eterna Dele. A decisão que tomarmos nesta vida, em relação à nossa fé e obediência a Cristo, determinará nosso lugar na Eternidade.
Neste episódio, vamos mergulhar na profundidade desta questão crucial: "Você sabe qual será o seu destino eterno?" Exploraremos o que a Bíblia diz sobre isso e convidaremos você a refletir seriamente sobre seu relacionamento com Deus e a certeza de sua salvação em Cristo. É um chamado para olhar além do temporal e garantir que nossas vidas estejam alinhadas com o Propósito Eterno de Deus.
João 3:14-21:
14 E assim como Moisés levantou a serpente no deserto, assim importa que o Filho do homem seja levantado;
15 para que todo aquele que nele crê não pereça, mas tenha a vida eterna.
16 Porque Deus amou o mundo de tal maneira que deu o seu Filho unigênito, para que todo aquele que nele crê não pereça, mas tenha a vida eterna.
17 Porque Deus enviou seu Filho ao mundo, não para condenar o mundo, mas para que o mundo fosse salvo por ele.
18Quem nele crê não é condenado; mas aquele que não crê já está condenado, porque não crê no nome do Filho unigênito de Deus.
19 E esta é a condenação: porque a luz veio ao mundo, e os homens amaram mais as trevas do que a luz; porque suas ações eram más.
20Pois todo aquele que pratica o mal odeia a luz e não vem para a luz, para que as suas obras não sejam reprovadas.
21 Mas aquele que trabalha com verdade vem para a luz, para que as suas obras sejam manifestas de que são feitas em Deus.
A REALIDADE DA ETERNIDADE
A eternidade é um conceito realista que desafia a compreensão de nossa compreensão fina e finita. Em um mundo onde tudo parece ter um começo e um fim, a ideia de algo que transcende o tempo é, em muitos aspectos, incompreensível. No entanto, a Bíblia é clara sobre isso: todos os seres humanos devem viver para sempre, seja na presença de Deus ou separados dEle para sempre.
A Natureza Infinita da Alma Humana
Desde o início, a Bíblia nos ensina que o homem foi criado à imagem e semelhança de Deus (Gênesis 1:26-27), o que inclui a posse de uma alma imortal. Enquanto nossos corpos são temporários e sujeitos à morte, nossa alma perdura além da sepultura. Esse senso de eternidade muitas vezes se manifesta no anseio humano por propósito, significado e conexão com algo maior do que nós mesmos. Mesmo aqueles que negam a existência de Deus muitas vezes experimentam um vazio, um desejo insaciável por algo que o mundo material não pode oferecer. Esse vazio é o eco de nossa verdadeira natureza eterna, projetada para viver em comunhão com Deus.
Dois Destinos Eternos
A Escritura nos apresenta dois possíveis destinos eternos: Vida Eterna e punição eterna. Jesus falou desses destinos em várias ocasiões, enfatizando que cada pessoa acabará em um desses dois lugares.
Vida Eterna: Aqueles que colocaram sua fé em Cristo, seguindo Seus mandamentos, obedecendo a Ele, fazendo o que Ele nos pede para fazer e permanecendo em Seu amor, são os que herdarão a Vida Eterna. Em João 5:24, Jesus afirma:
24 Em verdade, em verdade vos digo que quem ouve a minha palavra e crê naquele que me enviou tem a vida eterna; e ele não virá para condenação, mas passará da morte para a vida.
Esta Vida Eterna não é simplesmente uma continuação da existência, mas uma Vida em Plenitude, na Presença de Deus, livre de toda dor, tristeza e morte (Apocalipse 21:4). É uma vida de alegria sem fim, em perfeita conexão com nosso Criador.
Castigo Eterno: Em contraste, aqueles que rejeitam a Cristo, que vivem separados de Deus e seguem seus próprios caminhos, enfrentarão um destino muito mais sombrio. Jesus foi muito claro sobre o julgamento que aguarda os impenitentes. Em Mateus 25:41, diz:
41 Então ele dirá também aos que estiverem à esquerda: "Apartai-vos de mim, malditos, para o fogo eterno, preparado para o diabo e para os seus anjos:...
Essa punição não é temporária nem corretiva; é eterno. É a separação completa de Deus, a fonte de toda luz, amor e vida, que leva ao sofrimento e à escuridão total.
A Irreversibilidade da Eternidade
Uma das características mais aterrorizantes e surpreendentes da eternidade é sua irreversibilidade. Ao contrário das escolhas que fazemos nesta vida, que podem ser corrigidas ou ajustadas enquanto estamos lá, nossa escolha em relação a Deus tem consequências eternas que não podem ser mudadas quando cruzamos o limiar da morte. A parábola de Lázaro e do homem rico (Lucas 16:19-31) ilustra essa realidade. O homem rico, em tormento após a morte, clama por alívio, mas é informado de que entre ele e Lázaro, que está no seio de Abraão, há "um grande abismo" (um abismo) que ninguém pode atravessar. Isso ressalta a conclusão de nossa oportunidade de escolher nosso destino depois de deixarmos esta vida.
A urgência do presente
Como a Eternidade é uma realidade inevitável para todos, a urgência de se preparar para ela não pode ser exagerada. Jesus repetidamente nos adverte para estarmos prontos, para não adiarmos para amanhã o que precisa ser feito hoje. Mateus 25:13:
13 Vigiai, pois, porque não sabeis o dia nem a hora em que virá o Filho do homem.
Cada dia que vivemos é uma oportunidade concedida pela Graça de Deus para garantir que estamos no caminho certo para a Vida Eterna.
A CERTEZA DA SALVAÇÃO EM CRISTO
Um dos dons mais preciosos que o evangelho oferece é a certeza da salvação em Cristo. Não devemos viver na incerteza ou no medo constante de nosso Destino Eterno. Através da Obra Redentora de Jesus Cristo, podemos ter plena certeza de que nossa alma está segura Nele e que a Vida Eterna é nossa Herança garantida. Este ponto é essencial para a fé cristã e é uma fonte de paz e esperança inabaláveis.
A Certeza da Promessa Divina
A certeza de nossa salvação não se baseia em nossas obras, emoções ou circunstâncias, mas na promessa imutável de Deus. O apóstolo Paulo afirma em Efésios 2:8-9:
8Porque pela graça sois salvos pela fé; e isto não vem de vós, porque é dom de Deus:
9 Não pelas obras, para que ninguém se glorie.
Aqui, a Escritura nos assegura que nossa Salvação é um Dom Divino, dado pela Graça e recebido pela fé. Esta Graça não depende de nossa capacidade de cumpri-la ou merecê-la, mas da fidelidade de Deus à Sua Promessa.
Deus prometeu que aqueles que crêem em Seu Filho não perecerão, mas terão a Vida Eterna (João 3:16). Esta promessa é uma âncora para a alma, permitindo-nos descansar na certeza de que, independentemente de nossas faltas ou fraquezas, nossa Salvação é assegurada pela Obra Perfeita de Cristo na cruz. Em Hebreus 6:17-20, somos informados:
17 Portanto, Deus quis mostrar mais abundantemente aos herdeiros da promessa a imutabilidade de seu conselho e fez um juramento;
18 para que, por duas coisas imutáveis, nas quais é impossível que Deus minta, tenhamos a mais forte consolação, os que nos refugiamos na esperança proposta;
19 Que temos como âncora segura e firme da alma, e que entra até dentro do véu;
20 Onde Jesus entrou por nós como precursor, feito Pontífice eternamente segundo a ordem de Melquisedeque.
Esta metáfora da "âncora da alma" ilustra a firmeza e estabilidade da Salvação que temos em Cristo.
A obra consumada de Cristo
A base de nossa garantia está na Obra Consumada de Jesus Cristo. Na cruz, Jesus declarou: "Está consumado" (João 19:30). Essas palavras não eram apenas uma declaração de seu sofrimento físico, mas um pronunciamento de que a Obra de Redenção do espírito e da alma estava completa. Cristo pagou a dívida do pecado na íntegra, satisfazendo plenamente a justiça divina e reconciliando-nos com Deus.
O sacrifício de Cristo é perfeito e suficiente, e não precisa ser suplementado por nossas obras ou esforços. Hebreus 10:14 diz:
14 Pois com uma só oferta aperfeiçoou para sempre os santificados.
Essa perfeição não é uma questão de nosso desempenho moral, mas da eficácia do sacrifício de Cristo. Se colocamos nossa fé Nele, somos contados entre aqueles que Ele aperfeiçoou para sempre.
Além disso, a ressurreição de Jesus é a prova definitiva de que Seu sacrifício foi aceito por Deus, como Romanos 4:25 diz:
25 o qual foi entregue por nossas ofensas, e ressuscitado para nossa justificação.
A ressurreição é a prova viva de que o poder do pecado e da morte foi derrotado, e também é a garantia de nossa justificação diante de Deus.
A obra do Espírito Santo
Outra dimensão fundamental da certeza da Salvação é a Obra do Espírito Santo na vida do crente. Em Efésios 1:13-14, Paulo escreve:
13 no qual também esperastes quando ouvistes a palavra da verdade, o evangelho da vossa salvação, no qual também desde o princípio da vossa fé fostes selados com o Espírito Santo da promessa,
14 que é o penhor da nossa herança, para resgate da possessão adquirida para louvor da sua glória.
Aqui, o Espírito Santo é descrito como um Selo e uma Garantia de nossa Salvação. O Selo do Espírito é uma marca de pertencimento, indicando que somos propriedade de Deus e que nossa salvação é garantida por Seu Poder. Além disso, o Espírito Santo é dado como um "depósito" ou depósito, uma antecipação de nossa Herança Eterna. Isso significa que a Presença do Espírito em nossas vidas é um sinal da Redenção Plena que experimentaremos na Eternidade.
O Espírito Santo também trabalha em nós para produzir frutos que são evidência de nossa salvação (Gálatas 5:22-23). Esses frutos não são a causa de nossa salvação, mas o resultado da Obra do Espírito naqueles que foram regenerados. A transformação de nossas vidas, o crescimento na santidade e o amor crescente a Deus e aos outros são sinais visíveis da Vida Eterna que já começou em nós.
A perseverança dos santos
A doutrina da perseverança dos santos é outro fundamento de nossa certeza em Cristo. Aqueles que foram verdadeiramente salvos por Deus serão preservados até o fim. Jesus disse em João 10:27-28:
27As minhas ovelhas ouvem a minha voz, e eu as conheço, e elas me seguem;
28 E eu lhes dou a vida eterna, e eles não perecerão para sempre, nem ninguém os arrebatará da minha mão.
Esta promessa é uma garantia de que, uma vez que pertencemos a Cristo, nada nem ninguém pode nos separar de Seu Amor. O apóstolo Paulo também reafirma essa garantia em Romanos 8:38-39:
38 Portanto, estou certo de que nem a morte nem a vida, nem os anjos, nem os principados, nem as potestades, nem o presente nem o porvir,
39 Nem o alto nem o baixo, nem qualquer criatura poderá separar-nos do amor de Deus, que está em Cristo Jesus, nosso Senhor.
Esta convicção baseia-se na Omnipotência de Deus, que não só nos salva, mas também nos guarda até ao Dia da Redenção Final.
A Resposta da Fé
Embora a certeza da salvação seja um dom de Deus, ela também requer uma resposta contínua de fé de nossa parte. A fé não é um ato único, mas uma postura constante de confiança e obediência a Cristo, como diz Hebreus 10:39:
39 Mas não somos de nos retirarmos para a destruição, mas fiéis para o ganho da alma.
É vital que continuemos a nutrir nossa fé por meio da Palavra de Deus, oração e comunhão com outros crentes. A certeza de nossa salvação não nos leva à complacência, mas a um desejo maior de viver para Cristo, sabendo que Ele é fiel para completar a Obra que começou em nós (Filipenses 1:6).
REFLETINDO SOBRE A CONDIÇÃO DO CORAÇÃO
A pergunta "Você sabe qual será o seu destino eterno?" não é simplesmente uma pergunta teológica, mas um convite a um exame profundo e honesto da condição do nosso coração. A Bíblia nos ensina que o estado do nosso coração é crucial para o nosso relacionamento com Deus e, em última análise, para o nosso Destino Eterno. Refletir sobre a condição do nosso coração envolve um autoexame sincero, à luz da Palavra de Deus, para determinar se estamos realmente alinhados com a Sua Vontade e se nossa fé é genuína.
O Coração nas Escrituras
Na Bíblia, o coração não se refere apenas ao órgão físico, mas representa o centro do nosso ser, a sede de nossas emoções, pensamentos, vontade e caráter. Em Provérbios 4:23, ele nos adverte:
23 Guarda o teu coração acima de tudo o que se guarda; Porque a vida flui dele.
Este versículo ressalta a importância vital de cuidar e examinar o coração, pois todas as nossas ações e decisões fluem dele. Jesus também enfatiza a centralidade do coração quando diz em Marcos 7:21-23, o seguinte:
21 Pois de dentro, do coração dos homens, vêm os maus pensamentos, os adultérios, as prostituições, os assassinatos,
22 Roubo, avareza, maldade, engano, falta de vergonha, mau-olhado, injúria, soberba, estultícia.
23 Toda essa maldade vem de dentro e contamina o homem.
Estas palavras revelam que o pecado não é simplesmente um problema externo, mas surge de dentro de uma pessoa, do estado do seu coração.
A Natureza Pecaminosa do Coração Humano
O profeta Jeremias afirma no capítulo 17, versículo 9:
9 Enganoso é o coração, mais do que todas as coisas, e desesperadamente perverso; Quem vai saber?
Esta declaração nos confronta com a realidade de nossa natureza caída. O coração humano, sem a intervenção regeneradora de Deus, está inclinado para o mal, enganando-se a si mesmo e resistindo à Verdade Divina. Esse reconhecimento é essencial para qualquer reflexão séria sobre nossa condição espiritual. Se não entendermos a gravidade de nossa situação, não veremos a necessidade urgente da graça transformadora de Deus.
As Escrituras são claras ao dizer que todos pecamos e carecemos da glória de Deus (Romanos 3:23). O pecado corrompeu nossos corações, levando-nos a nos afastar de Deus e perseguir nossos próprios desejos egoístas. Essa corrupção interna não pode ser corrigida por esforços humanos ou boas intenções; só pode ser curado pela intervenção divina.
A necessidade de um novo coração
O diagnóstico de nossa condição espiritual é sério, mas Deus, em Sua Misericórdia, oferece um remédio. Por meio do profeta Ezequiel, Deus prometeu dar ao Seu povo um novo coração, Ezequiel 36:26 diz:
26 E eu lhes darei um coração novo, e porei dentro de vocês um espírito novo; e tirarei da vossa carne o coração de pedra e vos darei um coração de carne.
Esta é uma imagem poderosa da Obra de Regeneração que Deus realiza naqueles que vêm a Ele em arrependimento e fé. O "coração de pedra" simboliza dureza, insensibilidade e rebelião contra Deus, enquanto o "coração de carne" representa um coração sensível, receptivo e obediente à Voz do Espírito Santo. Essa mudança de coração é essencial para entrar em um relacionamento correto com Deus. Jesus ensinou que "se não nascerdes de novo, não podeis ver o reino de Deus" (João 3:3), enfatizando que uma transformação interior é absolutamente necessária para a Salvação.
Examinando nosso coração à luz da Palavra
Para refletir sobre a condição de nossos corações, devemos permitir que a Palavra de Deus a examine e ilumine. Em Hebreus 4:12, ele descreve a Palavra de Deus como viva, eficaz, afiada, penetrante e perspicaz.
12 Porque a palavra de Deus é viva e eficaz, e mais penetrante do que qualquer espada de dois gumes, chegando até a dividir a alma, e até o espírito, e as juntas e medulas, e discerne os pensamentos e intenções do coração.
A Escritura não apenas nos ensina a verdade, mas também revela as intenções ocultas de nossos corações, expondo tanto o pecado quanto as áreas de necessidade espiritual. Esse processo de auto-exame é fundamental para o nosso crescimento espiritual. No Salmo 139:23-24, Davi ora:
23 Sonda-me, ó Deus, e conhece o meu coração; prova-me e reconhece os meus pensamentos;
24 E vê se há em mim um caminho de maldade, e guia-me no caminho da eternidade.
Esta oração reflete uma atitude de humildade e abertura diante de Deus, reconhecendo que precisamos de Sua orientação para andar em retidão.
Frutos dignos de arrependimento
Jesus disse que "pelos seus frutos os conhecereis" (Mateus 7:20), referindo-se à verdadeira condição do coração que se manifesta nos frutos de nossas vidas. Um coração transformado pela Graça de Deus produzirá frutos dignos de arrependimento, como amor, alegria, paz, paciência, benignidade, bondade, fé, mansidão e domínio próprio (Gálatas 5:22-23). Esses frutos são evidências de que o Espírito Santo está trabalhando em nós, conformando-nos à imagem de Cristo.
Por outro lado, a ausência de tais frutos, ou a presença de frutos ruins, pode ser um sinal de que nosso coração não está alinhado com Deus. Jesus advertiu que nem todos os que O chamam de "Senhor" entrarão no reino dos céus, mas apenas aqueles que fazem a Vontade de Seu Pai (Mateus 7:21). Isso nos leva à necessidade de um exame constante e honesto de nossas vidas para garantir que estamos vivendo em obediência e fé genuína.
O Chamado ao Arrependimento e à Fé
Por fim, refletir sobre a condição de nosso coração nos leva a um chamado urgente, arrependimento e fé. Se, após exame, descobrirmos áreas de pecado, dureza ou apatia espiritual, a resposta adequada é arrepender-se e voltar-se para Deus. Em 1 João 1:9, temos a certeza:
9Se confessarmos os nossos pecados, ele é fiel e justo para nos perdoar os pecados e nos purificar de toda injustiça.
Deus, em Sua Misericórdia, nos oferece perdão e purificação, restaurando nossa comunhão com Ele. O arrependimento não é um ato único, mas um estilo de vida contínuo de humildade e dependência da graça de Deus. É a resposta diária de um coração que reconhece sua necessidade constante da Salvação que somente Cristo pode proporcionar.
O CAMINHO PARA A VIDA ETERNA
A questão-chave do assunto implica a questão de como alcançar a Vida Eterna. A Vida Eterna, de acordo com a Bíblia, é um Dom maravilhoso que Deus oferece a todos os que crêem em Seu Filho Jesus Cristo. No entanto, esse caminho não é aquele que os seres humanos podem encontrar ou percorrer por seus próprios meios. O Caminho para a Vida Eterna é um Caminho de fé e obediência, marcado pela Graça de Deus e pela Obra Redentora de Cristo. É um Caminho que exige uma resposta decisiva e um compromisso contínuo da nossa parte.
Jesus Cristo: O Único Caminho
Em um mundo cheio de religiões, filosofias e sistemas de crenças (denominações), Jesus fez uma declaração exclusiva e radical em João 14:6:
6 Jesus lhe disse: "Eu sou o caminho, a verdade e a vida; ninguém vem ao Pai senão por mim".
Com essas palavras, Jesus deixou claro que a Vida Eterna não é encontrada por nenhum outro meio, mas apenas por Ele. Não basta ser moralmente bom, ou seguir uma série de rituais religiosos, ou aderir a uma filosofia espiritual; A Vida Eterna só pode ser obtida por meio de um relacionamento pessoal com Jesus Cristo.
A exclusividade de Jesus Cristo como o único Caminho para Deus é central para a mensagem cristã. Esta afirmação repousa sobre a realidade de que somente Cristo, sendo o Filho de Deus, poderia cumprir a Justiça Divina através de Seu Sacrifício na cruz. Em Atos 4:12, Pedro afirma firmemente o seguinte:
12 E não há salvação em nenhum outro, pois debaixo do céu nenhum outro nome há, dado entre os homens, pelo qual devamos ser salvos.
Esta declaração enfatiza que a Salvação e a Vida Eterna não são acessíveis por nenhum outro meio ou nome.
A fé como entrada para o caminho
O acesso ao Caminho da Vida Eterna começa com a fé. Essa fé não é simplesmente um assentimento intelectual a certas doutrinas, mas uma confiança total e pessoal em Jesus Cristo como Senhor e Salvador. As Escrituras são claras ao dizer que "o justo viverá pela fé" (Habacuque 2:4; Romanos 1:17). A fé genuína envolve uma mudança radical de vida, onde se afasta do pecado e se volta para Deus, confiando plenamente na Obra Redentora de Cristo.
O apóstolo Paulo explica em Efésios 2:8-9 que a salvação é pela graça por meio da fé, e que é um dom de Deus, não o resultado de nossas obras. Essa ênfase na fé enfatiza que não podemos ganhar a Vida Eterna por nossa própria força ou méritos. é um presente imerecido que recebemos ao colocar nossa confiança em Cristo.
No entanto, a verdadeira fé é ativa e produz frutos. Em Tiago 2:17, ele nos lembra que "a fé, se não tiver obras, é morta em si mesma". Isso significa que, embora sejamos salvos pela fé, essa fé se manifesta em uma vida transformada, na qual obedecemos a Deus e buscamos Sua Vontade em todas as coisas.
Arrependimento: O Primeiro Passo no Caminho
Antes de começarmos a trilhar o Caminho da Vida Eterna, o arrependimento é necessário. Jesus começou Seu ministério da seguinte forma, conforme mencionado em Marcos 1:14-15:
14 Mas, depois que João foi preso, Jesus veio para a Galiléia pregando o evangelho do reino de Deus.
15 e dizendo: O tempo está cumprido, e o reino de Deus está próximo; arrependei-vos, e crede no evangelho.
O arrependimento envolve uma mudança de mente e direção. é reconhecer nossa pecaminosidade, lamentar nossos pecados e decidir nos afastar deles para seguir a Cristo.
O arrependimento não é simplesmente um sentimento de culpa, mas uma ação decisiva que envolve abandonar nossos pecados e nos alinhar com a vontade de Deus. Atos 3:19 nos exorta:
19 Arrependei-vos, pois, e convertei-vos, para que sejam apagados os vossos pecados; pois virão os tempos de refrigério da presença do Senhor,...
Este versículo fala não apenas do perdão dos pecados, mas também da renovação e restauração que se segue ao arrependimento genuíno.
Obediência: O Caminho em Ação
Uma vez que tenhamos entrado no Caminho da Vida Eterna pela fé e arrependimento, somos chamados a andar em obediência. Jesus disse: "Se me amais, guardai os meus mandamentos" (João 14:15). A obediência não é um requisito para ganhar a salvação, mas é a evidência de uma fé viva e genuína. É a nossa maneira de mostrar nosso amor a Deus e nosso compromisso com o Seu Reino. Em Mateus 7:21, Jesus adverte:
21 Nem todo aquele que me diz: Senhor, Senhor, entrará no reino dos céus, mas aquele que faz a vontade de meu Pai que está nos céus.
Este versículo ressalta que a obediência à Vontade de Deus é uma marca registrada daqueles que realmente entraram no Caminho da Vida Eterna. A obediência não é uma opção, mas uma expectativa para todos os que desejam seguir a Cristo.
Além disso, a obediência é uma resposta de gratidão pela Salvação que recebemos. Não obedecemos para ganhar o favor de Deus, mas porque já o recebemos por meio de Cristo. Em 1 João 5:3, somos informados:
3Porque este é o amor de Deus: que guardemos os seus mandamentos; e os seus mandamentos não são penosos.
A obediência, longe de ser um fardo, é um deleite para aqueles de nós que foram transformados pela graça de Deus.
Perseverança no Caminho
O Caminho para a Vida Eterna é um Caminho de perseverança. O próprio Jesus disse: "Aquele que perseverar até o fim será salvo" (Mateus 24:13). Esta declaração indica que a vida cristã é uma longa corrida de resistência, não uma corrida curta. A perseverança na fé, o arrependimento e a obediência são cruciais para permanecer no caminho que conduz à Vida Eterna.
A perseverança não depende de nossas forças, mas da Graça de Deus que nos sustenta. Em Filipenses 1:6, ele nos garante que "aquele que começou uma boa obra em vós a completará até o dia de Jesus Cristo". Esta promessa dá-nos a confiança de que Deus, que nos chamou, nos fará chegar também ao fim do caminho.
No entanto, a perseverança também exige que estejamos alertas e vigilantes, permanecendo firmes na fé e resistindo às tentações e enganos que podem nos desviar. Em Hebreus 12:1-2:
1 Portanto, também nós, tendo ao redor de nós tão grande nuvem de testemunhas, deixando todo o peso do pecado que nos rodeia, corramos com paciência a carreira que nos está proposta,
2 Olhando para Jesus, o autor e consumador da nossa fé; o qual, tendo recebido alegria, suportou a cruz, desprezando a vergonha, e assentou-se à direita do trono de Deus.
Manter os olhos em Jesus Cristo é essencial para perseverar, pois Ele é nosso exemplo e nossa força na corrida da fé.
A comunidade de fé: apoio na jornada
Deus não nos chama para caminhar sozinhos no caminho da Vida Eterna. Ele nos deu uma comunidade de fé, a Igreja, para nos apoiar, encorajar e corrigir quando necessário. Em Hebreus 10:24-25, ele nos exorta da seguinte forma:
24E consideremo-nos uns aos outros para nos estimularmos mutuamente ao amor e às boas obras;
25 Não abandonando a nossa congregação, como alguns costumam fazer, mas exortando-nos; e ainda mais, à medida que você vê esse dia se aproximando.
A vida cristã é uma vida em comunidade, onde nos ajudamos mutuamente a permanecer firmes no caminho. A comunhão com outros crentes é vital para nossa perseverança e crescimento espiritual. Por meio do discipulado, da oração, do estudo da Bíblia e da adoração conjunta, somos fortalecidos para avançar no caminho que leva à Vida Eterna.
QUANTO À URGÊNCIA DA DECISÃO
O assunto da Eternidade e do Destino Eterno não é algo que possa ser adiado ou tomado de ânimo leve. A pergunta feita para o tema desta ocasião carrega consigo uma urgência inescapável. A decisão de onde passaremos a Eternidade não é uma questão para ser relegada a segundo plano ou deixada para depois. A Bíblia nos chama a tomar essa decisão imediata e conscientemente, reconhecendo que nossas vidas são curtas e que a oportunidade de aceitar a Salvação que Deus oferece em Cristo é limitada.
A brevidade da vida
Uma das principais razões pelas quais essa decisão é urgente é a brevidade da vida humana. Tiago 4:14 nos lembra o seguinte:
14 E vocês não sabem o que será amanhã. Pois o que é a sua vida? Certamente é um vapor que aparece por um tempo e depois desaparece.
Este versículo nos confronta com a realidade de que nossa existência terrena é passageira, e nenhum de nós sabe quanto tempo nos resta. A vida é um dom precioso, mas também é frágil, e não devemos presumir que teremos mais tempo para tomar a decisão mais importante de nossas vidas. O Salmo 90:12 nos exorta:
12 Ensina-nos a contar os nossos dias, para que possamos trazer sabedoria aos nossos corações.
Este chamado à Sabedoria nos convida a viver com uma consciência constante da brevidade da vida, tomando decisões que têm valor eterno. A urgência é que cada dia que passa é um dia a menos para tomar a decisão de seguir a Cristo, e não sabemos quando chegará o momento em que nossa oportunidade estará fechada para sempre.
A incerteza do amanhã
A vida não é apenas curta, mas também incerta. Provérbios 27:1 adverte:
1NÃO se vanglorie do dia de amanhã; Porque você não sabe o que o dia trará.
Vivemos em um mundo cheio de incertezas, onde planos, seguranças e expectativas podem mudar em um instante. A vida pode ser drasticamente alterada por uma doença, um acidente ou uma circunstância inesperada. Essa incerteza ressalta a urgência de tomar decisões espirituais agora, sem atrasá-las.
Jesus contou uma parábola que ilustra essa realidade em Lucas 12:16-21. Nesta história, um homem rico planeja seu futuro terreno, acumulando bens e se preparando para desfrutar de uma vida confortável. No entanto, Deus diz a ele:
20 E Deus lhe disse: "Seu tolo, esta noite eles pedem sua alma novamente; e o que você avisou, de quem será?
[Lucas 12:20]
Esse homem, que havia depositado toda a sua confiança em seus bens materiais, foi confrontado com a realidade de sua própria mortalidade e perdeu a oportunidade de preparar sua alma para a eternidade.
A Realidade do Julgamento
A urgência da decisão também se baseia na certeza do julgamento vindouro. Em Hebreus 9:27, ele nos diz:
27 E assim como está ordenado aos homens morrerem uma só vez, e depois o julgamento;
Este versículo nos ensina que após a morte, enfrentaremos o julgamento de Deus, onde cada pessoa prestará contas de sua vida. Aqueles que rejeitaram a Salvação em Cristo enfrentarão a condenação eterna, enquanto aqueles que aceitaram a Cristo como seu Salvador receberão a Vida Eterna.
Este julgamento é inevitável e final. Em Apocalipse 20:12-15, a visão do grande Trono Branco nos mostra como os mortos, grandes e pequenos, serão julgados de acordo com suas obras. Aqueles cujos nomes não estão escritos no Livro da Vida serão lançados no lago de fogo, representando a separação eterna de Deus. A gravidade desta realidade exige uma decisão imediata, porque após a morte, não haverá uma segunda chance de arrepender-se e aceitar a Salvação.
O Dia da Salvação é Hoje
O apóstolo Paulo afirma em 2 Coríntios 6:2:
2(Pois ele diz: Eu te ouvi no tempo aceitável, e num dia de saúde te ajudei; eis que agora é o tempo aceitável; eis que agora é o dia da saúde:)
Este chamado enfatiza que a hora de tomar uma decisão por Cristo é agora. Não há melhor momento para responder ao evangelho do que o presente. A oferta de salvação está aberta hoje, mas não podemos presumir que será amanhã. Cada dia que passa sem tomar uma decisão por Cristo está um dia mais perto do julgamento, e a Bíblia nos exorta a não endurecer nossos corações quando ouvimos Sua Voz (Hebreus 3:15).
A oferta de Salvação é um Presente gratuito, mas também é uma oferta por tempo limitado. O próprio Jesus disse: "Quem não está comigo é contra mim; e quem comigo não ajunta, espalha" (Mateus 12:30). Este versículo enfatiza que não há neutralidade espiritual. Não decidir por Cristo é, na realidade, uma decisão contra Ele.
O Testemunho do Espírito Santo
Além disso, a urgência da decisão é apoiada pelo testemunho contínuo do Espírito Santo em nossos corações. Jesus prometeu enviar o Espírito Santo para convencer o mundo do pecado, da justiça e do julgamento (João 16:8). O Espírito Santo trabalha em nossos corações, chamando-nos ao arrependimento e à fé em Cristo. Ignorar ou resistir à Voz do Espírito é arriscar endurecer nossos corações a ponto de não sermos mais capazes de responder à Graça de Deus. Em Hebreus 3:7-8:
7 Portanto, como diz o Espírito Santo: "Se vocês ouvirem a sua voz hoje,
8Não endureçam os vossos corações...
Cada vez que resistimos ao Chamado do Espírito Santo, corremos o risco de endurecer cada vez mais nossos corações, tornando-nos cada vez mais insensíveis ao Seu Chamado. É um lembrete solene de que a oportunidade de se arrepender e acreditar não é garantida indefinidamente.
O convite aberto de Deus
Deus, em Seu Amor e Misericórdia, estende Seu convite a todos: "Vinde a mim, todos os que estais cansados e oprimidos, e eu vos aliviarei" (Mateus 11:28). Este convite está aberto a todos, mas requer uma resposta imediata. Na parábola da festa de casamento (Mateus 22:1-14), Jesus descreve quantos foram convidados para o banquete, mas muitos deles não quiseram vir. Aqueles que recusaram o convite perderam seu lugar na festa, enquanto outros, aqueles que aceitaram, desfrutaram da comunhão com o rei. Esta parábola ilustra que o convite de Deus à salvação é sério e requer uma resposta decisiva.
O apóstolo Pedro exorta em 2 Pedro 3:9 o seguinte:
9 O Senhor não demora em cumprir a sua promessa, pois alguns a consideram negligência. mas ele é paciente para conosco, não querendo que ninguém pereça, mas que todos cheguem ao arrependimento.
Deus é paciente e deseja que todos sejam salvos, mas essa paciência não deve ser mal interpretada como uma licença para atrasar nossa resposta. Seu convite é agora, e seu desejo é que ninguém pereça, mas cada pessoa deve decidir se aceitará ou rejeitará essa oferta de salvação.
Conclusão
Ao refletirmos sobre a pergunta inicial, fica claro que esta é a questão mais importante que enfrentaremos. Não é simplesmente uma questão teórica ou abstrata; É uma pergunta que tem implicações diretas e eternas para cada um de nós. A vida é curta e a eternidade é segura, mas o destino dessa eternidade depende da decisão que tomamos sobre Cristo aqui e agora.
Deus, em Seu Infinito Amor e Misericórdia, nos ofereceu a Salvação por meio de Jesus Cristo. Ele não nos obriga a aceitá-lo, mas nos convida a fazê-lo com urgência, sabendo que cada dia é uma oportunidade que não se repetirá. O amanhã não está garantido para nós, e o julgamento está às portas. A Vida Eterna é um Dom precioso que não pode ser comprado ou ganho. só pode ser recebido pela fé no Sacrifício redentor de Jesus.
É fácil se enredar nas preocupações desta vida, em planos para o futuro ou em prazeres temporários que nos distraem do Eterno. No entanto, a Bíblia repetidamente nos adverte sobre a brevidade da vida e a incerteza do amanhã. As Escrituras nos chamam a viver com a Eternidade em mente, sabendo que nossas decisões nesta vida têm peso eterno.
Ao considerarmos o estado de nosso coração, devemos ser honestos conosco mesmos e com Deus. Aceitamos verdadeiramente a Cristo como nosso Senhor e Salvador? Estamos andando em fé, arrependimento e obediência? Ou adiámos esta decisão, acreditando que ainda temos tempo? A verdade é que cada dia sem Cristo é um dia perdido, e cada momento que adiamos a decisão é um enorme risco que estamos correndo com a alma.
O caminho para a Vida Eterna é claro, mas requer uma resposta decisiva e urgente. Jesus é o Caminho, a Verdade e a Vida, e ninguém vem ao Pai senão por Ele. Esta é uma afirmação inevitável e crucial. O convite de Deus está aberto hoje, mas a resposta deve ser imediata. Não há tragédia maior do que perder a Vida Eterna por indecisão ou atraso.
Então, agora, ao sentir o Chamado de Deus, peço que você não endureça seu coração. Não deixe que o orgulho, a dúvida ou deixá-lo para depois o prive do maior Presente já oferecido. Lembre-se de que a Eternidade está a apenas um passo de distância e que seu destino eterno está em jogo. Hoje é o dia da Salvação; hoje é a hora de garantir que seu nome esteja escrito no Livro da Vida.
Que o Senhor lhes conceda a Graça de responder ao Seu Chamado com fé, arrependimento e obediência, garantindo assim um destino eterno em Sua Presença Gloriosa. Não há decisão mais urgente ou mais importante do que esta. Que o Espírito Santo o guie no Caminho da Vida Eterna, e que você encontre em Cristo a segurança, a paz e a salvação que só Ele pode dar!
Oração
Pai Celestial, neste momento nos aproximamos de Ti, reconhecendo que somente Tu és o doador da Vida Eterna e a fonte de toda esperança. Viemos diante do Teu Trono de Graça intercedendo por aqueles que ainda não decidiram entregar seus corações a Ti. Senhor, desperte suas almas, abra seus olhos e ouvidos para ver a urgência e a realidade de sua necessidade de Ti. Não permitais que os enganos deste mundo, o medo do amanhã ou as correntes do pecado os separem ainda mais do Vosso Amor.
Grande e Todo-Poderoso Espírito Santo, toca seus corações neste instante, derruba todas as barreiras que os afastam da verdade e enche suas vidas de convicção, para que não endureçam mais seus corações, mas respondam ao Teu Chamado com humildade e arrependimento. Que esta seja a hora em que as correntes sejam quebradas, os corações se entreguem e as almas encontrem seu refúgio em Cristo.
Senhor, pedimos que lhes conceda a coragem de tomar uma decisão radical e eterna. Que o tempo de se aproximar de Ti não seja mais adiado, mas que hoje seja o dia em que tenho certeza de que Seu nome está escrito no Livro da Vida. Enchei-os com a Vossa Paz, o Vosso Amor e a Vossa Salvação. Que eles reconheçam que fora de Ti não há esperança, e que somente em Tua Presença há plenitude de alegria e Vida Eterna.
Pai, Tu disseste que não desejas que ninguém pereça, mas que todos cheguem ao arrependimento. Hoje clamamos por essas almas preciosas, para que respondam ao Teu Convite, para que não se desviem nem para a direita nem para a esquerda, mas encontrem em Ti a certeza da Vida Eterna. Que ninguém mais se perca, Senhor, mas que todos venham a Ti! No Nome que está acima de todo nome, no Nome do Senhor Jesus Cristo eu te peço. Amém!