Reflexión:

"Dios Resiste a Soberbios, y da Gracia a Humildes"

La Parábola del Fariseo y el Publicano

Introducción

Imagina un escenario en el antiguo Israel, donde dos hombres entran en el templo para orar. A simple vista, son polos opuestos: un fariseo, destacado por su devoción y justicia aparente, y un publicano, considerado un pecador público y un traidor a su propia gente. Este no es solo un relato bíblico, sino una ventana a nuestra propia experiencia humana.

 

Hoy, te invito a adentrarte en el fascinante mundo de la parábola del fariseo y el publicano, una historia que no solo se encuentra en las páginas de la Biblia, sino que se extiende a lo más profundo de nuestras almas. Es un relato que nos confronta con algunas de las preguntas más esenciales de la vida: ¿qué significa ser justo? ¿Cómo nos relacionamos con Dios? ¿Cómo lidiar con la tentación del orgullo?

 

Acompáñame en este viaje mientras exploramos Lucas 18:9-14 y desentrañamos las lecciones intemporales que esta parábola tiene para ofrecer. Descubriremos cómo el fariseo y el publicano representan no solo personajes de la antigüedad, sino aspectos de nuestra propia humanidad, y cómo sus actitudes ante Dios pueden tener un impacto profundo en nuestras vidas hoy en día.

 

Te prometo que este viaje no solo será informativo, sino también transformador. Nos sumergiremos en las aguas de la humildad y la Gracia divina, y al final, te aseguro que tu comprensión de la relación entre la justicia humana y la divina será desafiada y enriquecida.

 

Así que, sin más preámbulos, adentrémonos en esta parábola y descubramos juntos sus riquezas espirituales.

 

Damos lectura en Lucas 18:9-14:

 

9Y dijo también a unos que confiaban de sí como justos, y menospreciaban a los otros, esta parábola:

10Dos hombres subieron al templo a orar: el uno Fariseo, el otro publicano.

11El Fariseo, en pie, oraba consigo de esta manera: Dios, te doy gracias, que no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;

12Ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que poseo.

13Mas el publicano estando lejos no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que hería su pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.

14Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se ensalza, será humillado; y el que se humilla, será ensalzado.

 

Ahora damos lectura de donde tomamos el tema de este estudio reflexivo, Santiago 4:6:

 

6Mas Él da mayor Gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da Gracia a los humildes.

 

 

La Actitud del Fariseo

 

El fariseo en la parábola representa a aquellos que confían en su propia justicia y menosprecian a los demás. En su oración, él se jacta de sus acciones justas y se compara favorablemente con otros. Dice: "Dios, te doy gracias que no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano"  (Lucas 18:11). Este fariseo se enaltece a sí mismo, presumiendo de sus buenas obras y su devoción religiosa, como ayunar dos veces a la semana y dar los diezmos de todo lo que posee.

 

La actitud del fariseo nos recuerda la peligrosa trampa del orgullo espiritual. En lugar de reconocer su necesidad de la Gracia de Dios, él se enorgullece de su propia justicia y juzga a los demás. Su falta de humildad lo separa de Dios y de la verdadera comprensión de su propia condición pecaminosa.

 

 

La Actitud del Publicano

 

En contraste, el publicano se para lejos y no se atreve ni siquiera a levantar los ojos al cielo. Golpea su pecho como señal de arrepentimiento y dice: "Dios, sé propicio a mí, pecador" (Lucas 18:13). A diferencia del fariseo, el publicano reconoce su pecado y su necesidad de misericordia divina. Su humildad lo lleva a la confesión sincera de su condición y su dependencia de Dios.

 

La respuesta de Jesús en la parábola es clara: "Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se ensalza, será humillado; y el que se humilla, será ensalzado" (Lucas 18:14). El publicano, a pesar de ser considerado un pecador por la sociedad, es justificado ante Dios debido a su humildad y sincero arrepentimiento.

 

 

Lecciones para Nuestras Vidas

 

En la parábola del fariseo y el publicano, encontramos una riqueza de lecciones que trascienden el tiempo y el contexto original. Estas lecciones atemporales nos instan a reflexionar sobre nuestra relación con Dios y nuestros semejantes, y a transformar nuestras vidas de maneras profundas y significativas.  Aquí te presentamos un vistazo a las lecciones que esta parábola tiene para ofrecer:

 

La importancia de la humildad: La parábola del fariseo y el publicano nos enseña que la humildad es un valor fundamental en nuestra relación con Dios. El fariseo, al confiar en su propia justicia y menospreciar a los demás, se aleja de Dios. Por otro lado, el publicano, al reconocer su pecado y su necesidad de misericordia, encuentra Gracia delante de Dios. Esto nos recuerda que la humildad es el camino hacia una relación más cercana con Dios. A menudo, nuestra tendencia natural es enorgullecernos de nuestras buenas acciones o compararnos favorablemente con otros. Sin embargo, la parábola nos insta a despojarnos del orgullo y a acercarnos a Dios con un corazón humilde y contrito.

 

La oración sincera: La forma en que nos acercamos a Dios en oración es significativa. El fariseo oraba para presumir y autoglorificarse, mientras que el publicano oraba con sinceridad y contrición. La parábola nos anima a considerar nuestra propia actitud en la oración. ¿Oramos para impresionar a otros o para demostrar nuestra espiritualidad, o lo hacemos con un corazón quebrantado y dispuesto a reconocer nuestras faltas? La oración sincera es aquella que proviene de lo más profundo de nuestro ser, donde nos presentamos ante Dios tal como somos, con todas nuestras imperfecciones.

 

No juzgar a los demás: El fariseo cometió el error de juzgar y menospreciar al publicano y a otros pecadores. Su actitud de superioridad es un recordatorio de la importancia de no juzgar a los demás. La parábola nos exhorta a practicar la compasión en lugar del juicio. En nuestra sociedad, a menudo estamos tentados a etiquetar a las personas y a evaluar su valía en función de sus acciones o antecedentes. Sin embargo, la parábola nos recuerda que todos somos pecadores necesitados de la Gracia de Dios. Al practicar la compasión y el amor hacia los demás, reflejamos el corazón de Dios y construimos puentes en lugar de barreras.

 

La justificación por la fe: La parábola resalta que la justificación ante Dios no se basa en nuestras obras, sino en nuestra fe y humildad. El publicano, a pesar de su reputación de pecador, fue justificado debido a su sincera confesión y humildad delante de Dios. Esto nos recuerda que la salvación no es algo que ganamos por nuestras propias acciones o méritos, sino un regalo de Dios que debemos recibir con gratitud y humildad. La justificación por la fe nos libera de la carga de tratar de ganarnos la aprobación de Dios a través de nuestras obras y nos invita a confiar en Su Gracia.



Conclusión

 

Has recorrido un camino que te llevó al corazón de una de las enseñanzas más profundas de Jesús: la parábola del fariseo y el publicano. A lo largo de este viaje, hemos explorado las vidas de dos hombres aparentemente opuestos y las lecciones eternas que sus actitudes ante Dios tienen para ofrecernos.

 

Nos hemos sumergido en el peligroso abismo del orgullo espiritual, encarnado en el fariseo que confiaba en su propia justicia y menospreciaba a los demás. Hemos sentido el peso de la confesión sincera y la humildad del publicano, que reconocía su pecado y su necesidad de la misericordia divina.

 

Hemos aprendido que la justificación ante Dios no proviene de nuestras obras, sino de nuestra fe y humildad delante de Él. Y aquí está la verdad que debemos llevar con nosotros: no importa cuán justos o pecadores nos consideremos, todos y cada uno de nosotros necesitamos la Gracia de Dios.

 

Entonces, ¿cuál es el impacto de todo esto en nuestras vidas? ¿Cómo podemos aplicar estas lecciones a nuestro día a día? Permíteme ofrecerte una conclusión poderosa:

 

La parábola del fariseo y el publicano nos llama a vivir vidas de humildad y amor. Nos desafía a orar con sinceridad, a reconocer nuestras debilidades y a confiar en la Misericordia de Dios. Esta parábola nos motiva a dejar de juzgar a los demás y a comenzar a mostrar compasión y amor hacia nuestros semejantes.

 

Así que te pregunto, amigo o amiga, hermano o hermana: ¿estás dispuesto a abrazar la humildad y la Gracia Divina en tu vida? ¿Estás listo para dejar atrás el orgullo y la autojustificación y, en su lugar, buscar la Justificación que proviene de Dios?

 

La parábola del fariseo y el publicano es más que una historia antigua; es una llamada a la transformación. Es un recordatorio de que, sin importar nuestro pasado, nuestras fallas o nuestras imperfecciones, podemos encontrar la Gracia y el perdón en Dios.

 

Así que, te animo a llevar estas lecciones contigo. Que la humildad sea tu guía y la Gracia Divina tu refugio. Que esta parábola te inspire a vivir una vida de compasión, amor y búsqueda constante de la Presencia de Dios.

 

La próxima vez que te encuentres ante el espejo de la vida, recuerda la parábola del fariseo y el publicano. Pregúntate: ¿cómo puedo ser más como el publicano, buscando la misericordia divina y compartiendo esa misericordia con los demás?

 

Que esta parábola se convierta en un faro de esperanza en tu vida, guiándote hacia una relación más profunda y significativa con Dios y con tus semejantes. Y que, al igual que el publicano, encuentres la justificación y la paz que solo la humildad y la Gracia Divina pueden brindar.

 

El Señor Jesucristo continúe bendiciéndote. ¡Amén!


Preparado por: Evg. Francisco Velázquez CruzPuerto RicoOctubre 2023