Mateo 14:22-31:

22Y luego Jesús hizo á sus discípulos entrar en el barco, é ir delante de él á la otra parte del lago, entre tanto que él despedía á las gentes.

23Y despedidas las gentes, subió al monte, apartado, á orar: y como fué la tarde del día, estaba allí solo.

24Y ya el barco estaba en medio de la mar, atormentado de las ondas; porque el viento era contrario.

25Mas á la cuarta vela de la noche, Jesús fué á ellos andando sobre la mar.

26Y los discípulos, viéndole andar sobre la mar, se turbaron, diciendo: Fantasma es. Y dieron voces de miedo.

27Mas luego Jesús les habló, diciendo: Confiad, yo soy; no tengáis miedo.

28Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si tú eres, manda que yo vaya á ti sobre las aguas.

29Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro del barco, andaba sobre las aguas para ir á Jesús.

30Mas viendo el viento fuerte, tuvo miedo; y comenzándose á hundir, dió voces, diciendo: Señor, sálvame.

31Y luego Jesús, extendiendo la mano, trabó de él, y le dice: Oh hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?

Introducción

Queridos Hermanos, el miedo es una de las emociones más antiguas y poderosas que el ser humano puede experimentar. Desde el principio, el temor ha intentado paralizar a los Hijos de Dios, sembrando dudas y apartándolos de la Fe en el Todopoderoso. Vivimos en un mundo donde las tempestades de la vida están siempre presentes: problemas financieros, enfermedades, pérdidas familiares, conflictos emocionales, y crisis globales. En medio de estas tormentas, la voz del miedo grita fuerte, intentando ahogar nuestra confianza en las Promesas de Dios. Pero hoy, el mensaje del Señor Jesús resuena con poder y autoridad: “Confiad, yo soy; no tengáis miedo.”

Imaginen la escena: los discípulos, hombres fuertes y acostumbrados al mar, en su mayoría eran pescadores, se ven desbordados por la furia de las olas. En su desesperación, confunden al Salvador con un fantasma, con un espanto, un reflejo de cuán distorsionada puede ser nuestra percepción en medio del miedo. Pero el Señor Jesús no solo calma el mar, sino que calma el corazón temeroso. Su Presencia sobre las aguas turbulentas nos recuerda que no hay tormenta demasiado grande ni problema demasiado complejo que Él no pueda dominar. Su Autoridad trasciende las fuerzas naturales y espirituales, y su Amor es tan inmenso que se acerca a nosotros en nuestras peores circunstancias.

Este sermón es un llamado a reflexionar sobre cómo enfrentamos nuestras propias tormentas. ¿Permitimos que el miedo nos venza, o elegimos confiar en el que camina sobre las aguas? Hoy, el Señor nos invita a reemplazar el temor por la Fe, a soltar nuestras ansiedades y a descansar en la certeza de que Su Mano siempre está extendida para salvarnos. Escuchemos Su Voz y afirmemos con valentía: “No temeré, porque Tú estás conmigo”.

EL SEÑOR, LA FUENTE DE CALMA EN LA TORMENTA

El Señor Jesús se presenta como la Respuesta absoluta al caos y al temor. En Mateo 14:23-24, vemos al Señor Jesús retirándose al monte para orar mientras los discípulos luchan contra la tormenta en el mar. Esto nos muestra que, aunque parezca ausente, Él nunca está lejos; de hecho, está intercediendo por nosotros constantemente.

Escuchemos Hebreos 7:25:

25Por lo cual puede también salvar eternamente á los que por él se allegan á Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.

 La oración del Señor Jesús no solo era comunión con el Padre, sino también preparación para brindar fortaleza a quienes lo necesitan.

La tormenta no detiene al Señor Jesús. Él camina sobre el agua hacia Sus Discípulos, demostrando Su Poder sobre la creación (Mateo 14:25). Este milagro no solo resalta Su Autoridad Divina, sino que también asegura a Sus Seguidores que no hay barrera física o espiritual que pueda separarlo de ellos. Tal como declara el Salmo 93:4:

4Jehová en las alturas es más poderoso que el estruendo de las muchas aguas, más que las recias ondas de la mar.

Cuando los Discípulos lo ven, su reacción inicial es de miedo, pues piensan que es un fantasma. Este detalle nos recuerda cómo las pruebas pueden nublar nuestra visión y llevarnos a conclusiones erróneas y nefastas. Sin embargo, el Señor Jesús responde con palabras que calman tanto el mar como el corazón: “Confiad, yo soy; no tengáis miedo.” (Mateo 14:27). Esta declaración reafirma su identidad como el “YO SOY”, el mismo Dios que se reveló a Moisés en la zarza ardiente (Éxodo 3:14).

El Poder del Señor Jesús para calmar nuestras tormentas se ve reflejado a lo largo de las Escrituras. En Marcos 4:39, Él ordena al viento y al mar: “¡Calla, enmudece!” y todo queda en completa calma. En Juan 16:33, nos asegura:

33Estas cosas os he hablado, para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción: mas confiad, yo he vencido al mundo.

Estas Promesas nos garantizan que, aunque enfrentemos dificultades, Su Presencia nos da Paz.

Además, el Salmo 46:1-3 refuerza esta verdad:

1DIOS es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.

2Por tanto no temeremos aunque la tierra sea removida; aunque se traspasen los montes al corazón de la mar.

3Bramarán, turbaránse sus aguas; temblarán los montes á causa de su braveza.

Cuando ponemos nuestra confianza en el Señor Jesucristo, encontramos una calma que supera cualquier circunstancia, una paz que, como dice Filipenses 4:7, “sobrepasa todo entendimiento”.

En medio de las pruebas, debemos recordar las palabras que se encuentran en Isaías 41:10:

10No temas, que yo soy contigo; no desmayes, que yo soy tu Dios que te esfuerzo: siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.

Estas promesas son un recordatorio constante de que el Señor Jesús no solo camina con nosotros en nuestras tormentas, sino que también es la fuente de nuestra fortaleza y paz.

LA FE QUE ENFRENTA EL MIEDO

La Fe es la antítesis del miedo. En Mateo 14:28-31, vemos a Pedro enfrentándose a sus temores cuando decide salir de la barca y caminar hacia el Señor Jesús sobre las aguas. Este acto de Fe es un ejemplo extraordinario de confianza en el Poder y la Palabra de Cristo. Sin embargo, al desviar su mirada del Señor Jesús y centrarse en el viento y las olas (es decir, a las circunstancias que le rodeaban), Pedro comienza a hundirse, demostrando cómo el miedo puede infiltrarse cuando permitimos que las circunstancias superen nuestra Fe.

En Hebreos 11:1 se define la fe como “la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven.” En medio del temor, la Fe nos impulsa a confiar en lo invisible: la Presencia y el Poder de Dios. Pedro dio el paso inicial con esa certeza, pero su Fe flaqueó al enfocarse en los peligros visibles. Este mismo principio se aplica en nuestras vidas cuando las adversidades intentan distraernos de nuestra confianza en el Señor.

La Fe nos capacita para avanzar, aun en medio de la incertidumbre. Cuando enfrentamos nuestros propios “vientos contrarios”, podemos recordar las palabras de 2 Corintios 5:7:

7(Porque por fe andamos, no por vista;)

Es una invitación a mantener nuestros ojos en Cristo, sin importar cuán caótica sea la situación. La Fe que enfrenta el miedo no ignora las circunstancias, sino que las desafía al depender completamente de Dios.

En Salmo 56:3-4, el salmista clama:

3En el día que temo, yo en ti confío.

4En Dios alabaré su palabra: en Dios he confiado, no temeré lo que la carne me hiciere.

Este versículo encapsula el Poder de la Fe para superar el miedo. Cuando confiamos en la Palabra de Dios, nuestra perspectiva cambia y encontramos valentía para enfrentar lo que antes parecía aterrador.

El Apóstol Pablo también nos exhorta en Romanos 8:15, los siguiente:

15Porque no habéis recibido el espíritu de servidumbre para estar otra vez en temor; mas habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos, Abba, Padre.

Aquí, el Apóstol Pablo nos recuerda que nuestra relación con Dios es de confianza y amor, no de miedo. Como Hijos de Dios, podemos acercarnos a Él con la seguridad de que Su Poder y cuidado nos sostienen.

Un ejemplo práctico de esta Fe lo encontramos en Daniel 3:16-18, cuando Sadrach, Mesach, y Abed-nego enfrentan la amenaza del horno de fuego ardiente. Con valentía declaran:

16…No cuidamos de responderte sobre este negocio.

17He aquí nuestro Dios á quien honramos, puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará.

18Y si no, sepas, oh rey, que tu dios no adoraremos, ni tampoco honraremos la estatua que has levantado.

Su Fe desafía el miedo, confiando en el Poder y la Voluntad de Dios, independientemente del resultado.

La Fe que enfrenta el miedo es un Don de Dios que requiere ser cultivado. Es una Fe activa que, como la de Pedro, se atreve a caminar sobre las aguas, pero también aprende a mantener los ojos fijos en el Señor Jesús para no hundirse. Esta Fe nos capacita para desafiar cualquier adversidad con la certeza de que el Señor está con nosotros, sosteniéndonos en cada paso del camino.

EL PODER TRANSFORMADOR DE LA PRESENCIA DE JESÚS

En medio de cualquier tormenta, la Presencia de Cristo no solo calma el mar, sino que transforma completamente nuestra percepción de la situación. Cuando el Señor Jesús el Cristo dijo: “Confiad, yo soy; no tengáis miedo” (Mateo 14:27), les recordó a los Discípulos que no estaban solos en su lucha contra las olas y el viento. Su declaración, “YO SOY”, hace eco de la auto-revelación de Dios a Moisés en Éxodo 3:14: “YO SOY EL QUE SOY”. Este Nombre Divino comunica que Él es suficiente en toda circunstancia y que su Poder trasciende el tiempo y el espacio.

La presencia del Señor Jesús el Cristo en nuestra vida nos permite enfrentar las dificultades con valentía. Como dice Deuteronomio 31:8:

8Y Jehová es el que va delante de ti; él será contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas, ni te intimides.

Este versículo es un poderoso recordatorio de que la Presencia del Señor no solo es constante, sino que también precede nuestros pasos. Cuando enfrentamos las tormentas de la vida, no lo hacemos solos, porque el Señor va delante de nosotros, abriendo camino y asegurándonos que Su Protección y Guía nos acompañan en cada momento.

La Promesa de que Dios no nos abandonará ni nos desamparará es un bálsamo para el alma temerosa. En situaciones donde el miedo parece tomar el control, estas palabras nos fortalecen para recordar que Dios no es un observador distante; es un Compañero activo y presente en nuestras dificultades. Su Compromiso de no dejarnos ni desampararnos resalta Su Carácter Fiel e Inmutable.

Deuteronomio 31:8 también refuerza la idea de valentía: “no temas ni te intimides”. Aquí, se nos llama a confiar plenamente en el Liderazgo y la Soberanía de Dios. La frase “va delante de ti” implica que no hay lugar al que lleguemos donde Dios no haya estado primero, despejando el camino y asegurando nuestra victoria.

El cumplimiento de esta promesa se ve reflejado en el Nuevo Testamento con las palabras del Señor Jesús en Juan 16:33, y dice así:

33Estas cosas os he hablado, para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción: mas confiad, yo he vencido al mundo.

Esto nos recuerda que, sin importar lo que enfrentemos, el Señor ha preparado el camino y Su Victoria es nuestra garantía de esperanza y paz.

Al meditar en Deuteronomio 31:8, somos llamados a una fe que descansa en la certeza de que nuestro Dios no solo está con nosotros, sino que también lucha por nosotros y nos asegura que ninguna tormenta es mayor que Su Poder.

En el relato de Mateo, vemos cómo Jesús no solo desafía las fuerzas naturales al caminar sobre el agua, sino que también transforma la Fe de Pedro. Cuando Pedro confió en la Palabra del Maestro, pudo hacer lo imposible, también comenzó a caminar sobre el mar; pero en cuanto apartó su mirada del Señor Jesús y se enfocó en el viento, comenzó a hundirse. Este acto de mirar al Señor Jesús nos enseña la importancia de mantener nuestra Fe centrada en Él, independientemente de lo que enfrentemos.

Otra escritura que refuerza esta verdad es Salmo 23:4:

4Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno; porque tú estarás conmigo: Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.

La Presencia del Señor Jesús nos guía incluso en los momentos más oscuros, infundiendo esperanza y seguridad. Él no solo nos observa desde lejos, sino que camina a nuestro lado, enfrentando con nosotros cada desafío.

Asimismo, Cristo nos da una Promesa que va más allá del consuelo momentáneo. En Mateo 28:20, asegura:

20…he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Esta Promesa Eterna nos recuerda que, sin importar la magnitud de la tormenta, Su Presencia nunca nos abandonará. Él está con nosotros en el presente, y estará con nosotros hasta el final, como un Fiel Salvador y Amigo.

Cuando enfrentamos tempestades en nuestra vida, podemos estar seguros de que Su Presencia no solo calma el miedo, sino que nos transforma en personas capaces de caminar sobre las aguas de nuestras pruebas. Su Promesa de estar con nosotros nos llena de confianza, y Su Poder nos equipa para avanzar con firmeza, sabiendo que Él ya ha vencido al mundo (Juan 16:33).

EL PODER DEL CLAMOR EN MEDIO DE LA TORMENTA

En medio de las tormentas de la vida, el clamor ferviente a Dios tiene el poder de traer Intervención Divina y transformar el caos en calma. Cuando el Apóstol Pedro comenzó a hundirse en el mar, su grito desesperado fue: “¡Señor, sálvame!” (Mateo 14:30). Esta breve oración no solo expresa su reconocimiento de la situación crítica, sino también su Fe en que el Señor Jesús tenía el Poder para salvarlo.

La Biblia nos enseña que Dios responde al clamor genuino de Sus Hijos. En Salmo 34:17-18 leemos:

17Clamaron los justos, y Jehová oyó, y librólos de todas sus angustias.

18Cercano está Jehová á los quebrantados de corazón; y salvará á los contritos de espíritu.

El clamor sincero, nacido de un corazón quebrantado, siempre llega al Oído de nuestro Dios.

Un ejemplo impactante de esto se encuentra en la vida del profeta Jonás. Desde el vientre de un gran pez, en una situación desesperada, Jonás clamó a Dios, Jonás 2:3, nos dice:

3…Clamé de mi tribulación á Jehová, y él me oyó; del vientre del sepulcro clamé, y mi voz oíste.

Este episodio nos recuerda que no hay lugar tan profundo o situación tan oscura desde donde Dios no pueda escucharnos y rescatar.

La Fe y el clamor están entrelazados. En Marcos 10:46-52, Bartimeo, el ciego mendigo, clamó al Señor Jesús diciendo: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” Aunque muchos intentaron silenciarlo, él persistió hasta que el Señor respondió. Su Fe, expresada en su clamor, lo llevó a recibir la vista.

Además, en Éxodo 2:23-25, el clamor del pueblo de Israel en Egipto llegó a los Oídos de Dios, quien envió a Moisés como libertador. Este pasaje resalta que el clamor colectivo del Pueblo también tiene un impacto poderoso, y que Dios no es indiferente al sufrimiento de Su Pueblo.

El Nuevo Testamento refuerza esta verdad en Hebreos 4:16:

16Lleguémonos pues confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia, y hallar gracia para el oportuno socorro.

Este acceso directo al Trono de Dios a través de la oración es un privilegio que nos asegura que nuestro clamor nunca será ignorado.

El clamor del Apóstol Pedro fue respondido de inmediato por el Señor Jesús, quien extendió Su M ano y lo sostuvo. Este acto simboliza el Poder Salvador y restaurador de Cristo, quien siempre está listo para intervenir cuando lo invocamos con Fe. En Jeremías 33:3, Dios nos invita a clamarle:

3Clama á mí, y te responderé, y te enseñaré cosas grandes y dificultosas que tú no sabes.

Por lo tanto, el clamor en medio de la tormenta no solo es un reconocimiento de nuestra dependencia de Dios, sino también una demostración de nuestra Fe en Su Poder para salvar. Como en el caso del Apóstol Pedro, debemos aprender a gritar “¡Señor, sálvame!” cuando las aguas parecen cubrirnos, sabiendo que Su Respuesta será inmediata y transformadora.

LA FE QUE SOSTIENE EN EL VALLE DE LA PRUEBA

El valle de la prueba es una experiencia inevitable de la vida de todo Creyente. En esos momentos, la Fe de Dios no solo se prueba, sino que también se fortalece. Esta Fe no es una simple creencia pasiva, sino una confianza activa y constante en el Poder y la Bondad de Dios, incluso cuando todo parece estar perdido.

En el Salmo 23:4, David declara con valentía:

4Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno; porque tú estarás conmigo: Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.

Esta afirmación resalta la Presencia de Dios como el mayor Consuelo y Fortaleza en medio de las pruebas más oscuras. David sabía que, aunque estuviera rodeado de peligros, la Compañía de Dios era suficiente para sostenerlo.

Otro ejemplo impactante es el de los tres jóvenes hebreos, como mencionamos anteriormente, en el horno de fuego, y esto se encuentra narrado en Daniel 3:16-18. Su Fe inquebrantable en Dios les permitió enfrentar una prueba mortal con absoluta confianza, diciendo:

Daniel 3:16-18:

16…No cuidamos de responderte sobre este negocio.

17He aquí nuestro Dios á quien honramos, puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará.

18Y si no, sepas, oh rey, que tu dios no adoraremos, ni tampoco honraremos la estatua que has levantado.

Esta actitud demuestra que la Fe no depende de las circunstancias, sino de la Fidelidad del Dios en quien confiamos.

Hebreos 11, conocido como el capítulo de la Fe o la Galería de los Héroes Inmortales de la Fe, también nos recuerda los testimonios de hombres y mujeres que, por la Fe, enfrentaron y superaron pruebas inimaginables. En Hebreos 11:33-34 leemos:

33Que por fe ganaron reinos, obraron justicia, alcanzaron promesas, taparon las bocas de leones,

34Apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de cuchillo, convalecieron de enfermedades, fueron hechos fuertes en batallas, trastornaron campos de extraños.

La fe transforma la debilidad en fortaleza y convierte las pruebas en testimonios. Jesús mismo nos anima en Juan 16:33, volvemos a repetirlo:

33Estas cosas os he hablado, para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción: mas confiad, yo he vencido al mundo.

Aquí, Cristo no promete la ausencia de pruebas, sino la victoria sobre ellas a través de nuestra Fe en Él. Es un recordatorio de que, aunque caminemos por valles de dificultad, no estamos solos, y en Cristo, siempre hay esperanza.

Por último, 1 Pedro 1:6-7 nos explica el propósito de las pruebas, leemos:

6En lo cual vosotros os alegráis, estando al presente un poco de tiempo afligidos en diversas tentaciones, si es necesario,

7Para que la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual perece, bien que sea probado con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra, cuando Jesucristo fuere manifestado:

Las pruebas purifican nuestra fe y nos acercan más al propósito Eterno de Dios.

La Fe que sostiene en el valle de la prueba no es un esfuerzo humano, sino una Obra Divina en nuestras vidas. Es el Espíritu Santo quien fortalece nuestra confianza y nos capacita para resistir. Como dijo el Apóstol Pablo en 2 Corintios 12:9:

9Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi potencia en la flaqueza se perfecciona.

En nuestras debilidades y pruebas, la Gracia de Dios brilla con mayor intensidad, sosteniéndonos y llevándonos a la victoria.

PEDRO: UN EJEMPLO DE FE Y DEBILIDAD

El Apóstol Pedro, con toda su pasión y deseo de acercarse al Señor, nos ofrece un espejo de nuestra propia humanidad. En el relato de Mateo 14:28-31, vemos a un Pedro expresar un acto audaz de fe al pedir caminar sobre el agua hacia Jesús. Cuando Jesús le dice “Ven”, Pedro, lleno de confianza, desciende de la barca y camina sobre el agua hacia Él. Este momento es una poderosa ilustración de lo que la Fe puede lograr cuando está completamente enfocada en Cristo.

Sin embargo, al desviar su mirada hacia el viento contrario y las olas embravecidas, el Apóstol Pedro comienza a hundirse. Este instante de debilidad nos recuerda que el miedo y la duda pueden infiltrarse en nuestros corazones, incluso cuando estamos caminando en Fe. En nuestras vidas, también enfrentamos “vientos contrarios” que amenazan con distraernos de nuestra Fe: los problemas financieros, las enfermedades, las críticas o el peso de nuestras responsabilidades. Pero, como el Apóstol Pedro, podemos clamar a Jesús: “¡Señor, sálvame!” y confiar en que Él siempre extenderá Su Mano para sostenernos.

En este punto, Jesús le dice: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?” Estas palabras no son solo un reproche, sino también una enseñanza. Nos invitan a reflexionar sobre las áreas de nuestra vida donde permitimos que las circunstancias eclipsen nuestra Confianza en Dios. Hebreos 12:2 nos exhorta a fijar nuestros ojos en Jesucristo, el Autor y Consumador de nuestra Fe. Al hacerlo, podemos caminar con firmeza, incluso en medio de los desafíos más grandes.

El ejemplo del Apóstol Pedro nos muestra que el fracaso no tiene por qué ser el final. Al contrario, es una oportunidad para crecer en nuestra relación con el Señor Jesús. Romanos 8:28 asegura:

28Y sabemos que á los que á Dios aman, todas las cosas les ayudan á bien, es á saber, á los que conforme al propósito son llamados.

Incluso nuestros momentos de duda pueden ser utilizados por Dios para fortalecernos y enseñarnos a depender más profundamente de Él.

Finalmente, 1 Pedro 5:6-7, escrito por el mismo Apóstol Pedro años después, refleja una lección aprendida:

6Humillaos pues bajo la poderosa mano de Dios, para que él os ensalce cuando fuere tiempo;

7Echando toda vuestra solicitud en él, porque él tiene cuidado de vosotros.

Estas palabras son un recordatorio de que el Señor no solo nos salva de hundirnos, sino que también cuida de nosotros en cada detalle de nuestra vida.

El caminar del Apóstol Pedro sobre el agua, aunque breve, es un testimonio de lo que es posible cuando nos aferramos a la Fe en el Señor Jesucristo. Pero también nos enseña la importancia de perseverar, de mantener nuestros ojos puestos en Él y de recordar que, incluso en nuestra debilidad, Su Fuerza es Perfeccionada.

CONCLUSIÓN

El mensaje central de este sermón es claro: el Señor Jesucristo es el Ancla Inquebrantable en medio de las tormentas de la vida. Como vimos en Mateo 14:22-31, cuando todo parece perdido y las olas de las dificultades intentan hundirnos, el Señor se presenta caminando sobre las aguas, recordándonos que Su Poder es mayor que cualquier adversidad. Su declaración, “Confiad; yo soy, no tengáis miedo”, no es solo un mandato, sino una declaración de Su Identidad Divina y Su Intención de estar con nosotros en todas las circunstancias.

La Fe que enfrenta el miedo se construye cuando fijamos nuestra mirada en Cristo, confiando en Su Capacidad para sostenernos. En cada desafío que enfrentamos, se nos da la oportunidad de crecer en nuestra dependencia de Él, sabiendo que nunca estamos solos. La Escritura nos exhorta continuamente a no temer. Por ejemplo, en Salmo 46:1-2, encontramos:

1DIOS es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.

2Por tanto no temeremos aunque la tierra sea removida; aunque se traspasen los montes al corazón de la mar.

La Paz que el Señor Jesucristo ofrece no es una ausencia de problemas, sino Su Presencia Poderosa en medio de ellos. Su Paz nos capacita para caminar con valentía sobre las aguas agitadas de nuestras vidas, enfrentando cada tormenta con la certeza de que Su Gracia es suficiente y Su Poder es inagotable. Filipenses 4:13 afirma: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Este es el recordatorio constante de que nuestra fuerza y capacidad para superar cualquier situación vienen de Él.

En un mundo lleno de incertidumbres, el temor intenta paralizar a los Hijos de Dios, pero las Palabras del Señor Jesús son nuestra fortaleza, repito nuevamente las palabras en Isaías 41:10:

10No temas, que yo soy contigo; no desmayes, que yo soy tu Dios que te esfuerzo: siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.

Este es un Pacto Divino que nos asegura Su Presencia constante y Su Poder en acción a nuestro favor.

Hoy se nos invita a abandonar el miedo y abrazar la Fe, recordando que el Señor no solo camina con nosotros, sino que también nos llama a caminar en Su Poder. Como el Apóstol Pedro, podemos ser tentados a dudar y temer al observar el viento y las olas, pero al clamar a Él, encontramos Su Mano extendida para rescatarnos y Su Voz para fortalecer nuestra Fe.

El mensaje final es este: ¡No temamos! Cristo ya ha vencido el mundo, las tormentas y la muerte misma. Nuestro papel es confiar en Su Amor inquebrantable y Su Soberanía. Él es nuestro Refugio, nuestra Fortaleza y nuestra Salvación Eterna. ¡Amén!

ORACIÓN

Amado Señor y Padre Celestial, venimos ante Ti con corazones llenos de gratitud y confianza. Te damos gracias porque en medio de las tormentas de la vida, Tú eres nuestra Paz, nuestro Refugio y nuestra Roca inmovible. Reconocemos que muchas veces el miedo intenta paralizarnos, pero hoy decidimos anclar nuestra Fe en tu Palabra, que nunca falla.

Señor Jesucristo, así como extendiste Tu Mano a Pedro cuando comenzó a hundirse, sabemos que siempre estás listo para sostenernos en nuestros momentos de mayor necesidad. Ayúdanos a recordar que tu Amor Perfecto echa fuera todo temor y que tu Promesa de estar con nosotros nunca cambia.

Padre, fortalece nuestra Fe para caminar confiados sobre las aguas turbulentas de la vida, sabiendo que tu Presencia está con nosotros. Llena nuestros corazones con la Paz que sobrepasa todo entendimiento y enséñanos a vivir cada día con la certeza de que Tú tienes el control absoluto de nuestras vidas.

Hoy Te pedimos, Señor, que arraigues en nosotros un espíritu de valentía, amor y dominio propio. Que nunca olvidemos que Tú nos has redimido, que somos Tuyos y que siempre estás con nosotros. Que tu Nombre sea glorificado en nuestras vidas mientras confiamos plenamente en Ti.

En el Nombre Todopoderoso de Jesucristo, nuestro Salvador y Señor, te lo pedimos. ¡Amén!

Matthew 14:22-31:

22 And then Jesus made his disciples get into the boat, and went ahead of him to the other side of the lake, while he sent the crowds away.

23 And when the crowds had taken their leave, he went up into the mountain to pray, and when it was evening of the day, he was there alone.

24 And the ship was already in the midst of the sea, tormented by the waves; because the wind was contrary.

25 But at the fourth watch of the night Jesus went to them walking on the sea.

26 And the disciples, seeing him walking on the sea, were troubled, saying, "He is a ghost." And they cried out in fear.

27 But then Jesus spoke to them, saying, "Be of good cheer, it is I; Do not be afraid.

28 Then Peter answered him and said, "Lord, if you are, command me to come to you on the water."

29 And he said, "Come." And Peter got out of the ship, and walked on the water to go to Jesus.

30 But when he saw the strong wind, he was afraid, and as he began to sink, he cried out, saying, "Lord, save me."

31 And then Jesus stretched out his hand and seized him, and said to him, "O man of little faith, why did you doubt?"

Introduction

Dear Brothers, fear is one of the oldest and most powerful emotions that human beings can experience. From the beginning, fear has tried to paralyze the Children of God, sowing doubts and turning them away from Faith in the Almighty. We live in a world where the storms of life are ever-present: financial problems, illness, family loss, emotional conflict, and global crises. In the midst of these storms, the voice of fear cries out loudly, trying to stifle our trust in God's Promises. But today, the Lord Jesus' message resounds with power and authority: "Be of good cheer, I am; do not be afraid."

Imagine the scene: the disciples, strong men accustomed to the sea, most of them fishermen, are overwhelmed by the fury of the waves. In their desperation, they mistake the Savior for a ghost, a fright, a reflection of how distorted our perception can be in the midst of fear. But the Lord Jesus not only calms the sea, He calms the fearful heart. His Presence on the troubled waters reminds us that there is no storm too big or problem too complex that He cannot master. His Authority transcends natural and spiritual forces, and His Love is so immense that it draws near to us in our worst circumstances.

This sermon is a call to reflect on how we face our own storms. Do we allow fear to overcome us, or do we choose to trust the one who walks on water? Today, the Lord invites us to replace fear with Faith, to let go of our anxieties, and to rest in the certainty that His Hand is always outstretched to save us. Let us listen to His Voice and boldly affirm, "I will not fear, for You are with me."

THE LORD, THE SOURCE OF CALM IN THE STORM

The Lord Jesus presents Himself as the absolute Answer to chaos and fear. In Matthew 14:23-24, we see the Lord Jesus retreating to the mountain to pray as the disciples battle the storm at sea. This shows us that, although He may seem absent, He is never far away; In fact, he is constantly interceding for us.

Let's listen to Hebrews 7:25:

25 Therefore he is able to save for ever those who cleave to God through him, always living to make intercession for them.

 The Lord Jesus' prayer was not only communion with the Father but also preparation to bring strength to those in need.

The storm does not stop the Lord Jesus. He walks on water toward His Disciples, demonstrating His Power over creation (Matthew 14:25). This miracle not only highlights His Divine Authority, but also assures His Followers that there is no physical or spiritual barrier that can separate Him from them. As Psalm 93:4 states:

4 The Lord on high is mightier than the roar of the many waters, more than the mighty waves of the sea.

When the Disciples see him, their initial reaction is one of fear, for they think he is a ghost. This detail reminds us how evidence can cloud our vision and lead us to erroneous and dire conclusions. However, the Lord Jesus responds with words that calm both the sea and the heart: "Be of good cheer, it is I; do not be afraid." (Matthew 14:27). This statement reaffirms His identity as the "I AM," the same God who revealed Himself to Moses at the burning bush (Exodus 3:14).

The Power of the Lord Jesus to calm our storms is reflected throughout Scripture. In Mark 4:39, He commands the wind and the sea, "Be silent, be silent!" and everything is completely calm. In John 16:33, he assures us:

33 These things I have spoken to you, that in me you may have peace. In the world you will have affliction: but be of good cheer, I have overcome the world.

These Promises assure us that, even though we face difficulties, His Presence gives us Peace.

Furthermore, Psalm 46:1-3 reinforces this truth:

1 God is our refuge and strength, our very help in tribulations.

2 Therefore we will not fear even if the earth is removed, even if the mountains are transferred to the heart of the sea.

3 They will roar, their waters will be troubled; the mountains will tremble because of their fierceness.

When we put our trust in the Lord Jesus Christ, we find a calm that surpasses all circumstance, a peace that, as Philippians 4:7 says, "surpasses all understanding."

In the midst of trials, we must remember the words found in Isaiah 41:10:

10Do not be afraid, for I am with you; do not be dismayed, for I am your God who strives you: I will always help you, I will always uphold you with the right hand of my righteousness.

These promises are a constant reminder that the Lord Jesus not only walks with us in our storms, but is also the source of our strength and peace.

FAITH THAT FACES FEAR

Faith is the antithesis of fear. In Matthew 14:28-31, we see Peter facing his fears when he decides to get out of the boat and walk toward the Lord Jesus on the water. This act of Faith is an extraordinary example of trust in the Power and Word of Christ. However, by turning his gaze away from the Lord Jesus and focusing on the wind and waves (i.e., the circumstances around him), Peter begins to sink, demonstrating how fear can creep in when we allow circumstances to overcome our Faith.

Hebrews 11:1 defines faith as "the substance of things hoped for, the demonstration of things not seen." In the midst of fear, faith impels us to trust in the unseen: the Presence and Power of God. Peter took the initial step with that certainty, but his Faith wavered as he focused on the visible dangers. This same principle applies in our lives when adversity tries to distract us from our trust in the Lord.

Faith enables us to move forward, even in the midst of uncertainty. When we face our own "contrary winds," we can remember the words of 2 Corinthians 5:7:

7(For we walk by faith, not by sight;)

It is an invitation to keep our eyes on Christ, no matter how chaotic the situation. Faith that faces fear does not ignore circumstances, but challenges them by being completely dependent on God.

In Psalm 56:3-4, the psalmist cries out:

3In the day that I fear, I trust in you.

4 In God I will praise his word: in God I have trusted, I will not fear what the flesh does to me.

This verse encapsulates the Power of Faith to overcome fear. When we trust God's Word, our perspective changes and we find courage to face what once seemed scary.

The Apostle Paul also exhorts us in Romans 8:15, the following:

15 For you have not received the spirit of bondage to be afraid again; but you have received the spirit of adoption, by which we cry, Abba, Father.

Here, the Apostle Paul reminds us that our relationship with God is one of trust and love, not fear. As Children of God, we can approach Him with the assurance that His Power and care sustain us.

A practical example of this Faith is found in Daniel 3:16-18, when Shadrach, Meshach, and Abednego face the threat of the fiery furnace. They boldly declare:

16... We don't care to answer you about this business.

17 Behold, our God , whom we honor, is able to deliver us from the fiery furnace of burning, and from your hand, O king, he will deliver us.

18 And if not, know, O king, that we will not worship your god, nor will we honor the image that you have set up.

Their Faith defies fear, trusting in the Power and Will of God, regardless of the outcome.

Faith that faces fear is a Gift of God that needs to be cultivated. It is an active Faith that, like Peter's, dares to walk on water, but also learns to keep its eyes fixed on the Lord Jesus so as not to sink. This Faith enables us to brave any adversity with the assurance that the Lord is with us, sustaining us every step of the way.

THE TRANSFORMING POWER OF JESUS' PRESENCE

In the midst of any storm, the Presence of Christ not only calms the sea, but completely transforms our perception of the situation. When the Lord Jesus the Christ said, "Be of good cheer, I am; do not be afraid" (Matthew 14:27), he reminded the Disciples that they were not alone in their struggle against the waves and wind. His statement, "I AM," echoes God's self-revelation to Moses in Exodus 3:14: "I AM WHO I AM." This Divine Name communicates that He is sufficient in all circumstances and that His Power transcends time and space.

The presence of the Lord Jesus the Christ in our lives enables us to face difficulties with courage. As Deuteronomy 31:8 says:

8 And the Lord is the one who goes before you; he will be with you, he will not leave you, nor forsake you; Do not be afraid, nor intimidated.

This verse is a powerful reminder that the Lord's Presence is not only constant, but also precedes our steps. When we face the storms of life, we do not do it alone, because the Lord goes before us, opening the way and assuring us that His Protection and Guidance are with us in every moment.

The Promise that God will not abandon us or forsake us is a balm for the fearful soul. In situations where fear seems to take over, these words strengthen us to remember that God is not a distant observer; he is an active and present Companion in our difficulties. His Commitment to leave us and not forsake us highlights His faithful and Unchanging Character.

Deuteronomy 31:8 also reinforces the idea of courage: "Do not be afraid or intimidated." Here, we are called to trust fully in God's Leadership and Sovereignty. The phrase "goes before you" implies that there is no place we get to where God has not been first, clearing the way and securing our victory.

The fulfillment of this promise is reflected in the New Testament with the words of the Lord Jesus in John 16:33, and it reads as follows:

33 These things I have spoken to you, that in me you may have peace. In the world you will have affliction: but be of good cheer, I have overcome the world.

This reminds us that no matter what we face, the Lord has prepared the way and His Victory is our guarantee of hope and peace.

As we meditate on Deuteronomy 31:8, we are called to a faith that rests in the certainty that our God is not only with us, but also fights for us and assures us that no storm is greater than His Power.

In Matthew's account, we see how Jesus not only defies natural forces by walking on water, but also transforms Peter's Faith. When Peter trusted in the Master's Word, he was able to do the impossible, he also began to walk on the sea; but as soon as he turned his gaze away from the Lord Jesus and focused on the wind, he began to sink. This act of looking to the Lord Jesus teaches us the importance of keeping our Faith centered on Him, regardless of what we are facing.

Another scripture that reinforces this truth is Psalm 23:4:

4 Though I walk in the valley of the shadow of death, I will fear no evil; for thou shalt be with me: thy rod and thy staff shall give me encouragement.

The Presence of the Lord Jesus guides us even in the darkest of times, instilling hope and assurance. He not only watches us from afar, but walks beside us, facing with us every challenge.

Likewise, Christ gives us a Promise that goes beyond momentary comfort. In Matthew 28:20, he says:

20... behold, I am with you always, even to the end of the age.

This Eternal Promise reminds us that, no matter the magnitude of the storm, His Presence will never leave us. He is with us in the present, and He will be with us to the end, as a Faithful Savior and Friend.

When we face storms in our lives, we can be sure that His Presence not only calms fear, but transforms us into people capable of walking on the waters of our trials. His Promise to be with us fills us with confidence, and His Power equips us to move forward steadily, knowing that He has already overcome the world (John 16:33).

THE POWER OF CRYING IN THE MIDST OF THE STORM

In the midst of life's storms, the fervent cry to God has the power to bring Divine Intervention and transform chaos into calm. As the Apostle Peter began to sink into the sea, his desperate cry was, "Lord, save me!" (Matthew 14:30). This short prayer not only expresses his acknowledgment of the critical situation, but also his Faith that the Lord Jesus had the Power to save him.

The Bible teaches us that God answers the genuine cry of His Children. In Psalm 34:17-18 we read:

17 The righteous cried, and the Lord heard, and delivered them from all their troubles.

18 The LORD is near to the brokenhearted, and he will save the contrite in spirit.

The sincere cry, born of a broken heart, always reaches the Ear of our God.

A striking example of this is found in the life of the prophet Jonah. From the belly of a great fish, in a desperate situation, Jonah cried out to God, Jonah 2:3, tells us:

3... I cried out of my tribulation to the Lord, and he heard me; I cried out of the womb of the tomb, and you heard my voice.

This episode reminds us that there is no place so deep or situation so dark from which God cannot hear and rescue us.

Faith and cry are intertwined. In Mark 10:46-52, Bartimaeus, the blind beggar, cried out to the Lord Jesus saying, "Jesus, Son of David, have mercy on me!" Although many tried to silence him, he persisted until the Lord answered. His Faith, expressed in his cry, led him to receive sight.

Furthermore, in Exodus 2:23-25, the cry of the people of Israel in Egypt reached the ears of God, who sent Moses as deliverer. This passage highlights that the collective cry of the People also has a powerful impact, and that God is not indifferent to the suffering of His People.

The New Testament reinforces this truth in Hebrews 4:16:

16Let us therefore come boldly to the throne of grace, that we may obtain mercy, and find grace for help in time of need.

This direct access to the Throne of God through prayer is a privilege that assures us that our cry will never be ignored.

The Apostle Peter's cry was immediately answered by the Lord Jesus, who stretched out His Hand and sustained it. This act symbolizes the Saving and Restoring Power of Christ, who is always ready to intervene when we call upon Him in Faith. In Jeremiah 33:3, God invites us to cry out to Him:

3 Cry unto me, and I will answer thee, and teach thee great and difficult things which thou knowest not.

Therefore, the cry in the midst of the storm is not only an acknowledgment of our dependence on God, but also a demonstration of our Faith in His Power to save. As in the case of the Apostle Peter, we must learn to cry out, "Lord, save me!" when the waters seem to cover us, knowing that His Response will be immediate and transformative.

THE FAITH THAT SUSTAINS IN THE VALLEY OF TRIAL

The valley of trial is an inevitable experience in every Believer's life. In those moments, God's Faith is not only tested, but also strengthened. This Faith is not a mere passive belief, but an active and constant trust in the Power and Goodness of God, even when all seems lost.

In Psalm 23:4, David boldly declares:

4 Though I walk in the valley of the shadow of death, I will fear no evil; for thou shalt be with me: thy rod and thy staff shall give me encouragement.

This statement highlights the Presence of God as the greatest Comfort and Strength in the midst of the darkest trials. David knew that even though he was surrounded by dangers, the Company of God was sufficient to sustain him.

Another striking example is that of the three Hebrew youths, as mentioned earlier, in the fiery furnace, and this is narrated in Daniel 3:16-18. Their unwavering faith in God enabled them to face a deadly trial with absolute confidence, saying:

Daniel 3:16-18:

16... We don't care to answer you about this business.

17 Behold, our God , whom we honor, is able to deliver us from the fiery furnace of burning, and from your hand, O king, he will deliver us.

18 And if not, know, O king, that we will not worship your god, nor will we honor the image that you have set up.

This attitude shows that Faith does not depend on circumstances, but on the Fidelity of the God in whom we trust.

Hebrews 11, known as the chapter of Faith or the Gallery of the Immortal Heroes of Faith, also reminds us of the testimonies of men and women who, for the sake of faith, faced and overcame unimaginable trials. In Hebrews 11:33-34 we read:

33 Who by faith won kingdoms, worked righteousness, obtained promises, stopped the mouths of lions,

34 They put out fierce fires, they avoided the edge of the knife, they convalesced from diseases, they were made strong in battles, they overthrew the fields of strangers.

Faith transforms weakness into strength and turns trials into testimonies. Jesus Himself encourages us in John 16:33, we repeat it again:

33 These things I have spoken to you, that in me you may have peace. In the world you will have affliction: but be of good cheer, I have overcome the world.

Here, Christ does not promise the absence of trials, but victory over them through our Faith in Him. It is a reminder that even though we walk through valleys of difficulty, we are not alone, and in Christ, there is always hope.

Finally, 1 Peter 1:6-7 explains to us the purpose of trials, we read:

6 Wherefore ye rejoice, being for a little while afflicted with various temptations, if necessary,

7 That the proof of your faith, which is far more precious than gold, which perishes, though it be tested with fire, may be found in praise and glory and honor when Jesus Christ is revealed:

Trials purify our faith and bring us closer to God's eternal purpose.

The Faith that sustains in the valley of trial is not a human effort, but a Divine Work in our lives. It is the Holy Spirit who strengthens our confidence and enables us to resist. As the Apostle Paul said in 2 Corinthians 12:9:

9 And he said to me, My grace is sufficient for you; for my power in weakness is perfected.

In our weaknesses and trials, God's Grace shines brighter, sustaining us and leading us to victory.

PETER: AN EXAMPLE OF FAITH AND WEAKNESS

The Apostle Peter, with all his passion and desire to draw near to the Lord, offers us a mirror of our own humanity. In the account of Matthew 14:28-31, we see a Peter express a bold act of faith by asking to walk on water toward Jesus. When Jesus says to him, "Come," Peter, full of confidence, gets out of the boat and walks on the water toward Him. This moment is a powerful illustration of what Faith can accomplish when it is completely focused on Christ.

However, by turning his gaze to the contrary wind and raging waves, the Apostle Peter begins to sink. This moment of weakness reminds us that fear and doubt can creep into our hearts, even when we are walking in Faith. In our lives, we also face "contrary winds" that threaten to distract us from our Faith: financial problems, illness, criticism, or the weight of our responsibilities. But, like the Apostle Peter, we can cry out to Jesus, "Lord, save me!" and trust that He will always stretch out His Hand to sustain us.

At this point, Jesus says to him, "O man of little faith, why did you doubt?" These words are not only a reproach, but also a teaching. They invite us to reflect on the areas of our lives where we allow circumstances to eclipse our Trust in God. Hebrews 12:2 exhorts us to fix our eyes on Jesus Christ, the Author and Finisher of our Faith. By doing so, we can walk steadfastly, even in the midst of the greatest challenges.

The example of the Apostle Peter shows us that failure does not have to be the end. On the contrary, it is an opportunity to grow in our relationship with the Lord Jesus. Romans 8:28 states:

28 And we know that all things work together for good to those who love God, that is, to those who are the called according to the purpose.

Even our moments of doubt can be used by God to strengthen us and teach us to depend more deeply on Him.

Finally, 1 Peter 5:6-7, written by the same Apostle Peter years later, reflects a lesson learned:

6 Humble yourselves therefore under the mighty hand of God, that he may exalt you in due time;

7 By putting all your care on him, for he cares for you.

These words are a reminder that the Lord not only saves us from sinking, but also takes care of us in every detail of our lives.

The Apostle Peter's walk on water, though brief, is a testimony of what is possible when we hold fast to Faith in the Lord Jesus Christ. But He also teaches us the importance of persevering, keeping our eyes on Him, and remembering that, even in our weakness, His Strength is Perfected.

CONCLUSION

The central message of this sermon is clear: the Lord Jesus Christ is the Unbreakable Anchor in the midst of the storms of life. As we saw in Matthew 14:22-31, when all seems lost and the waves of hardship try to sink us, the Lord appears walking on water, reminding us that His Power is greater than any adversity. His statement, "Be of good cheer; I am, do not be afraid," is not just a command, but a declaration of His Divine Identity and His Intention to be with us in all circumstances.

Faith that faces fear is built when we fix our gaze on Christ, trusting in His ability to sustain us. In every challenge we face, we are given the opportunity to grow in our dependence on Him, knowing that we are never alone. Scripture continually exhorts us not to fear. For example, in Psalm 46:1-2, we find:

1 God is our refuge and strength, our very help in tribulations.

2 Therefore we will not fear even if the earth is removed, even if the mountains are transferred to the heart of the sea.

The Peace that the Lord Jesus Christ offers is not an absence of problems, but His Mighty Presence in the midst of them. His Peace enables us to walk boldly on the choppy waters of our lives, facing every storm with the certainty that His Grace is sufficient and His Power is inexhaustible. Philippians 4:13 states, "I can do all things through Christ who strengthens me." This is the constant reminder that our strength and ability to overcome any situation come from Him.

In a world full of uncertainties, fear tries to paralyze the Children of God, but the Words of the Lord Jesus are our strength, I repeat again the words in Isaiah 41:10:

10Do not be afraid, for I am with you; do not be dismayed, for I am your God who strives you: I will always help you, I will always uphold you with the right hand of my righteousness.

This is a Divine Covenant that assures us of His constant Presence and His Power in action on our behalf.

Today we are invited to abandon fear and embrace the Faith, remembering that the Lord not only walks with us, but also calls us to walk in His Power. Like the Apostle Peter, we may be tempted to doubt and fear as we watch the wind and waves, but as we cry out to Him, we find His Hand outstretched to rescue us and His Voice to strengthen our Faith.

The final message is this: Let us not be afraid! Christ has already conquered the world, the storms and death itself. Our role is to trust in His unwavering Love and His Sovereignty. He is our Refuge, our Strength, and our Eternal Salvation. Amen!

PRAYER

Dear Lord and Heavenly Father, we come before You with hearts full of gratitude and trust. We thank You that in the midst of the storms of life, You are our Peace, our Refuge and our immovable Rock. We recognize that many times fear tries to paralyze us, but today we decide to anchor our Faith in your Word, which never fails.

Lord Jesus Christ, just as You stretched out Your Hand to Peter as he began to sink, we know that You are always ready to sustain us in our times of greatest need. Help us to remember that your Perfect Love casts out all fear and that your Promise to be with us never changes.

Father, strengthen our Faith to walk confidently on the turbulent waters of life, knowing that your Presence is with us. Fill our hearts with the Peace that surpasses all understanding and teach us to live each day with the certainty that You are in absolute control of our lives.

Today we ask You, Lord, to root in us a spirit of courage, love, and self-control. May we never forget that You have redeemed us, that we are Yours and that You are always with us. May Your Name be glorified in our lives as we fully trust You.

In the Almighty Name of Jesus Christ, our Savior and Lord, we ask you. Amen!

Matthieu 14:22-31 :

22 Alors Jésus fit monter ses disciples dans la barque, et il le précéda de l'autre côté du lac, tandis qu'il renvoyait la foule.

23 Et quand la foule eut pris congé, il monta sur la montagne pour prier, et quand ce fut le soir du jour, il y resta seul.

24 Et le navire était déjà au milieu de la mer, tourmenté par les flots ; parce que le vent était contraire.

25 Mais à la quatrième veille de la nuit, Jésus marcha vers eux, marchant sur la mer.

26 Et les disciples, le voyant marcher sur la mer, furent troublés, et dirent : C'est un fantôme. Et ils poussèrent des cris de peur.

27 Mais alors Jésus leur parla et leur dit : « Prenez courage, c'est moi ; N'ayez pas peur.

28 Alors Pierre lui répondit : « Seigneur, si tu l'es, ordonne-moi de venir à toi sur l'eau. »

29 Et il dit : Venez. Et Pierre descendit de la barque, et marcha sur l'eau pour aller vers Jésus.

30 Mais quand il vit le vent fort, il eut peur, et, comme il commençait à s'enfoncer, il s'écria en disant : Seigneur, sauve-moi.

31 Alors Jésus étendit la main, le saisit, et lui dit : Homme de peu de foi, pourquoi as-tu douté ?

Introduction

Chers frères, la peur est l'une des émotions les plus anciennes et les plus puissantes que l'être humain puisse éprouver. Dès le début, la peur a essayé de paralyser les enfants de Dieu, en semant le doute et en les détournant de la foi dans le Tout-Puissant. Nous vivons dans un monde où les tempêtes de la vie sont omniprésentes : problèmes financiers, maladie, perte familiale, conflits émotionnels et crises mondiales. Au milieu de ces tempêtes, la voix de la peur crie fort, essayant d'étouffer notre confiance dans les promesses de Dieu. Mais aujourd'hui, le message du Seigneur Jésus résonne avec puissance et autorité : « Prenez courage, moi ; n'aie pas peur.

Imaginez la scène : les disciples, hommes vigoureux habitués à la mer, pour la plupart des pêcheurs, sont submergés par la fureur des vagues. Dans leur désespoir, ils prennent le Sauveur pour un fantôme, une peur, un reflet de la façon dont notre perception peut être déformée au milieu de la peur. Mais le Seigneur Jésus n'apaise pas seulement la mer, Il calme le cœur craintif. Sa présence sur les eaux troubles nous rappelle qu'il n'y a pas de tempête trop grande ou de problème trop complexe qu'il ne puisse maîtriser. Son Autorité transcende les forces naturelles et spirituelles, et Son Amour est si immense qu'il s'approche de nous dans nos pires circonstances.

Ce sermon est un appel à réfléchir sur la façon dont nous faisons face à nos propres tempêtes. Laissons-nous la peur nous envahir ou choisissons-nous de faire confiance à celui qui marche sur l'eau ? Aujourd'hui, le Seigneur nous invite à remplacer la peur par la foi, à lâcher nos angoisses et à nous reposer dans la certitude que sa main est toujours tendue pour nous sauver. Écoutons sa voix et affirmons avec audace : « Je n'aurai pas peur, car tu es avec moi. »

LE SEIGNEUR, SOURCE DE CALME DANS LA TEMPÊTE

Le Seigneur Jésus se présente comme la réponse absolue au chaos et à la peur. Dans Matthieu 14:23-24, nous voyons le Seigneur Jésus se retirer sur la montagne pour prier pendant que les disciples luttent contre la tempête en mer. Cela nous montre que, bien qu'il puisse sembler absent, il n'est jamais loin ; En fait, il intercède constamment pour nous.

Écoutons Hébreux 7:25 :

25 C'est pourquoi il peut sauver pour toujours ceux qui s'attachent à Dieu par lui, vivant toujours pour intercéder en leur faveur.

 La prière du Seigneur Jésus n'était pas seulement la communion avec le Père, mais aussi la préparation pour apporter de la force à ceux qui étaient dans le besoin.

La tempête n'arrête pas le Seigneur Jésus. Il marche sur l'eau vers ses disciples, démontrant sa puissance sur la création (Matthieu 14:25). Ce miracle met non seulement en évidence Son autorité divine, mais assure également à Ses disciples qu'il n'y a aucune barrière physique ou spirituelle qui puisse le séparer d'eux. Comme le dit le Psaume 93:4 :

4 L'Éternel d'en haut est plus puissant que le mugissement des grandes eaux, plus que les flots de la mer.

Quand les disciples le voient, leur première réaction est une réaction de peur, car ils pensent qu'il est un fantôme. Ce détail nous rappelle comment les preuves peuvent obscurcir notre vision et nous conduire à des conclusions erronées et désastreuses. Cependant, le Seigneur Jésus répond par des paroles qui apaisent à la fois la mer et le cœur : « Prenez courage, c'est moi ; n'aie pas peur. (Matthieu 14:27). Cette déclaration réaffirme son identité en tant que « JE SUIS », le même Dieu qui s'est révélé à Moïse au buisson ardent (Exode 3:14).

La puissance du Seigneur Jésus pour calmer nos tempêtes est reflétée dans toute l'Écriture. Dans Marc 4:39, Il ordonne au vent et à la mer : « Taisez-vous, taisez-vous ! » Et tout est complètement calme. Dans Jean 16:33, il nous assure :

33 Je vous ai dit ces choses, afin que vous ayez la paix en moi. Dans le monde, vous aurez l'affliction ; mais prenez courage, j'ai vaincu le monde.

Ces promesses nous assurent que, même si nous faisons face à des difficultés, sa présence nous donne la paix.

De plus, le Psaume 46:1-3 renforce cette vérité :

1 Dieu est notre refuge et notre force, notre aide même dans les tribulations.

2 C'est pourquoi nous n'aurons pas peur, même si la terre est enlevée, même si les montagnes sont transférées au cœur de la mer.

3 Ils rugiront, leurs eaux seront troublées, les montagnes trembleront à cause de leur ardeur.

Lorsque nous mettons notre confiance dans le Seigneur Jésus-Christ, nous trouvons un calme qui surpasse toute circonstance, une paix qui, comme le dit Philippiens 4:7, « surpasse toute intelligence ».

Au milieu des épreuves, nous devons nous rappeler les paroles que l'on trouve dans Ésaïe 41:10 :

10N'aie pas peur, car je suis avec toi ; ne vous effrayez pas, car je suis votre Dieu qui vous combatt : je vous aiderai toujours, je vous soutiendrai toujours de la main droite de ma justice.

Ces promesses nous rappellent constamment que le Seigneur Jésus ne marche pas seulement avec nous dans nos tempêtes, mais qu'il est aussi la source de notre force et de notre paix.

LA FOI QUI FAIT FACE À LA PEUR

La foi est l'antithèse de la peur. Dans Matthieu 14:28-31, nous voyons Pierre faire face à ses peurs lorsqu'il décide de sortir de la barque et de marcher vers le Seigneur Jésus sur l'eau. Cet acte de foi est un exemple extraordinaire de confiance dans la Puissance et la Parole du Christ. Cependant, en détournant son regard du Seigneur Jésus et en se concentrant sur le vent et les vagues (c'est-à-dire les circonstances autour de lui), Pierre commence à sombrer, démontrant comment la peur peut s'insinuer lorsque nous permettons aux circonstances de vaincre notre foi.

Hébreux 11:1 définit la foi comme « la substance des choses qu'on espère, la démonstration des choses qu'on ne voit pas. » Au milieu de la peur, la foi nous pousse à faire confiance à l'invisible : la présence et la puissance de Dieu. Pierre a fait le premier pas avec cette certitude, mais sa foi a vacillé alors qu'il se concentrait sur les dangers visibles. Ce même principe s'applique à notre vie lorsque l'adversité essaie de nous distraire de notre confiance dans le Seigneur.

La foi nous permet d'aller de l'avant, même au milieu de l'incertitude. Lorsque nous faisons face à nos propres « vents contraires », nous pouvons nous rappeler les paroles de 2 Corinthiens 5:7 :

7(Car nous marchons par la foi, non par la vue)

C'est une invitation à garder les yeux sur le Christ, peu importe à quel point la situation est chaotique. La foi qui affronte la peur n'ignore pas les circonstances, mais les défie en étant complètement dépendante de Dieu.

Dans le Psaume 56:3-4, le psalmiste s'écrie :

3Au jour que je crains, j'ai confiance en toi.

4 En Dieu, je louerai sa parole ; en Dieu j'ai mis ma confiance, je ne craindrai pas ce que la chair me fait.

Ce verset résume le pouvoir de la foi pour vaincre la peur. Lorsque nous faisons confiance à la Parole de Dieu, notre perspective change et nous trouvons le courage d'affronter ce qui semblait autrefois effrayant.

L'apôtre Paul nous exhorte également dans Romains 8:15, ce qui suit :

15 Car tu n'as pas reçu l'esprit de servitude pour avoir peur de nouveau ; mais tu as reçu l'esprit d'adoption, par lequel nous crions : Abba, Père.

Ici, l'apôtre Paul nous rappelle que notre relation avec Dieu est une relation de confiance et d'amour, et non de peur. En tant qu'enfants de Dieu, nous pouvons nous approcher de lui avec l'assurance que sa puissance et sa sollicitude nous soutiennent.

Un exemple pratique de cette foi se trouve dans Daniel 3:16-18, lorsque Shadrac, Méschac et Abed-Nego font face à la menace de la fournaise ardente. Ils déclarent avec audace :

16... Nous ne nous soucions pas de vous répondre à propos de cette affaire.

17 Voici, notre Dieu, que nous honorons, peut nous délivrer de la fournaise ardente du feu, et de ta main, ô roi, il nous délivrera.

18 Et si ce n'est pas le cas, sache, ô roi, que nous n'adorerons pas ton dieu, et que nous n'honorerons pas l'image que tu as élevée.

Leur foi défie la peur, faisant confiance à la puissance et à la volonté de Dieu, quelle qu'en soit l'issue.

La foi qui fait face à la peur est un don de Dieu qui doit être cultivé. C'est une foi active qui, comme celle de Pierre, ose marcher sur l'eau, mais apprend aussi à garder les yeux fixés sur le Seigneur Jésus pour ne pas sombrer. Cette foi nous permet de braver n'importe quelle adversité avec l'assurance que le Seigneur est avec nous, nous soutenant à chaque étape du chemin.

LA PUISSANCE TRANSFORMATRICE DE LA PRÉSENCE DE JÉSUS

Au milieu de n'importe quelle tempête, la Présence du Christ non seulement calme la mer, mais transforme complètement notre perception de la situation. Lorsque le Seigneur Jésus le Christ a dit : « Prenez courage, je suis ! n'ayez pas peur » (Matthieu 14:27), il a rappelé aux Disciples qu'ils n'étaient pas seuls dans leur lutte contre les vagues et le vent. Sa déclaration, « JE SUIS », fait écho à la révélation de Dieu à Moïse dans Exode 3:14 : « JE SUIS CELUI QUI SUIS. » Ce Nom Divin communique qu'Il est suffisant en toutes circonstances et que Sa Puissance transcende le temps et l'espace.

La présence du Seigneur Jésus-Christ dans notre vie nous permet d'affronter les difficultés avec courage. Comme le dit Deutéronome 31:8 :

8 Et c'est le Seigneur qui vous précède ; Il sera avec toi, il ne te quittera pas, il ne t'abandonnera pas ; N'ayez pas peur, ni intimidez.

Ce verset est un puissant rappel que la Présence du Seigneur n'est pas seulement constante, mais qu'elle précède aussi nos pas. Lorsque nous affrontons les tempêtes de la vie, nous ne le faisons pas seuls, car le Seigneur nous précède, nous ouvre la voie et nous assure que sa protection et sa direction sont avec nous à chaque instant.

La promesse que Dieu ne nous abandonnera pas ou ne nous abandonnera pas est un baume pour l'âme craintive. Dans les situations où la peur semble prendre le dessus, ces paroles nous fortifient pour nous rappeler que Dieu n'est pas un observateur distant ; il est un compagnon actif et présent dans nos difficultés. Son engagement à nous quitter et à ne pas nous abandonner met en évidence son caractère fidèle et immuable.

Deutéronome 31:8 renforce également l'idée du courage : « N'aie pas peur ni ne te laisse intimider. » Ici, nous sommes appelés à faire pleinement confiance à la direction et à la souveraineté de Dieu. L'expression « vous précède » implique qu'il n'y a pas d'endroit où nous arrivons où Dieu n'a pas été le premier, déblayant la voie et assurant notre victoire.

L'accomplissement de cette promesse est reflété dans le Nouveau Testament avec les paroles du Seigneur Jésus dans Jean 16:33, et il se lit comme suit :

33 Je vous ai dit ces choses, afin que vous ayez la paix en moi. Dans le monde, vous aurez l'affliction ; mais prenez courage, j'ai vaincu le monde.

Cela nous rappelle que, peu importe ce que nous affrontons, le Seigneur a préparé le chemin et que sa victoire est notre garantie d'espérance et de paix.

Alors que nous méditons sur Deutéronome 31:8, nous sommes appelés à une foi qui repose sur la certitude que notre Dieu n'est pas seulement avec nous, mais qu'il combat aussi pour nous et nous assure qu'aucune tempête n'est plus grande que sa puissance.

Dans le récit de Matthieu, nous voyons comment Jésus non seulement défie les forces naturelles en marchant sur l'eau, mais transforme également la foi de Pierre. Quand Pierre a fait confiance à la Parole du Maître, il a été capable de faire l'impossible, il a aussi commencé à marcher sur la mer ; mais dès qu'il détourna son regard du Seigneur Jésus et se concentra sur le vent, il commença à couler. Cet acte de regarder au Seigneur Jésus nous enseigne l'importance de garder notre foi centrée sur Lui, peu importe ce à quoi nous sommes confrontés.

Un autre passage de l'Écriture qui renforce cette vérité est le Psaume 23:4 :

4 Quand je marcherais dans la vallée de l'ombre de la mort, je ne craindrai aucun mal ; Car tu seras avec moi, ta verge et ton bâton m'encourageront.

La Présence du Seigneur Jésus nous guide même dans les moments les plus sombres, instillant l'espoir et l'assurance. Non seulement il nous observe de loin, mais il marche à nos côtés, affrontant avec nous tous les défis.

De même, le Christ nous donne une promesse qui va au-delà du confort momentané. Dans Matthieu 28:20, il dit :

20... voici, je suis avec vous tous les jours, même jusqu'à la fin du monde.

Cette promesse éternelle nous rappelle que, quelle que soit l'ampleur de la tempête, sa présence ne nous quittera jamais. Il est avec nous dans le présent, et il sera avec nous jusqu'à la fin, comme un Sauveur et un Ami fidèle.

Lorsque nous faisons face à des tempêtes dans notre vie, nous pouvons être sûrs que sa présence non seulement calme la peur, mais nous transforme en personnes capables de marcher sur les eaux de nos épreuves. Sa promesse d'être avec nous nous remplit de confiance et sa puissance nous équipe pour avancer régulièrement, sachant qu'il a déjà vaincu le monde (Jean 16:33).

LE POUVOIR DE PLEURER AU MILIEU DE LA TEMPÊTE

Au milieu des tempêtes de la vie, le cri fervent à Dieu a le pouvoir d'apporter l'intervention divine et de transformer le chaos en calme. Lorsque l'apôtre Pierre commença à s'enfoncer dans la mer, son cri désespéré fut : « Seigneur, sauve-moi ! » (Matthieu 14:30). Cette courte prière exprime non seulement sa reconnaissance de la situation critique, mais aussi sa foi que le Seigneur Jésus avait le pouvoir de le sauver.

La Bible nous enseigne que Dieu répond au cri authentique de ses enfants. Dans le Psaume 34:17-18, nous lisons :

17 Les justes poussèrent des cris, et le Seigneur les exauça, et les délivra de toutes leurs détresses.

18 L'Éternel est près de ceux qui ont le cœur brisé, et il sauvera ceux qui ont l'esprit conrit.

Le cri sincère, né d'un cœur brisé, parvient toujours à l'oreille de notre Dieu.

On en trouve un exemple frappant dans la vie du prophète Jonas. Du ventre d'un grand poisson, dans une situation désespérée, Jonas a crié à Dieu, Jonas 2:3, nous dit :

3... J'ai crié de ma tribulation vers le Seigneur, et il m'a exaucé ; J'ai crié du sein du tombeau, et vous avez entendu ma voix.

Cet épisode nous rappelle qu'il n'y a pas d'endroit aussi profond ou de situation si sombre d'où Dieu ne peut pas nous entendre et nous sauver.

La foi et le cri sont entrelacés. Dans Marc 10:46-52, Bartimée, le mendiant aveugle, a crié au Seigneur Jésus en disant : « Jésus, Fils de David, aie pitié de moi ! » Bien que beaucoup aient essayé de le faire taire, il a persisté jusqu'à ce que le Seigneur réponde. Sa foi, exprimée dans son cri, l'a conduit à recevoir la vue.

De plus, dans Exode 2:23-25, le cri du peuple d'Israël en Égypte est parvenu aux oreilles de Dieu, qui a envoyé Moïse comme libérateur. Ce passage souligne que le cri collectif du Peuple a aussi un impact puissant, et que Dieu n'est pas indifférent à la souffrance de son Peuple.

Le Nouveau Testament renforce cette vérité dans Hébreux 4:16 :

16Avançons donc avec assurance au trône de la grâce, afin d'obtenir miséricorde, et de trouver grâce pour être secourus dans le besoin.

Cet accès direct au Trône de Dieu par la prière est un privilège qui nous assure que notre cri ne sera jamais ignoré.

Le cri de l'apôtre Pierre a été immédiatement exaucé par le Seigneur Jésus, qui a étendu sa main et l'a soutenue. Cet acte symbolise la Puissance salvatrice et restauratrice du Christ, qui est toujours prêt à intervenir lorsque nous l'invoquons avec foi. Dans Jérémie 33:3, Dieu nous invite à crier vers Lui :

3 Crie vers moi, et je te répondrai, et je t'enseignerai des choses grandes et difficiles que tu ne connais pas.

Par conséquent, le cri au milieu de la tempête n'est pas seulement une reconnaissance de notre dépendance de Dieu, mais aussi une démonstration de notre foi en sa puissance de sauver. Comme dans le cas de l'apôtre Pierre, nous devons apprendre à crier : « Seigneur, sauve-moi ! » lorsque les eaux semblent nous couvrir, sachant que sa réponse sera immédiate et transformatrice.

LA FOI QUI SOUTIENT DANS LA VALLÉE DE L'ÉPREUVE

La vallée de l'épreuve est une expérience inévitable dans la vie de chaque croyant. Dans ces moments-là, la foi de Dieu n'est pas seulement mise à l'épreuve, mais aussi renforcée. Cette foi n'est pas une simple croyance passive, mais une confiance active et constante dans la puissance et la bonté de Dieu, même lorsque tout semble perdu.

Dans le Psaume 23:4, David déclare hardiment :

4 Quand je marcherais dans la vallée de l'ombre de la mort, je ne craindrai aucun mal ; Car tu seras avec moi, ta verge et ton bâton m'encourageront.

Cette déclaration met en évidence la présence de Dieu comme le plus grand réconfort et la plus grande force au milieu des épreuves les plus sombres. David savait que, même s'il était entouré de dangers, la compagnie de Dieu était suffisante pour le soutenir.

Un autre exemple frappant est celui des trois jeunes Hébreux, comme mentionné précédemment, dans la fournaise ardente, et cela est raconté dans Daniel 3:16-18. Leur foi inébranlable en Dieu leur a permis d'affronter une épreuve mortelle avec une confiance absolue, en disant :

Daniel 3:16-18 :

16... Nous ne nous soucions pas de vous répondre à propos de cette affaire.

17 Voici, notre Dieu, que nous honorons, peut nous délivrer de la fournaise ardente du feu, et de ta main, ô roi, il nous délivrera.

18 Et si ce n'est pas le cas, sache, ô roi, que nous n'adorerons pas ton dieu, et que nous n'honorerons pas l'image que tu as élevée.

Cette attitude montre que la foi ne dépend pas des circonstances, mais de la fidélité du Dieu en qui nous avons confiance.

Hébreux 11, connu sous le nom de chapitre de la Foi ou de la Galerie des Héros Immortels de la Foi, nous rappelle également les témoignages d'hommes et de femmes qui, pour l'amour de la foi, ont affronté et surmonté des épreuves inimaginables. Dans Hébreux 11:33-34, nous lisons :

33 qui, par la foi, ont conquis des royaumes, ont pratiqué la justice, ont obtenu des promesses, ont bouché la gueule des lions,

34 Ils éteignirent des feux ardents, ils évitèrent le tranchant du couteau, ils se mirent en convalescence après les maladies, ils se fortifièrent dans les batailles, ils renversèrent les champs des étrangers.

La foi transforme la faiblesse en force et transforme les épreuves en témoignages. Jésus lui-même nous encourage dans Jean 16:33, nous le répétons encore :

33 Je vous ai dit ces choses, afin que vous ayez la paix en moi. Dans le monde, vous aurez l'affliction ; mais prenez courage, j'ai vaincu le monde.

Ici, le Christ ne promet pas l'absence d'épreuves, mais la victoire sur elles par notre foi en Lui. C'est un rappel que même si nous traversons des vallées difficiles, nous ne sommes pas seuls, et en Christ, il y a toujours de l'espoir.

Enfin, 1 Pierre 1:6-7 nous explique le but des épreuves, nous lisons :

6 C'est pourquoi vous vous réjouissez, étant pour peu de temps affligés de diverses tentations, s'il le faut,

7 Afin que la preuve de ta foi, qui est bien plus précieuse que l'or, qui périt, même si elle est éprouvée par le feu, se trouve dans la louange, la gloire et l'honneur, lorsque Jésus-Christ sera révélé,

Les épreuves purifient notre foi et nous rapprochent du dessein éternel de Dieu.

La foi qui soutient dans la vallée de l'épreuve n'est pas un effort humain, mais une œuvre divine dans nos vies. C'est l'Esprit Saint qui renforce notre confiance et nous rend capables de résister. Comme l'apôtre Paul l'a dit dans 2 Corinthiens 12:9 :

9 Et il me dit : Ma grâce te suffit ; car ma puissance dans la faiblesse est parfaite.

Dans nos faiblesses et nos épreuves, la grâce de Dieu brille plus fort, nous soutenant et nous conduisant à la victoire.

PIERRE : UN EXEMPLE DE FOI ET DE FAIBLESSE

L'apôtre Pierre, avec toute sa passion et son désir de s'approcher du Seigneur, nous offre un miroir de notre propre humanité. Dans le récit de Matthieu 14:28-31, nous voyons un Pierre exprimer un acte de foi audacieux en demandant de marcher sur l'eau vers Jésus. Quand Jésus lui dit : « Viens, » Pierre, plein de confiance, descend de la barque et marche sur l'eau vers lui. Ce moment est une illustration puissante de ce que la foi peut accomplir lorsqu'elle est entièrement centrée sur le Christ.

Cependant, en tournant son regard vers le vent contraire et les vagues déchaînées, l'apôtre Pierre commence à s'enfoncer. Ce moment de faiblesse nous rappelle que la peur et le doute peuvent s'insinuer dans nos cœurs, même lorsque nous marchons dans la foi. Dans notre vie, nous sommes également confrontés à des « vents contraires » qui menacent de nous distraire de notre foi : problèmes financiers, maladie, critiques ou poids de nos responsabilités. Mais, comme l'apôtre Pierre, nous pouvons crier à Jésus : « Seigneur, sauve-moi ! » et avoir confiance qu'il étendra toujours sa main pour nous soutenir.

À ce moment-là, Jésus lui dit : « Homme de peu de foi, pourquoi as-tu douté ? » Ces paroles ne sont pas seulement un reproche, mais aussi un enseignement. Ils nous invitent à réfléchir sur les domaines de notre vie où nous permettons aux circonstances d'éclipser notre confiance en Dieu. Hébreux 12:2 nous exhorte à fixer nos yeux sur Jésus-Christ, l'Auteur et le Consommateur de notre foi. Ce faisant, nous pouvons marcher avec détermination, même au milieu des plus grands défis.

L'exemple de l'apôtre Pierre nous montre que l'échec ne doit pas être une fin. Au contraire, c'est une occasion de grandir dans notre relation avec le Seigneur Jésus. Romains 8:28 déclare :

28 Et nous savons que toutes choses concourent au bien de ceux qui aiment Dieu, c'est-à-dire de ceux qui sont appelés selon le but.

Même nos moments de doute peuvent être utilisés par Dieu pour nous fortifier et nous apprendre à dépendre plus profondément de Lui.

Enfin, 1 Pierre 5:6-7, écrit par le même apôtre Pierre des années plus tard, reflète une leçon apprise :

6 Humiliez-vous donc sous la main puissante de Dieu, afin qu'il vous élève en son temps.

7 En mettant tout ton soin sur lui, car il prend soin de toi.

Ces paroles nous rappellent que le Seigneur non seulement nous sauve du naufrage, mais qu'il prend aussi soin de nous dans les moindres détails de notre vie.

La marche de l'apôtre Pierre sur l'eau, bien que brève, est un témoignage de ce qui est possible lorsque nous nous accrochons à la foi au Seigneur Jésus-Christ. Mais il nous enseigne aussi l'importance de persévérer, de garder les yeux sur lui et de nous rappeler que, même dans notre faiblesse, sa force est perfectionnée.

CONCLUSION

Le message central de ce sermon est clair : le Seigneur Jésus-Christ est l'Ancre incassable au milieu des tempêtes de la vie. Comme nous l'avons vu dans Matthieu 14:22-31, lorsque tout semble perdu et que les vagues de la difficulté tentent de nous couler, le Seigneur apparaît marchant sur l'eau, nous rappelant que sa puissance est plus grande que toute adversité. Sa déclaration : « Prenez courage ; Je suis, n'aie pas peur » n'est pas seulement un commandement, mais une déclaration de Son Identité Divine et de Son Intention d'être avec nous en toutes circonstances.

La foi qui fait face à la peur se construit lorsque nous fixons notre regard sur le Christ, confiants en sa capacité à nous soutenir. Dans chaque défi que nous rencontrons, nous avons l'occasion de grandir dans notre dépendance à son égard, en sachant que nous ne sommes jamais seuls. Les Écritures nous exhortent continuellement à ne pas avoir peur. Par exemple, dans le Psaume 46:1-2, nous trouvons :

1 Dieu est notre refuge et notre force, notre aide même dans les tribulations.

2 C'est pourquoi nous n'aurons pas peur, même si la terre est enlevée, même si les montagnes sont transférées au cœur de la mer.

La paix que le Seigneur Jésus-Christ offre n'est pas l'absence de problèmes, mais sa présence puissante au milieu d'eux. Sa paix nous permet de marcher hardiment sur les eaux agitées de nos vies, en affrontant chaque tempête avec la certitude que sa grâce est suffisante et que sa puissance est inépuisable. Philippiens 4:13 déclare : « Je peux tout par Christ qui me fortifie. » C'est le rappel constant que notre force et notre capacité à surmonter n'importe quelle situation viennent de Lui.

Dans un monde plein d'incertitudes, la peur tente de paralyser les enfants de Dieu, mais les Paroles du Seigneur Jésus sont notre force, je répète encore les paroles d'Isaïe 41:10 :

10N'aie pas peur, car je suis avec toi ; ne vous effrayez pas, car je suis votre Dieu qui vous combatt : je vous aiderai toujours, je vous soutiendrai toujours de la main droite de ma justice.

Il s'agit d'une Alliance Divine qui nous assure de Sa Présence constante et de Sa Puissance en action en notre faveur.

Aujourd'hui, nous sommes invités à abandonner la peur et à embrasser la foi, en nous souvenant que le Seigneur non seulement marche avec nous, mais qu'il nous appelle aussi à marcher dans sa puissance. Comme l'apôtre Pierre, nous pouvons être tentés de douter et d'avoir peur en regardant le vent et les vagues, mais lorsque nous crions vers lui, nous trouvons sa main tendue pour nous sauver et sa voix pour renforcer notre foi.

Le message final est celui-ci : n'ayons pas peur ! Le Christ a déjà conquis le monde, les tempêtes et la mort elle-même. Notre rôle est de faire confiance à son Amour indéfectible et à Sa Souveraineté. Il est notre Refuge, notre Force et notre Salut éternel. Amen!

PRIÈRE

Cher Seigneur et Père céleste, nous venons devant toi avec des cœurs pleins de gratitude et de confiance. Nous te remercions de ce qu'au milieu des tempêtes de la vie, tu es notre Paix, notre Refuge et notre Rocher inébranlable. Nous reconnaissons que souvent la peur essaie de nous paralyser, mais aujourd'hui nous décidons d'ancrer notre foi dans ta Parole, qui ne faillit jamais.

Seigneur Jésus-Christ, tout comme tu as tendu ta main à Pierre alors qu'il commençait à sombrer, nous savons que tu es toujours prêt à nous soutenir dans nos moments de plus grand besoin. Aide-nous à nous rappeler que ton Amour Parfait chasse toute peur et que ta Promesse d'être avec nous ne change jamais.

Père, renforce notre foi pour marcher avec confiance sur les eaux tumultueuses de la vie, sachant que ta présence est avec nous. Remplis nos cœurs de la paix qui surpasse toute compréhension et enseigne-nous à vivre chaque jour avec la certitude que tu as le contrôle absolu de nos vies.

Aujourd'hui, nous Te demandons, Seigneur, d'enraciner en nous un esprit de courage, d'amour et de maîtrise de soi. Puissions-nous ne jamais oublier que tu nous as rachetés, que nous sommes à toi et que tu es toujours avec nous. Que Ton Nom soit glorifié dans nos vies si nous Te faisons pleinement confiance.

Au Nom Tout-Puissant de Jésus-Christ, notre Sauveur et Seigneur, nous vous le demandons. Amen! 

Mateus 14:22-31:

22 E então Jesus mandou os seus discípulos entrarem no barco, e foi adiante dele para a outra margem do lago, enquanto despedia a multidão.

23 E, despedindo-se a multidão, subiu ao monte para orar e, ao cair da tarde, estava ali só.

24 E o navio já estava no meio do mar, atormentado pelas ondas; porque o vento era contrário.

25 Mas, na quarta vigília da noite, Jesus foi ter com eles, andando sobre o mar.

26 E os discípulos, vendo-o andar sobre o mar, ficaram perturbados, dizendo: É um fantasma. E eles gritaram de medo.

27 Mas Jesus lhes falou, dizendo: "Tende bom ânimo, sou eu; Não tenha medo.

28 Então Pedro lhe respondeu: "Senhor, se você é, ordene-me que vá ter com você sobre as águas".

29 E ele disse: Vem. E Pedro saiu do barco, e andou sobre as águas para ir ter com Jesus.

30 Mas, vendo o vento forte, teve medo e, quando começou a afundar, clamou, dizendo: Senhor, salva-me.

31 E Jesus, estendendo a mão, agarrou-o e disse-lhe: Homem de pouca fé, por que duvidaste?

Introdução

Queridos irmãos, o medo é uma das emoções mais antigas e poderosas que o ser humano pode experimentar. Desde o início, o medo tentou paralisar os Filhos de Deus, semeando dúvidas e afastando-os da Fé no Todo-Poderoso. Vivemos em um mundo onde as tempestades da vida estão sempre presentes: problemas financeiros, doenças, perda familiar, conflitos emocionais e crises globais. Em meio a essas tempestades, a voz do medo grita alto, tentando sufocar nossa confiança nas promessas de Deus. Mas hoje, a mensagem do Senhor Jesus ressoa com poder e autoridade: "Tende bom ânimo, eu sou; não tenha medo."

Imagine a cena: os discípulos, homens fortes acostumados ao mar, a maioria pescadores, são dominados pela fúria das ondas. Em seu desespero, eles confundem o Salvador com um fantasma, um susto, um reflexo de quão distorcida nossa percepção pode ser em meio ao medo. Mas o Senhor Jesus não apenas acalma o mar, Ele acalma o coração temeroso. Sua presença nas águas turbulentas nos lembra que não há tempestade muito grande ou problema muito complexo que Ele não possa dominar. Sua Autoridade transcende as forças naturais e espirituais, e Seu Amor é tão imenso que se aproxima de nós em nossas piores circunstâncias.

Este sermão é um chamado para refletir sobre como enfrentamos nossas próprias tempestades. Permitimos que o medo nos domine ou escolhemos confiar naquele que anda sobre as águas? Hoje, o Senhor nos convida a substituir o medo pela Fé, a deixar de lado nossas ansiedades e a descansar na certeza de que Sua Mão está sempre estendida para nos salvar. Ouçamos Sua Voz e afirmemos com ousadia: "Não temerei, pois Tu estás comigo".

O SENHOR, FONTE DE CALMARIA NA TEMPESTADE

O Senhor Jesus se apresenta como a resposta absoluta ao caos e ao medo. Em Mateus 14:23-24, vemos o Senhor Jesus recuando para a montanha para orar enquanto os discípulos lutam contra a tempestade no mar. Isso nos mostra que, embora possa parecer ausente, nunca está longe; Na verdade, ele está constantemente intercedendo por nós.

Vamos ouvir Hebreus 7:25:

25 Portanto, ele é capaz de salvar para sempre aqueles que se apegam a Deus por meio dele, vivendo sempre para interceder por eles.

 A oração do Senhor Jesus não foi apenas comunhão com o Pai, mas também preparação para trazer força aos necessitados.

A tempestade não para o Senhor Jesus. Ele caminha sobre as águas em direção a Seus discípulos, demonstrando Seu poder sobre a criação (Mateus 14:25). Este milagre não apenas destaca Sua Autoridade Divina, mas também assegura a Seus Seguidores que não há barreira física ou espiritual que possa separá-Lo deles. Como afirma o Salmo 93:4:

4 O Senhor nas alturas é mais poderoso do que o rugido das muitas águas, mais do que as ondas poderosas do mar.

Quando os discípulos o veem, sua reação inicial é de medo, pois pensam que ele é um fantasma. Esse detalhe nos lembra como as evidências podem obscurecer nossa visão e nos levar a conclusões errôneas e terríveis. No entanto, o Senhor Jesus responde com palavras que acalmam o mar e o coração: "Tende bom ânimo, sou eu; não tenha medo." (Mateus 14:27). Esta declaração reafirma Sua identidade como o "EU SOU", o mesmo Deus que se revelou a Moisés na sarça ardente (Êxodo 3:14).

O poder do Senhor Jesus para acalmar nossas tempestades é refletido em toda a Escritura. Em Marcos 4:39, Ele ordena ao vento e ao mar: "Calem-se, calem-se!" e tudo está completamente calmo. Em João 16:33, ele nos assegura:

33 Tenho-vos dito estas coisas para que em mim tenhais paz. No mundo tereis aflição, mas tende bom ânimo, eu venci o mundo.

Essas promessas nos asseguram que, embora enfrentemos dificuldades, sua presença nos dá paz.

Além disso, o Salmo 46:1-3 reforça essa verdade:

1 Deus é o nosso refúgio e a nossa força, o nosso próprio auxílio nas tribulações.

2 Portanto, não temeremos nem mesmo que a terra seja removida, mesmo que as montanhas sejam transferidas para o coração do mar.

3 Eles rugirão, suas águas serão agitadas; os montes tremerão por causa de seu furor.

Quando colocamos nossa confiança no Senhor Jesus Cristo, encontramos uma calma que ultrapassa todas as circunstâncias, uma paz que, como diz Filipenses 4:7, "excede todo o entendimento".

Em meio às provações, devemos lembrar as palavras encontradas em Isaías 41:10:

10Não temas, porque eu estou contigo; não se assuste, pois eu sou o seu Deus que o esforça: sempre o ajudarei, sempre o sustentarei com a destra da minha justiça.

Essas promessas são um lembrete constante de que o Senhor Jesus não apenas caminha conosco em nossas tempestades, mas também é a fonte de nossa força e paz.

FÉ QUE ENFRENTA O MEDO

A fé é a antítese do medo. Em Mateus 14:28-31, vemos Pedro enfrentando seus medos quando decide sair do barco e caminhar em direção ao Senhor Jesus sobre as águas. Este ato de fé é um exemplo extraordinário de confiança no Poder e na Palavra de Cristo. No entanto, ao desviar o olhar do Senhor Jesus e se concentrar no vento e nas ondas (ou seja, nas circunstâncias ao seu redor), Pedro começa a afundar, demonstrando como o medo pode se infiltrar quando permitimos que as circunstâncias superem nossa fé.

Hebreus 11:1 define fé como "o firme fundamento das coisas que se esperam, a demonstração das coisas que não se veem". Em meio ao medo, a fé nos impele a confiar no invisível: a Presença e o Poder de Deus. Peter deu o passo inicial com essa certeza, mas sua fé vacilou enquanto ele se concentrava nos perigos visíveis. Esse mesmo princípio se aplica a nossa vida quando a adversidade tenta nos distrair de nossa confiança no Senhor.

A fé nos permite seguir em frente, mesmo em meio à incerteza. Quando enfrentamos nossos próprios "ventos contrários", podemos nos lembrar das palavras de 2 Coríntios 5:7:

7(Porque andamos por fé, não por vista);

É um convite para manter nossos olhos em Cristo, não importa quão caótica seja a situação. A fé que enfrenta o medo não ignora as circunstâncias, mas as desafia por ser completamente dependente de Deus.

No Salmo 56:3-4, o salmista clama:

3No dia em que temo, confio em ti.

4 Em Deus louvarei a sua palavra; em Deus confiei, não temerei o que a carne me faz.

Este versículo encapsula o poder da fé para vencer o medo. Quando confiamos na Palavra de Deus, nossa perspectiva muda e encontramos coragem para enfrentar o que antes parecia assustador.

O apóstolo Paulo também nos exorta em Romanos 8:15, o seguinte:

15 Pois vocês não receberam o espírito de escravidão para terem medo novamente; mas tu recebeste o espírito de adoção, pelo qual clamamos: Aba, Pai.

Aqui, o apóstolo Paulo nos lembra que nosso relacionamento com Deus é de confiança e amor, não de medo. Como Filhos de Deus, podemos nos aproximar Dele com a certeza de que Seu Poder e Seu cuidado nos sustentam.

Um exemplo prático dessa fé é encontrado em Daniel 3:16-18, quando Sadraque, Mesaque e Abednego enfrentam a ameaça da fornalha ardente. Eles declaram corajosamente:

16... Não nos importamos em responder sobre este negócio.

17 Eis que o nosso Deus , a quem honramos, pode livrar-nos da fornalha ardente do fogo, e da tua mão, ó rei, ele nos livrará.

18 E, se não, sabe, ó rei, que não adoraremos o teu deus, nem honraremos a imagem que levantaste.

Sua Fé desafia o medo, confiando no Poder e na Vontade de Deus, independentemente do resultado.

A fé que enfrenta o medo é um Dom de Deus que precisa ser cultivado. É uma Fé ativa que, como a de Pedro, ousa andar sobre as águas, mas também aprende a manter os olhos fixos no Senhor Jesus para não afundar. Essa fé nos capacita a enfrentar qualquer adversidade com a certeza de que o Senhor está conosco, sustentando-nos a cada passo do caminho.

O PODER TRANSFORMADOR DA PRESENÇA DE JESUS

No meio de qualquer tempestade, a Presença de Cristo não apenas acalma o mar, mas transforma completamente nossa percepção da situação. Quando o Senhor Jesus, o Cristo, disse: "Tende bom ânimo, eu sou; não tenhais medo» (Mt 14, 27), recordou aos discípulos que não estavam sozinhos na luta contra as ondas e o vento. Sua declaração, "EU SOU", ecoa a auto-revelação de Deus a Moisés em Êxodo 3:14: "EU SOU O QUE SOU". Este Nome Divino comunica que Ele é suficiente em todas as circunstâncias e que Seu Poder transcende o tempo e o espaço.

A presença do Senhor Jesus Cristo em nossas vidas nos permite enfrentar as dificuldades com coragem. Como diz Deuteronômio 31:8:

8 E o Senhor é quem vai adiante de vocês; ele estará contigo, não te deixará, nem te desamparará; Não tenha medo, nem se intimide.

Este versículo é um poderoso lembrete de que a Presença do Senhor não é apenas constante, mas também precede nossos passos. Quando enfrentamos as tempestades da vida, não o fazemos sozinhos, porque o Senhor nos precede, abrindo o caminho e assegurando-nos que Sua Proteção e Guia estão conosco em todos os momentos.

A promessa de que Deus não nos abandonará ou nos abandonará é um bálsamo para a alma temerosa. Em situações em que o medo parece tomar conta, essas palavras nos fortalecem para lembrar que Deus não é um observador distante; ele é um companheiro ativo e presente em nossas dificuldades. Seu compromisso de nos deixar e não nos abandonar destaca Seu caráter fiel e imutável.

Deuteronômio 31:8 também reforça a ideia de coragem: "Não tenha medo nem se intimide". Aqui, somos chamados a confiar plenamente na liderança e soberania de Deus. A frase "vai adiante de você" implica que não há lugar onde cheguemos onde Deus não tenha estado primeiro, abrindo caminho e garantindo nossa vitória.

O cumprimento dessa promessa é refletido no Novo Testamento com as palavras do Senhor Jesus em João 16:33, e diz o seguinte:

33 Tenho-vos dito estas coisas para que em mim tenhais paz. No mundo tereis aflição, mas tende bom ânimo, eu venci o mundo.

Isso nos lembra que não importa o que enfrentemos, o Senhor preparou o caminho e Sua Vitória é nossa garantia de esperança e paz.

Ao meditarmos em Deuteronômio 31:8, somos chamados a uma fé que repousa na certeza de que nosso Deus não está apenas conosco, mas também luta por nós e nos assegura que nenhuma tempestade é maior do que o Seu Poder.

No relato de Mateus, vemos como Jesus não apenas desafia as forças naturais ao andar sobre as águas, mas também transforma a fé de Pedro. Quando Pedro confiou na Palavra do Mestre, pôde fazer o impossível, começou também a andar sobre o mar; mas assim que desviou o olhar do Senhor Jesus e se concentrou no vento, começou a afundar. Esse ato de olhar para o Senhor Jesus nos ensina a importância de manter nossa fé centrada nEle, independentemente do que estamos enfrentando.

Outra escritura que reforça essa verdade é o Salmo 23:4:

4 Ainda que eu ande no vale da sombra da morte, não temerei mal algum; porque tu estarás comigo: a tua vara e o teu cajado me animarão.

A Presença do Senhor Jesus nos guia mesmo nos momentos mais sombrios, incutindo esperança e segurança. Ele não só nos observa de longe, mas caminha ao nosso lado, enfrentando connosco todos os desafios.

Da mesma forma, Cristo nos dá uma promessa que vai além do conforto momentâneo. Em Mateus 28:20, ele diz:

20... eis que estou convosco todos os dias, até o fim dos tempos.

Esta Promessa Eterna nos lembra que, não importa a magnitude da tempestade, Sua Presença nunca nos deixará. Ele está conosco no presente e estará conosco até o fim, como um Salvador e Amigo Fiel.

Quando enfrentamos tempestades em nossas vidas, podemos ter certeza de que Sua Presença não apenas acalma o medo, mas nos transforma em pessoas capazes de caminhar sobre as águas de nossas provações. Sua promessa de estar conosco nos enche de confiança, e Seu poder nos equipa para seguir em frente com firmeza, sabendo que Ele já venceu o mundo (João 16:33).

O PODER DE CHORAR NO MEIO DA TEMPESTADE

Em meio às tempestades da vida, o grito fervoroso a Deus tem o poder de trazer a Intervenção Divina e transformar o caos em calma. Quando o apóstolo Pedro começou a afundar no mar, seu grito desesperado foi: "Senhor, salva-me!" (Mateus 14:30). Esta breve oração não apenas expressa seu reconhecimento da situação crítica, mas também sua fé de que o Senhor Jesus tinha o poder de salvá-lo.

A Bíblia nos ensina que Deus responde ao clamor genuíno de Seus filhos. No Salmo 34:17-18 lemos:

17 Os justos clamaram, e o Senhor ouviu, e os livrou de todas as suas angústias.

18 O Senhor está perto dos quebrantados de coração, e salvará os contritos de espírito.

O grito sincero, nascido de um coração partido, sempre chega ao Ouvido de nosso Deus.

Um exemplo notável disso é encontrado na vida do profeta Jonas. Do ventre de um grande peixe, em uma situação desesperadora, Jonas clamou a Deus, Jonas 2:3, nos diz:

3... Da minha tribulação clamei ao Senhor, e ele me ouviu; Eu clamei do ventre do sepulcro, e vocês ouviram a minha voz.

Este episódio nos lembra que não há lugar tão profundo ou situação tão sombria da qual Deus não possa nos ouvir e nos resgatar.

Fé e clamor estão entrelaçados. Em Marcos 10:46-52, Bartimeu, o mendigo cego, clamou ao Senhor Jesus dizendo: "Jesus, Filho de Davi, tem misericórdia de mim!" Embora muitos tentassem silenciá-lo, ele persistiu até que o Senhor respondeu. Sua fé, expressa em seu clamor, levou-o a receber a visão.

Além disso, em Êxodo 2:23-25, o clamor do povo de Israel no Egito chegou aos ouvidos de Deus, que enviou Moisés como libertador. Esta passagem destaca que o grito coletivo do Povo também tem um impacto poderoso, e que Deus não é indiferente ao sofrimento de Seu Povo.

O Novo Testamento reforça essa verdade em Hebreus 4:16:

16Cheguemos, pois, com confiança ao trono da graça, para alcançarmos misericórdia e acharmos graça para socorro em tempo oportuno.

Esse acesso direto ao Trono de Deus por meio da oração é um privilégio que nos garante que nosso clamor nunca será ignorado.

O grito do apóstolo Pedro foi imediatamente respondido pelo Senhor Jesus, que estendeu a mão e o sustentou. Este ato simboliza o Poder Salvífico e Restaurador de Cristo, que está sempre pronto a intervir quando O invocamos com fé. Em Jeremias 33:3, Deus nos convida a clamar a Ele:

3 Clama a mim, e eu te responderei, e te ensinarei coisas grandes e difíceis que não sabes.

Portanto, o clamor no meio da tempestade não é apenas um reconhecimento de nossa dependência de Deus, mas também uma demonstração de nossa fé em Seu poder de salvar. Como no caso do apóstolo Pedro, devemos aprender a clamar : "Senhor, salva-me!" quando as águas parecem nos cobrir, sabendo que Sua Resposta será imediata e transformadora.

A FÉ QUE SUSTENTA NO VALE DA PROVAÇÃO

O vale da provação é uma experiência inevitável na vida de todo crente. Nesses momentos, a Fé de Deus não é apenas testada, mas também fortalecida. Essa fé não é uma mera crença passiva, mas uma confiança ativa e constante no poder e na bondade de Deus, mesmo quando tudo parece perdido.

No Salmo 23:4, Davi declara corajosamente:

4 Ainda que eu ande no vale da sombra da morte, não temerei mal algum; porque tu estarás comigo: a tua vara e o teu cajado me animarão.

Esta declaração destaca a Presença de Deus como o maior Conforto e Força em meio às provações mais sombrias. Davi sabia que, embora estivesse cercado de perigos, a Companhia de Deus era suficiente para sustentá-lo.

Outro exemplo notável é o dos três jovens hebreus, conforme mencionado anteriormente, na fornalha ardente, e isso é narrado em Daniel 3:16-18. Sua fé inabalável em Deus os habilitou a enfrentar uma provação mortal com absoluta confiança, dizendo:

Daniel 3:16-18:

16... Não nos importamos em responder sobre este negócio.

17 Eis que o nosso Deus , a quem honramos, pode livrar-nos da fornalha ardente do fogo, e da tua mão, ó rei, ele nos livrará.

18 E, se não, sabe, ó rei, que não adoraremos o teu deus, nem honraremos a imagem que levantaste.

Esta atitude mostra que a Fé não depende das circunstâncias, mas da Fidelidade do Deus em quem confiamos.

Hebreus 11, conhecido como o capítulo da fé ou a Galeria dos Heróis Imortais da Fé, também nos lembra os testemunhos de homens e mulheres que, por causa da fé, enfrentaram e superaram provações inimagináveis. Em Hebreus 11:33-34 lemos:

33 que pela fé conquistou reinos, praticou a justiça, alcançou promessas, fechou a boca dos leões,

34 Apagaram fogos violentos, evitaram o fio da faca, convalesceram de doenças, fortaleceram-se nas batalhas, derrubaram os campos de estranhos.

A fé transforma a fraqueza em força e transforma as provações em testemunhos. O próprio Jesus nos encoraja em João 16:33, repetimos novamente:

33 Tenho-vos dito estas coisas para que em mim tenhais paz. No mundo tereis aflição, mas tende bom ânimo, eu venci o mundo.

Aqui, Cristo não promete a ausência de provações, mas a vitória sobre elas por meio de nossa fé nEle. É um lembrete de que, embora caminhemos por vales de dificuldade, não estamos sozinhos e, em Cristo, sempre há esperança.

Finalmente, 1 Pedro 1:6-7 nos explica o propósito das provações, lemos:

6 Portanto, alegrai-vos, sendo por um pouco de tempo afligidos por várias tentações, se necessário,

7 para que a prova da vossa fé, que é muito mais preciosa do que o ouro, que perece, embora seja provada pelo fogo, se ache em louvor, glória e honra, quando Jesus Cristo for revelado;

As provações purificam nossa fé e nos aproximam do propósito eterno de Deus.

A Fé que sustenta no vale da provação não é um esforço humano, mas uma Obra Divina em nossas vidas. É o Espírito Santo que fortalece nossa confiança e nos capacita a resistir. Como o apóstolo Paulo disse em 2 Coríntios 12:9:

9 E ele me disse: A minha graça te basta; pois meu poder na fraqueza é aperfeiçoado.

Em nossas fraquezas e provações, a Graça de Deus brilha mais forte, sustentando-nos e levando-nos à vitória.

PEDRO: UM EXEMPLO DE FÉ E FRAQUEZA

O apóstolo Pedro, com toda a sua paixão e desejo de se aproximar do Senhor, oferece-nos um espelho da nossa própria humanidade. No relato de Mateus 14:28-31, vemos um Pedro expressar um ato ousado de fé pedindo para andar sobre as águas em direção a Jesus. Quando Jesus lhe diz: "Vem", Pedro, cheio de confiança, sai do barco e caminha sobre as águas em direção a Ele. Este momento é uma ilustração poderosa do que a fé pode realizar quando está completamente focada em Cristo.

No entanto, voltando o olhar para o vento contrário e para as ondas furiosas, o apóstolo Pedro começa a afundar-se. Este momento de fraqueza nos lembra que o medo e a dúvida podem se infiltrar em nossos corações, mesmo quando estamos andando na fé. Em nossas vidas, também enfrentamos "ventos contrários" que ameaçam nos distrair de nossa fé: problemas financeiros, doenças, críticas ou o peso de nossas responsabilidades. Mas, como o apóstolo Pedro, podemos clamar a Jesus: "Senhor, salva-me!" e confiar que Ele sempre estenderá Sua mão para nos sustentar.

Nesse ponto, Jesus lhe diz: "Homem de pouca fé, por que duvidaste?" Essas palavras não são apenas uma reprovação, mas também um ensinamento. Eles nos convidam a refletir sobre as áreas de nossas vidas em que permitimos que as circunstâncias eclipsem nossa confiança em Deus. Hebreus 12:2 nos exorta a fixar nossos olhos em Jesus Cristo, o Autor e Consumador de nossa Fé. Ao fazer isso, podemos caminhar com firmeza, mesmo em meio aos maiores desafios.

O exemplo do apóstolo Pedro nos mostra que o fracasso não precisa ser o fim. Pelo contrário, é uma oportunidade de crescer em nosso relacionamento com o Senhor Jesus. Romanos 8:28 afirma:

28 E sabemos que todas as coisas contribuem juntamente para o bem daqueles que amam a Deus, isto é, daqueles que são chamados segundo o propósito.

Até mesmo nossos momentos de dúvida podem ser usados por Deus para nos fortalecer e nos ensinar a depender mais profundamente Dele.

Finalmente, 1 Pedro 5:6-7, escrito pelo mesmo apóstolo Pedro anos depois, reflete uma lição aprendida:

6 Humilhai-vos, pois, sob a poderosa mão de Deus, para que a seu tempo vos exalte;

7 Pondo nele todo o seu cuidado, pois ele cuida de você.

Essas palavras são um lembrete de que o Senhor não apenas nos salva do naufrágio, mas também cuida de nós em todos os detalhes de nossas vidas.

A caminhada do apóstolo Pedro sobre as águas, embora breve, é um testemunho do que é possível quando nos apegamos à fé no Senhor Jesus Cristo. Mas Ele também nos ensina a importância de perseverar, mantendo nossos olhos nEle, e lembrando que, mesmo em nossa fraqueza, Sua Força é Aperfeiçoada.

CONCLUSÃO

A mensagem central deste sermão é clara: o Senhor Jesus Cristo é a Âncora Inquebrável no meio das tempestades da vida. Como vimos em Mateus 14:22-31, quando tudo parece perdido e as ondas das dificuldades tentam nos afundar, o Senhor aparece andando sobre as águas, lembrando-nos que Seu Poder é maior do que qualquer adversidade. Sua declaração: "Tende bom ânimo; Eu sou, não tenha medo", não é apenas um comando, mas uma declaração de Sua Identidade Divina e Sua Intenção de estar conosco em todas as circunstâncias.

A fé que enfrenta o medo é construída quando fixamos nosso olhar em Cristo, confiando em Sua capacidade de nos sustentar. Em cada desafio que enfrentamos, temos a oportunidade de crescer em nossa dependência Dele, sabendo que nunca estamos sozinhos. A Escritura continuamente nos exorta a não temer. Por exemplo, no Salmo 46:1-2, encontramos:

1 Deus é o nosso refúgio e a nossa força, o nosso próprio auxílio nas tribulações.

2 Portanto, não temeremos nem mesmo que a terra seja removida, mesmo que as montanhas sejam transferidas para o coração do mar.

A Paz que o Senhor Jesus Cristo oferece não é a ausência de problemas, mas Sua Poderosa Presença no meio deles. Sua Paz nos permite caminhar com ousadia sobre as águas agitadas de nossas vidas, enfrentando cada tempestade com a certeza de que Sua Graça é suficiente e Seu Poder é inesgotável. Filipenses 4:13 afirma: "Posso todas as coisas naquele que me fortalece". Este é o lembrete constante de que nossa força e capacidade de superar qualquer situação vêm Dele.

Em um mundo cheio de incertezas, o medo tenta paralisar os Filhos de Deus, mas as Palavras do Senhor Jesus são a nossa força, repito novamente as palavras em Isaías 41:10:

10Não temas, porque eu estou contigo; não se assuste, pois eu sou o seu Deus que o esforça: sempre o ajudarei, sempre o sustentarei com a destra da minha justiça.

Esta é uma Aliança Divina que nos assegura Sua presença constante e Seu poder em ação em nosso favor.

Hoje somos convidados a abandonar o medo e abraçar a Fé, lembrando que o Senhor não apenas caminha conosco, mas também nos chama a caminhar em Seu Poder. Como o apóstolo Pedro, podemos ser tentados a duvidar e temer enquanto observamos o vento e as ondas, mas quando clamamos a Ele, encontramos Sua Mão estendida para nos resgatar e Sua Voz para fortalecer nossa Fé.

A mensagem final é esta: não tenhamos medo! Cristo já venceu o mundo, as tempestades e a própria morte. Nosso papel é confiar em Seu Amor inabalável e em Sua Soberania. Ele é nosso refúgio, nossa força e nossa salvação eterna. Amém!

ORAÇÃO

Querido Senhor e Pai Celestial, viemos diante de Ti com o coração cheio de gratidão e confiança. Nós Te agradecemos porque, em meio às tempestades da vida, Tu és nossa Paz, nosso Refúgio e nossa Rocha imóvel. Reconhecemos que muitas vezes o medo tenta nos paralisar, mas hoje decidimos ancorar nossa Fé em sua Palavra, que nunca falha.

Senhor Jesus Cristo, assim como estendeste a Tua Mão a Pedro quando ele começou a afundar, sabemos que estás sempre pronto para nos sustentar em nossos momentos de maior necessidade. Ajude-nos a lembrar que o seu Amor Perfeito lança fora todo o medo e que a sua promessa de estar conosco nunca muda.

Pai, fortalece nossa Fé para caminhar com confiança sobre as águas turbulentas da vida, sabendo que sua Presença está conosco. Encha nossos corações com a Paz que excede todo o entendimento e nos ensine a viver cada dia com a certeza de que Você está no controle absoluto de nossas vidas.

Hoje pedimos a Ti, Senhor, que enraízes em nós um espírito de coragem, amor e autocontrole. Que nunca esqueçamos que Tu nos redimis, que somos Teus e que Tu estás sempre conosco. Que o Teu Nome seja glorificado em nossas vidas enquanto confiamos plenamente em Ti.

No Nome Todo-Poderoso de Jesus Cristo, nosso Salvador e Senhor, nós te pedimos. Amém!